Sobre el control de capitales golondrinos

domingo, 20 de abril de 2008


Juergen Schuldt

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Es curioso que no se haya comentado uno de los drásticos acuerdos que adoptó el Directorio del BCR el pasado jueves 10. Para comenzar incrementó la tasa de interés de referencia de 5,25 a 5,5%, ensanchando la distancia con la tasa del FED que está en 2,25% y que en quince días se rebajaría al 2%. Luego ajustó los encajes, el mínimo de 8 a 8,5% y los marginales de 20 a 25% en moneda nacional y de 40 a 45% en moneda extranjera, para “atenuar el ritmo de crecimiento del crédito y evitar así que los incrementos de precios originados en choques de oferta de alimentos se trasladen de manera perdurable a las expectativas de inflación”, según el BCR (Nota Informativa No. 038-2008-BCRP).

Pero la medida más radical estuvo dirigida a cortar abruptamente el ingreso de capitales especulativos. Estos habían estado entrando masivamente al país para pasearse un rato por Lima cambiando sus dólares a soles (v.gr. en depósitos a plazo), para después de unos días, semanas o meses hacer la jugada a la inversa, para así ‘ganarse alguito’, tanto por los intereses que le pagaban sobre sus depósitos, como por las ganancias que resultaban de la revaluación del sol respecto a la divisa norteamericana. Sin embargo, cuando ingresaron al ritmo de US$ 500 millones diarios, notoriamente durante la primera quincena del año, se les impuso un encaje marginal del 40%, más una comisión del 0,05%, que hoy está en 0,1%. Pero ello parece que no bastó. Seguían viniendo en bandadas, por lo que la semana pasada el BCR les hizo saber que “ya no son bienvenidos aquí. No los queremos, mejor que se vayan”, en palabras del gerente del BCR.

De ahí que la medida que habrá de afectar a las golondrinas verdes es la decisión que se aplicará a partir del 5 de mayo, primer día útil del próximo mes, es la severa cláusula que dice: “Elevación del encaje marginal de 40 a 120 por ciento, el mismo que no será remunerado, a las obligaciones en moneda nacional con las entidades financieras no residentes” (acápite 2.c. de la Nota mencionada). A este respecto, el Ministro de Economía debe estar muy descontento, por no decir furioso, ya que hace unas pocas semanas atrás había declarado enfáticamente que en este país de ningún modo habría frenos a los influjos financieros de corto plazo: "Rechazamos tajantemente propuestas que planteen candados al ingreso de capitales". También la Ministra de Comercio Exterior debe estar preocupada, dado que el TLC con EEUU no permite discriminar a los capitales norteamericanos, por más golondrinos que sean, con lo que se dificultaría aún más su entrada en vigencia a partir del 2009. En efecto, especialmente el artículo 12.2. del TLC, relativo al trato igualitario que se le deberá facilitar a las transacciones transfronterizas de capitales, es muy claro al respecto.

Ciertamente, hasta principios de mayo, cuando se comience a aplicar esta medida, habrán salido unos 900 a 1.200 millones de dólares que estaban jugando en los casinos limeños, aunque bien podrían tener un escape estrecho, invirtiendo en bonos del gobierno. En tanto entrarán pocos por esa vía, el tipo de cambio habrá de devaluarse paulatinamente y no solo para alborozo de ADEX. Fenómeno que será impulsado, además, por el hecho que los flujos mensuales de divisas que salen por concepto de importaciones serán mayores a los que generan las exportaciones. Tal como sucedió el mes pasado y después de mucho tiempo, en que la balanza comercial fue negativa y lo seguirá siendo por un buen tiempo, a pesar del enfriamiento al que se trata de someter la economía este año.

¿Servirá para algo el control de capitales de corto plazo? Si nos atenemos a los libros de texto ortodoxos y a la mayoría de trabajos empíricos sobre la materia, sin duda estaríamos en contra de este tipo de medidas. Sin embargo, bajando a tierra, considerando la dinámica de la economía peruana, así como las perspectivas de la economía mundial y los impactos que tendrá sobre una economía primario-exportadora como la nuestra, las cosas cambian y nos convence este tipo radical de intervenciones por parte del BCR, siempre que sea temporal. Veamos.

Por el lado doméstico, hay que tener presente que estamos sufriendo una ‘enfermedad holandesa’ (EH) de proporciones desde hace varios años, no solo por el auge de exportaciones, que se dio desde 2002 por el lado de los expandidos quantum y sobre todo por los incrementos sin precedentes de los precios. A ello se añade un cúmulo de inversiones extranjeras que han encontrado una vasta y excepcionalmente rentable veta en este país; lo que no solo concierne a la boyante minería (desde donde surgió el virus holandés), sino también en sectores como la banca, el comercio importador en general y los supermercados en particular, el sector de energía, entre otros.

De manera que, notoriamente a partir del año pasado, no solo se ha revaluado drásticamente el tipo de cambio bilateral (con EEUU), sino también en alguna medida el multilateral. Con lo que típicamente vienen sufriendo las exportaciones no tradicionales (y la producción de bienes transables en general y la industria doméstica en particular), las que se habían expandido a ritmos muy acelerados por los también elevados precios internacionales que alcanzaron, permitiendo una modernización y diversificación relativamente drástica de la estructura económica y de las exportaciones del país, básicamente por el desarrollo y la consolidación de la modernizada agroindustria.

Obviamente, con el tiempo, en esas condiciones se aceleró también la producción de los bienes y servicios no transables (muy especialmente la de los sectores de construcción y comercio, aparte de otros servicios), acelerando el crecimiento económico del país, que hoy en día vendría haciéndolo a un ritmo del 10%. Dado que esta sostenida bonanza macroeconómica ya tiene varios años, se están generando ciertos cuellos de botella y, según algunos, la capacidad productiva viene copándose casi plenamente, por lo que el BCR se ha visto obligado a tomar medidas –algo tardías para unos e innecesarias para otros- para restringir el crédito, de manera que la expansión de la demanda interna no sobrepase el producto potencial. Lo que se justificaría, además, por las alzas de los precios de alimentos que vienen del exterior. Por lo que –como el año pasado- el ente emisor no podrá cumplir con su meta explícita de inflación del 2%, la que este año terminaría –en el mejor de los casos- en 7% a nivel nacional (urbano) y en 5% en la capital del país.

De otra parte, si miramos más allá de nuestras narices, para nadie será una sorpresa que la crisis de la economía norteamericana (a la que exportamos 30% de nuestros bienes) y las de los demás países con los que comerciamos, impactarán fuertemente sobre nuestra balanza de pagos (no solo en su segmento comercial). Sería ingenuo creer que es posible ‘desacoplarse’ de esta ralentización de la economía mundial, aún cuando pueda suavizarse su impacto gracias al colchón de reservas internacionales netas de que disponemos. Por lo que dentro de unos nueve o doce meses habrá de culminar la enfermedad holandesa, lo que en nuestro caso –como lo demuestran experiencias anteriores- a menudo es más grave que la propia enfermedad, en la medida en que –como consecuencia del deterioro de la balanza de pagos- obligaría a recortar drásticamente el consumo, la inversión y, sobre todo, el gasto público. La necesaria devaluación del tipo de cambio que acompañaría esos eventos tendría que ser mucho más radical si hubiésemos dejado que los capitales especulativos sigan entrando a raudales al país.

Por supuesto que a Wall Street no le gustará para nada la movida del BCR. De ahí que no nos sorprendería si Fitch –vergüenza la que debe estar pasando- nos retira del primer escalón del ‘grado de inversión’ que nos otorgó hace unas semanas, pero lo que sí estamos seguros es que S&P y Moody’s no nos lo otorgarán... en lo que alcanza nuestro horizonte.

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