El Presidente del siglo XIX

miércoles, 28 de noviembre de 2007

A propósito del Síndrome del perro del hortelano

Un presidente para el siglo XIX

Fernando Eguren
La Revista Agraria - CEPES
Noviembre 2007




“…hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversión y que no generan trabajo. Y todo ello por el tabú de ideologías superadas, por ociosidad, por indo­lencia o por la ley del perro del hortelano que reza: "Si no lo hago yo que no lo haga nadie".
Alan García Pérez, presi­dente del Perú

El artículo del presidente Alan García publicado en El Comercio el 28 de octubre (El Síndrome del Perro del Hortelano) ha suscitado comentarios a favor y en contra. Su principal mérito es que contribuye a promover una discusión, prácticamente ausente en los últimos años, sobre modelos de desarrollo socioeco­nómico. En lo que sigue, subrayaremos algunas de sus afirmaciones que nos parecen importan­tes dada la condición del autor.

El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro

La primera es que el presidente García suscribe de manera implícita la metáfora atribuida erróneamente a Raimondi: que el Perú es un mendigo sentado sobre un banco de oro. El banco de oro viene a ser la suma de los muchos, variados e importantes recursos naturales que el país posee, y a los que se refiere el presidente: las maderas de la Amazonía, la tierra, los recursos minerales, gas y petróleo, el mar. El mendigo – que oficia de ‘perro del hortelano’– representa un mundo heterogéneo compuesto, en la relación presidencial, de comunidades campesinas y minifundistas, poblaciones nativas, pescadores artesanales, trabajadores que exigen derechos laborales, ciudadanos que aún adscriben a ‘ideologías superadas’ (los ‘anticapitalistas’, precisa); en suma, de ociosos, indolentes e indigentes. Aunque es difícil saber cuántos ciudadanos están incluidos en esta impresionante relación, con toda seguridad supera largamente al número de peruanos que votaron por el presidente García.

Para aprovechar el oro, discurre el razonamiento presidencial, hay que desbancar al mendigo. ¿Cómo? Cambiando las reglas del juego para sentar en el banco de oro (en realidad, para llevárselo de a pocos) a los grandes inversionistas. Si son transnacionales, mejor, pues son las que traen la tecnología.

Es así que cobran sentido pleno los proyectos de ley que otorga poderes especiales a la Cofopri para reconocer y desconocer derechos de propiedad sobre la tierra durante cua­tro años y el proyecto de ley que declara de necesidad pública los intereses particulares de veinte empresas extractivas, con el fin de sortear los derechos de propiedad consagra­dos por la Constitución que favorecen también a comuneros, pueblos nativos y otros ciudadanos representados por el mendigo en la metáfora.

La fuente de la riqueza

La segunda afirmación presidencial es que la riqueza del Perú reside sobre todo en sus recursos naturales (aunque los ejemplos que, según él, debe seguir el Perú: Japón y Corea, tienen relativamente pocos recursos naturales) y no principalmente en la capacidad transfor­madora de la población. El mundo ha llegado hace tiempo a la conclusión de que el conocimiento es el real creador de riqueza y el capital humano su principal factor, y sobre ellos se sustenta la competitividad. Por eso se habla hoy de la ‘sociedad del conocimiento’. El presidente se retrotrae siglos atrás para considerar que la materia inerte extraída y con escaso valor agregado es la verdadera riqueza. No sorprende, entonces, el disminuido valor que su gobierno – y, justo es decirlo, también los gobiernos anteriores - da a la educación, forjadora principal del capital humano. Sabemos que la educación peruana, sobre todo la pública, es una de las peores en el mundo. En estas condiciones, el Perú no podrá ser competitivo: en mucho es simplemente un perceptor de rentas. En contraste, los conocimientos acumulados de campesinos y pueblos nativos sobre las complejas realidades en las que habitan y sobreviven, son ignorados o despreciados por el mundo oficial.

LRA no está contra la gran inversión. Más aún, considera que en muchos casos ésta es indispensable para la adecuada explotación de los recursos naturales, entre ellos los mi­nerales, el petróleo y el gas. Pero al mismo tiempo no confunde el fin – el mejoramien­to sostenible de la calidad de vida del conjunto de la población del país - con los medios – entre los cuales, el tipo de inversiones-. Sosteníamos en el editorial de LRA 87 del mes de octubre con relación a la minería (¿Minería es desarrollo?), que “No existe… una relación mecánica entre tener y explotar recursos naturales, sean éstos mineros u otros, y generar desarrollo”; y que “es necesario redefinir el papel que [las actividades extractivas] deben tener en el desarrollo local y regional…no en cumplimiento de una «responsabilidad social» de la empresa —término que suele ser un eufemismo de «rela­ciones públicas» y que depende enteramente de la voluntad de la empresa—, sino como una función esencial de esa actividad económica. Esta función debería quedar explícita en los contratos. Y es precisamente por la naturaleza misma de esa función que los contratos mineros deberían ser aprobados por la población local.”

Lo moderno es lo sostenible

La tercera afirmación se deriva de la confusión presidencial entre lo que es la tecnología de punta – la que supuestamente trae la gran inversión extranjera – y la manera moderna de explotar adecuadamente los recursos naturales. Gran parte de la tecnología de punta actual de las empresas mineras y petroleras corresponden todavía a un paradigma de la revolución industrial de hace más de 200 años, en la que la relación con la naturaleza era ‘extraer sin reponer’. Se constata hoy que las consecuencias acumuladas de este paradigma son terribles: desaparición de especies biológicas, contamina­ción de las aguas y suelos, calentamiento progresivo del planeta. Hoy lo moderno requiere todo lo contrario: es la búsqueda de un desarrollo que asegure la sostenibilidad de los recursos.

Los anticapitalistas

En esta sostenibilidad se está jugando el futuro de la humanidad, como lo acaba de confirmar el 17 de noviembre en Valencia el Grupo Intergu­bernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en su 27ª Sesión Plenaria. El Secretario General de las NNUU, en su alocución final, subrayó que el cambio climático “afectará más a los países en vías de desarrollo. Los que son más vulnerables son también los que corren más riesgos ante esta amenaza. La deglaciación desencadenará inundaciones y conducirá a reducir la disponibilidad de agua en Asia meridional y en Sud América.” Y “si las proyecciones más severas del IPCC se revelan ciertas, gran parte de la Amazonía se trans­formarán en llanuras sin vegetación arbórea”.

Estas deberían ser preocupaciones centrales del Perú y de su presidente. Pero el presidente sostiene que hay una corriente anticapitalista transecular que cambia de piel según las épocas: comunistas en el s. XIX (¡se supone que gobernaron en el s.XX!), proteccionistas en el s. XX (¡Gran Bretaña, EEUU y otros países capitalistas se caracterizaron por ser proteccionistas!) y ambientalistas en el s. XXI (¡cuando el premio Nóbel de la Paz ha sido otorgado precisamente al IPCC y a Al Gore, difícilmente catalogables de anticapitalistas!).

Lo grande es hermoso: la hacienda: el nuevo paradigma de desarrollo

Según el presidente García, las tierras de las comunidades son “tierras ociosas porque el dueño no tiene formación ni recursos económicos, por tanto su propiedad es aparente. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traería tecnología…”. El presidente debería aclarar si los derechos de propiedad de los que ‘no tienen formación ni recursos económicos’ (que califica de ‘aparentes’) son de categoría inferior a los derechos de propiedad de los grandes inversionistas que traen tecnología. Esto es finalmente el sustento de los dos proyectos de ley que mencionamos párrafos más arriba.

La idea de ‘los grandes lotes que trae tecnología’ como solución a la puesta en valor de los recursos naturales la extiende el presi­dente a las explotaciones mineras, petroleras, pesqueras y madereras. Su concepción de organización de la economía es finalmente la de una multiplicación de haciendas modernas: grandes latifundios (para la agricultura, para la minería, para la pesca, para la explotación maderera y gasífera) de propiedad de grandes inversionistas, por un lado, y miles de campe­sinos, nativos y pescadores convertidos en obreros (probablemente mal pagados y mal tratados, dada la escasa capacidad y/o voluntad del gobierno de mejorar las relaciones labora­les). Nada más contradictorio a la construcción de una sociedad equitativa, ambientalmente sos­tenible, con muchos actores, instituciones fuer­tes, con mercados locales dinámicos y un estado activo y al mismo tiempo descentralizado.

El Perú no puede desarrollarse en el siglo XXI con visiones propias del siglo XIX.

La Revista Agraria – noviembre 2007

Tributación y Minería

José De Echave




A propósito del reciente debate sobre temas tributarios, un informe elaborado por la institución CooperAccion nos permite ver lo que viene ocurriendo en el sector minero.


Hasta antes del boom de los precios de los minerales, la contribución de la minería a los ingresos fiscales fue más bien marginal. Entre 1998 y 2001, su participación relativa en la recaudación total de tributos internos no superó -en promedio anual- el 3.6%. Recién a partir de 2002, el aporte tributario de la minería comienza a ganar importancia hasta ubicarse en 11.1% el 2005 y 20.9% durante 2006.


Entre los impuestos que se recaudan en el sector, el que ha mostrado mayor dinamismo es el Impuesto a la Renta de Tercera Categoría, que se aplica a las utilidades. La participación relativa del sector en la recaudación total de este impuesto, de apenas 7.7% durante 1998-2001, subió a 22.9% durante el período 2002-2006 en promedio anual, alcanzando incluso un 37.0% durante 2005-2006.


Si consideramos sólo aquellos impuestos que en estricto representan la carga tributaria de las empresas -Impuesto a la Renta de Tercera Categoría e IGV- la participación relativa de las empresas mineras en la recaudación total de tributos internos es baja: 2.1% en promedio hasta antes del incremento en el precio de los minerales y 7.6% en promedio durante 2002-2006. Este último porcentaje está muy por debajo del aporte en sectores como otros servicios (25.3%), manufactura (13.1%) y comercio (9.6%).


Durante 1998-2006, la presión tributaria promedio de la minería (11.1%) estuvo dos puntos por debajo de la presión tributaria promedio del país en ese período (13.1%). Si sólo tomamos en cuenta la presión de los tributos internos que conforman la carga tributaria que soportan las empresas mineras, ésta estuvo 5.2 puntos porcentuales por debajo de la presión tributaria del país.


Tres factores explican esta insuficiente participación del sector minero en el total de la recaudación: el Impuesto a la Renta de Tercera Categoría no es el más importante dentro de la estructura tributaria; una mínima participación en la recaudación del IGV, impuesto que es de mayor importancia relativa en la estructura tributaria y una política tributaria sectorial permisiva.


Cabe señalar que el incremento en la recaudación del sector minero, observado en los últimos años, se explica por la excepcional subida en los precios internacionales de los metales, pero también por el hecho que una empresa como Antamina, recién comenzó a pagar Impuesto a la Renta de Tercera Categoría partir de 2005. Antamina es uno de los ejemplos de los impactos en la recaudación por la aplicación de beneficios tributarios, como la depreciación acelerada. Por este beneficio Antamina no pagó Impuesto a la Renta hasta 2004.


Ello nos da una idea del efecto perverso que tienen los beneficios tributarios en el aporte fiscal de la minería en términos de mediano y largo plazo. Incluso si no se hubiese dado el incremento excepcional de precios, la sola reformulación de los beneficios tributarios permitiría una mayor contribución de las empresas mineras con el desarrollo del país.






Pese a que algunos de estos beneficios tributarios ya no están vigentes, continúan siendo utilizados. La reinversión de utilidades quedó sin efecto en septiembre de 2000, sin embargo sigue vigente para aquellas empresas que han firmado Contratos de Estabilidad Tributaria.


Las empresas mineras no están pagando los impuestos o contraprestaciones que les corresponde, debido a una política que fue diseñada para un contexto que ya no existe. Se debería establecer una política fiscal y tributaria de mediano y largo plazo, orientada a que las actividades productivas paguen los impuestos que les corresponden.








Mal Agüero



QUE LA HISTORIA SE REPITA
Kurt Burneo




Aunque al Presidente de la República le incomode el que algunos advirtamos problemas futuros y eso implique como respuesta sólo adjetivos adversos, creo que tal costo se minimiza si en contraposición consideramos, que de alguna utilidad para todos puede ser el prender los reflectores sobre algunos problemas en proceso de incubación; de tal manera que la administración actual al menos empiece a pensar en las soluciones de ellos. En tal sentido, el tan mentado incremento en la inversión pública para el próximo año, de no hacerse nada, sólo sería en el papel y para la foto (aunque esto al final sería una raya mas al tigre, sino acordémonos del magro nivel de ejecución del famoso shock de inversiones). Pero bueno fuera que tal hecho fuese inocuo respecto a nuestras posibilidades futuras de crecimiento, lamentablemente no sería así. Trataré de explicar porque.

Todo proceso de crecimiento económico para que sea sostenible en el tiempo requiere como condición necesaria (aunque no suficiente) contar con infraestructura en servicios públicos; esto es transporte, telecomunicaciones, saneamiento y energía. Si bien el contar con ella mejora las condiciones de ingreso de las familias; es evidente que el desarrollo de la ampliación del ámbito de operaciones de las empresas pasa por contar con esta infraestructura. Actualmente nuestras carencias son grandes: El déficit de inversión en infraestructura algunos lo estiman en alrededor de US$ 23,000 mlls. Frente a este reto, cuanto es el gasto de capital previsto para el próximo año? S/. 15,502 mlls (38% mas que en el 2007) esto es aproximadamente US$ 5,167 mlls ; o para decirlo de otra manera, en el mejor de los casos representa el 22.5% del déficit antes referido.

El caso es que tengo serias dudas respecto a cuanto de estos recursos efectivamente se usarían. Sino preguntémonos cuanto de los S/. 11,198 mills destinados a gastos de capital este año, cuando menos se comprometerían? Mirando los reportes a la fecha, en el mejor de los casos a nivel de compromiso de gasto en promedio no pasaría del 75%. Entonces si no pueden usar 100; porqué podrían hacerlo por 138? Cuáles son las medidas consideradas para empoderar la capacidad de gestión no sólo de los gobiernos subnacionales sino también del gobierno central? Sobretodo si miramos los gastos de inversión (que es el componente mas importante dentro del gasto de capital) la participación del gobierno central se mantiene aún en 41% del total en el 2008 tal como ocurre en este año.

Por otro lado, si el nivel de ejecución del gasto de capital está muy rezagado, es paradójico que se sigan dejando de ejecutar mas de 12,000 proyectos de inversión que ya tienen declaratoria de viabilidad en el marco de la ley del Sistema Nacional de Inversión Pública. Si tan sólo se ejecutaran los 405 proyectos mas grandes (de montos iguales o mayores a 2 millones de soles), sólo eso, ya implicaría una ejecución de US$ 270 mills, equivalente al 50% del tan promocionado como no ejecutado shock de inversiones. Por qué no se hace, por lo menos en lo que corresponde a los proyectos a cargo del gobierno central?

Finalmente, si bien para algunos egos gubernamentales y para la publicidad, es útil salir con anuncios de 38% de aumento del gasto de capital; pero si consideramos que continuará creciendo la demanda interna, la necesidad de infraestructura se va a hacer mas evidente y entonces nos encontraremos con una situación repetitiva en nuestra historia económica: Antes, los procesos de crecimiento e inversión se detenían primero por la aparición de la restricción externa (léase falta de dólares). Esta misma parálisis podría ocurrir en relativamente poco tiempo, pero esta vez, adelantándose a la aparición de dicha restricción, seria resultado de la carencia de infraestructura en magnitud suficiente. Tendremos que dejar que la historia se repita?

Exuberancia Irracional

‘EXUBERANCIA IRRACIONAL’ EN EEUU, 1880-2006

Jurgen Schuldt Noviembre 28, 2007
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En una conferencia que versaba sobre la historia del sistema monetario norteamericano, el entonces presidente de la Reserva Federal introdujo el hoy celebérrimo término de ‘exuberancia irracional’. Curiosamente aparece en una frase marginal a su discurso en la que ¡alude al caso del Japón!. Sin embargo, a esas palabras de Alan Greenspan las Bolsas de casi todo el mundo respondieron a la baja al día siguiente (diciembre 6, 1996): -4% en Londres y Frankfurt, -3,2% en Tokio, -2,9% en Hong-Kong; -2,3% en Nueva York; etc. Lo que quiere decir que los ‘inversionistas’ interpretaron sus palabras, sea como el anuncio de que la política monetaria se ajustaría, sea que las bolsas de valores caerían o dejarían de ser tan rentables como lo habían sido hasta entonces. Sin embargo, después del susto inicial, el índice Standard & Poor (S&P), en términos reales, que se encontraba en 743 puntos, siguió subiendo exponencialmente durante los tres años siguientes, hasta duplicarse y llegar a su máximo de 1486 en agosto del 2000. Ese fue el momento que marcó el fin de la ‘burbuja del internet’ y nótese que el pavor que Greenspan le infundiera a ‘los mercados’ en aquella oportunidad, recién se materializó 45 meses después de su célebre slogan. De ahí en adelante, el índice S&P se desplomó paulatinamente en 43% hasta enero 2002, para volver a coger viada hasta que explotó la burbuja hipotecaria que estamos soportando ahora, cinco años después.
Si bien los economistas tenemos una fama similar a la de los astrólogos y síquicos cuando se trata de verificar nuestras capacidades predictivas, poseemos algunas herramientas que nos permiten acercarnos –en algunos casos- a las tendencias futuras de algunas variables. En el caso concreto de la Bolsa, probablemente el mejor indicador –no el único ciertamente, porque el olfato, el oído y la experiencia también juegan un papel- para determinar si existe ‘exuberancia irracional’, es la relación P/E (price/earnings), que los expertos generalmente utilizan para determinar si una acción está o no ‘barata’. Nosotros utilizaremos un índice parecido, elaborado por Robert J. Shiller, autor precisamente del célebre libro ‘Irrational Exuberance’ publicado en 2000, quien modifica la relación P/E y que llamaremos P/G (por Precio/Ganancia). Se calcula dividiendo el índice de precios de las acciones del S&P entre el índice de los rendimientos de las acciones (promedio móvil de una década), ambos deflactados (para corregir la inflación). Los ‘rendimientos’ incluyen la ganancia de capital y los dividendos. Adjuntamos la gráfica de ese Índice P/G el que usted puede observar, mes a mes, entre 1881 y 2006. Lo que ese indicador expresa es qué tan caro es el mercado (P) en relación a una medida objetiva de la capacidad que tienen las empresas para obtener ganancias (G).
En el extendido periodo que abarca la serie, se observan fluctuaciones muy erráticas, en que el promedio del índice P/G para todo ese lapso es de 18,4. Para no exagerar asumiremos que la ‘exuberancia irracional’ se da cuando ese índice sobrepasa los 20 puntos y que se marca por los puntos que están encima del área sombreada del gráfico adjunto. Obsérvese claramente los picos más pronunciados, referidos a 1901, 1929, 1966 y 2000, así como también el de 2006, momento a partir del cual se pincha la burbuja hipotecaria. La lección que de ahí se desprende es que es relativamente común que se den estos procesos de optimismo excesivo en las bolsas y que, tarde o temprano, revientan para luego recuperarse. Prácticamente cada treinta años se alcanza una de esas cúspides, cuyo ascenso está sustentado inicialmente en procesos realistas de ganancia (por progresos técnicos acelerados o posibilidades efectivas de ganancia, como por ejemplo en el sector inmobiliario), pero que seguramente pierden realismo y que a partir de un momento sucumben a la euforia por procesos sicológicos (como los efectos ‘concurso de belleza’ de Keynes, los de tipo ‘manada’ y similares) que vienen acompañados por la facilidad con la que otorgan créditos las instituciones financieras.
En pocas palabras, los procesos de ‘exuberancia irracional’ pueden detectarse en base al indicador de Shiller (proceso que se inicia cuando P/G rebasa los 20 puntos). Sin embargo, es imposible pronosticar el instante preciso en que explosionan las burbujas, momento a partir del cual se desatan las consiguientes crisis bursátiles, dado que el punto de quiebre puede darse en cualquier instante, el que puede desencadenarse por una infinidad de procesos nimios, no necesariamente tan drásticos como un alza súbita del precio del petróleo, pérdidas masivas o quiebra de empresas ‘blue chips’, guerras internacionales, atentados terroristas, etc.. Lo que es una lástima, ya que -de ser factible un pronóstico aproximado- podrían evitarse tantas angustias, especialmente entre los millones de familias que ahorran para su jubilación sin conocer bien los mecanismos de funcionamiento y la dinámica de las Bolsas (que se parecen cada vez más a nuestros fuleros casinos), agitados por las ganancias extraordinarias temporales que puedan obtener sus vecinos, o porque las anuncian ingenuamente excitados los diarios o por los intereses no siempre celestiales de los agentes bursátiles.

La recurrencia de las crisis bursátiles y la exuberancia irracional, que no solo se vienen repitiendo más frecuente y más profundamente (también en los países del Norte), nos obligan a repasar nuestras lecturas de los ‘clásicos’ olvidados en la materia, para facilitar la comprensión de la peculiar dinámica financiera del capitalismo contemporáneo. Esperamos, para una próxima entrega, volver a conceptos desdeñados cada vez más relevantes, tales como el “Capital Ficticio” (Marx, El Capital, vol. III; sección quinta) y los de las variedades de financiamiento “especulativo” y del tipo “Ponzi” (Hyman Minsky, Can ‘It’ Happen Again?), así como a las contribuciones de Joseph Schumpeter (cap. 3 de su Teoría del Desenvolvimiento Económico) sobre la materia.

944 palabras.
NO INCLUIR: Téngase presente que el Dow Jones, que se encontraba en 8.500 a fines del 2002 ha ido subiendo explosivamente (en 66%) hasta inicios del mes pasado, en que llegó a un pico de 14.100. De ahí ha caído, hasta el momento, en 7,8% (a 13.000)... y pocos dudan que son de esperarse más descensos y más volatilidad, por más que el FED continúe reduciendo la tasa de referencia (actualmente en 4,5%), la más próxima de las cuales se daría el 11 de diciembre.

Movidas regionales: ¿a qué juega Perú?

domingo, 25 de noviembre de 2007

Alan Fairlie Reinoso




El gobierno peruano en una mala copia de la estrategia chilena, está propiciando acuerdos bilaterales con todos los países que sea posible, donde no está claro cuáles son las prioridades y los intereses no solo económicos, sino estratégicos.

Aparte de conceder todo lo que le fue solicitado para hacer viable el lesivo TLC con Estados Unidos, reitera sistemáticamente una posición de debilidad con Chile, que no se cansa de hacer desplantes a un socio subordinado. La presidenta Bachelet no viene a Lima, a pesar de las gestiones de Cancillería que pedían reciprocidad a los varios gestos del presidente García que incluía asistencia a la Cumbre Iberoamericana en Santiago para reunión bilateral. Regresó antes que culminara la reunión, donde tuvo un opaco rol sin propuestas o iniciativas que posicionen mejor al Perú en el entorno internacional.

La otra acción que impulsa el gobierno es la de articular a los países ribereños del Pacífico y que tienen o quieren tener TLCs con Estados Unidos (y apoyaron el ALCA), siguiendo el libreto norteamericano que busca debilitar al MERCOSUR, y especialmente a proyectos contestatarios como el de Venezuela. Se busca fragmentar la integración regional sudamericana, poniendo trabas a la convergencia de los procesos. En vez de adoptar una política de estado como Colombia, que discrepa sustancialmente en términos ideológicos de Venezuela pero impulsa y desarrolla la integración bilateral y proyectos energéticos, aquí se prestan a golpear innecesariamente a vecinos, y no precisamente en defensa del interés nacional.

Ante la justificada reacción boliviana frente a la declaración del gobierno de negociar bilateralmente con Europa desconociendo los acuerdos de Tarija, se le respondió duramente desde diversas instancias del gobierno. Se crea además una fricción diplomática solicitando la extradición de un refugiado político, que ha sido asesor del presidente Morales. Se reitera la disposición del gobierno de venderle el gas de Camisea a Chile, justo en el momento en que Bolivia está negociando una agenda integral con ese país.

Se inicia una escalada contra el gobierno venezolano, acusándolo de una supuesta infiltración ideológica con las casas ALBA, y peor aún, de financiar una campaña de desestabilización al régimen, atribuyéndole la responsabilidad de las protestas de distintos sectores y regiones. Se le ofrece la posibilidad de acuerdos petroleros para tapar el asunto, rápidamente neutralizado por la presión de lobbies chilenos que quieren que sigamos exportando petróleo crudo a ese país para importar gasolinas que aquí distribuye ENAP a través de PRIMAX. Y, principalmente para tratar de solucionar su déficit de energía desde el Perú. En efecto, se ha llegado a un acuerdo preliminar en este tema tratando de reeditar el “Anillo Energético” que tiene como único beneficiario a Chile, eliminando una de las pocas armas de negociación que nos quedan.

Se aísla al Perú, rechazando integrarse al Banco del Sur con diversas declaraciones que incluyen la del presidente del BCR que dice no saber de que se trata. Se hace seguidismo a Chile, que acaba de aportar 50 millones de dólares a la CAF tratando de oponer esta institución al Banco del Sur. Esto constituye un gravísimo error, ya que se perdería una fuente de financiamiento importante para obras de infraestructura y desarrollo regional, así como para la construcción del proceso de integración.

No parece casual que cuando se están creando todas las condiciones para un retorno de Venezuela a la CAN, se intentó patear el tablero de las negociaciones conjuntas con la Unión Europea, señalando que se plantearía un acuerdo bilateral, y que el Perú no aceptaría un acuerdo minimalista. Un retorno de Venezuela como miembro pleno cambiaría la correlación de fuerzas, y los implementadores de la política norteamericana quedarían en absoluta minoría.

Las cuatro condiciones que está planteando Venezuela son plausibles y buscan evitar la triangulación de productos subsidiados norteamericanos en su territorio, cautelar el proyecto político que están impulsando, y priorizar aspectos sociales y políticos de la agenda de integración. Ecuador no solo ha manifestado su apoyo, sino que junto con Bolivia estarían dispuestos a que si este nuevo impulso fracasa en un tiempo prudencial (digamos un año), los tres países se retirarían definitivamente de la Comunidad Andina, lo que significaría su liquidación.

¿A qué juega el gobierno peruano? Atacar a los vecinos díscolos con el imperio, descuidar la alianza estratégica con el Brasil, mantener en un nivel históricamente bajo y distante las relaciones con Argentina y subordinarse a los planteamientos e intereses de Chile no solo nos aísla, sino que está creando condiciones sumamente peligrosas para nuestra sobrevivencia como nación soberana.

Los planteamientos del Presidente en su artículo sobre el “perro del hortelano”, donde ofrece no concesionar, sino vender tierras de las comunidades, de la amazonía, los mares; abriría el camino para que aquellas fuerzas como el narcotráfico y otras actividades ilegales o peor aún, países con apetitos expansionistas, puedan tomar directa y legalmente lo que jamás en sus sueños pensaron que podrían conseguir. Esas propuestas no solo son suicidas, sino que son inconstitucionales y habría que actuar en consecuencia.




1

Jornada laboral, tasa de ganancia y cómo revertir la crisis.

miércoles, 21 de noviembre de 2007


Escribe Carlos Tovar

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El propósito de este análisis es demostrar, con base en la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia enunciada por Marx, que la reducción de la jornada laboral es el medio más efectivo para contrarrestar dicha tendencia decreciente, y con ello, cambiar el rumbo nefasto que la economía mundial está imprimiendo a la historia.

I

La ley como tal

En el capítulo XIII del tomo III de El Capital[1], Marx grafica la caida de la tasa de ganancia con el ejemplo siguiente: supongamos que 100 libras esterlinas representan el salario de 100 obreros durante una semana. Supongamos que el trabajo de estos 100 obreros rinde, por semana una ganancia de 100 libras para el capitalista, luego de deducir lo gastado en maquinaria, insumos y salarios. Estos significa que, por cada 100 libras gastadas en salarios, se obtiene una utilidad de 100 libras. En otras palabras, la proporción entre la utilidad y los salarios (lo que Marx denomina la tasa de plusvalía) es de 100%.

Sin embargo, el aumento de la productividad, debido a la mejora de la tecnología, irá impulsando el incremento del gasto en maquinarias e insumos (lo que Marx llama el capital constante c), de manera que la parte proporcional ocupada por los salarios (lo que Marx llama el capital variable v) disminuye progresivamente.

El resultado, como puede verse, es que la tasa de ganancia (g‘), que resulta de dividir la utilidad entre el gasto total (c+v), tiende a la baja:

si c = 50 y v = 100, g’=100¸150= 66.66%

si c = 100 y v = 100, g’=100¸200= 50.00%

si c = 200 y v = 100, g’=100¸300= 33.33%

si c = 300 y v = 100, g’=100¸400= 25.00%

si c = 400 y v = 100, g’=100¸500= 20.00%

Este descenso relativo del capital variable (salarios) en proporción al capital constante (maquinaria e insumos) no hace más que expresar el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo. Lo que quiere decir que, gracias al empleo creciente de maquinaria y tecnología, el mismo número de obreros puede producir una mayor cantidad de productos.

Cada producto contiene ahora una cantidad menor de trabajo, lo que supone el descenso de los precios.

Pero, por otra parte, y lo que es más importante, la masa de trabajo vivo empleada en la producción disminuye progresivamente en proporción a la masa de materia inerte (insumos y maquinarias), lo que motiva que tasa de ganancia disminuya.

“Dada la importancia de esta ley para la producción capitalista, bien puede decirse que es el misterio en torno a cuya solución viene girando la economía política desde Adam Smith”, dice el propio Marx, aquilatando la envergadura de su formidable descubrimiento.

II

Cómo revertir la tendencia

Como bien sabemos, el desarrollo de las técnicas de producción acarrea el aumento de la productividad del trabajo. Ahora bien, si cada aumento de la productividad es compensado con una reducción proporcional de la jornada de trabajo, la progresión será como sigue:

si c = 400 y v = 100, g‘ = 100 ¸ 500 = 20%

si c = 500 y v = 125, g‘ = 125 ¸ 625 = 20%

si c = 600 y v = 150, g‘ = 150 ¸ 750 = 20%

si c = 700 y v = 175, g‘ = 175 ¸ 875 = 20%

si c = 800 y v = 200, g‘ = 200 ¸ 1.000 = 20%

Donde, como sabemos, c representa el capital constante, es decir, la suma de todo lo gastado en maquinarias e insumos; v simboliza el capital variable o, en otras palabras, lo gastado en salarios; g‘ significa la tasa de ganancia, que se obtiene de dividir la utilidad entre el total de lo gastado (c + v).

Dicho de otro modo, lo que se consigue con ello es detener el incremento de la composición orgánica del capital, es decir, el aumento de la proporción del capital constante c sobre el capital variable v. De esta manera, se elimina lo que Marx estableció como la causa de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

Expliquemos en detalle la progresión que se muestra líneas arriba.

Como vemos al comparar el primer renglón de la secuencia con el segundo, cuando aumenta el capital constante de 400 a 500, el capital variable aumenta en la misma proporción, es decir, de 100 a 125. Ambos aumentan, por consiguiente, en 25%.

Recordemos que en la progresión mostrada por Marx en El Capital el capital variable no aumenta: se mantiene en 100. ¿Cómo se consigue ahora este aumento del capital variable, en la misma porporción que el capital constante? La respuesta está en la reducción de la jornada laboral.

Supongamos que la progresión que estamos analizando se realiza en una fábrica con 100 trabajadores. En el primer renglón del cuadro, esos 100 trabajadores ponen en movimiento maquinarias e insumos (capital constante) por valor de 400; perciben salarios por valor de 100, y producen una plusvalía de 100, lo que significa una tasa de ganancia de 20%.

Al aumentar la productividad del trabajo, como consecuencia del avance de la tecnología, ocurrirá que los mismos 100 trabajadores, durante el mismo tiempo de trabajo (en caso de mantenerse la jornada laboral), pondrían en movimiento maquinarias e insumos por valor de 500, en lugar de los 400 de antes. esto significa que la productividad se ha incrementado en 25%. Como consecuencia de ello, la tasa de ganancia, siguiendo la progresión estudiada por Marx, bajaría de 20% a 16.66%:

si c = 500 y v = 100, g’ = 100 ÷ 600 = 16.66%

Cosa distinta ocurre si se disminuye la jornada de trabajo. Si ocurre que, manteniendo la jornada existente, los mismos 100 trabajadores están ahora en capacidad de poner en producción un capital constante de 500, eso significa que, para poner en producción un capital constante de 400, les basta ahora con una jornada 20% menor en extensión. En consecuencia, se decide reducir la jornada en esa proporción.

Si la plusvalía obtenida en el primer escalón de este proceso se reinvierte, como es usual en lo que se llama la reproducción ampliada del capital, habrá un excedente de capital constante de un valor de 100 ( la diferencia entre los nuevos 500 y los antiguos 400), que necesita ser puesto en producción, y para lo cual se deberá contratar 25 nuevos trabajadores, quienes laborarán, por supuesto en la nueva jornada reducida. Es así como llegamos al segundo escalón del proceso:

si c = 500 y v = 125, g’ = 125 ÷ 625 = 20%

Con lo cual se ha conseguido estabilizar la tasa de ganancia en 20%.

Damos por entendido que esta secuencia, que utiliza a manera de ejemplo la cifras de una hipotética empresa de 100 trabajadores, se refiere, en realidad, al conjunto de la economía global, puesto que sólo en ese conjunto es que se produce el fenómeno de la reducción de la tasa de gananacia. No estamos hablando de empresas individualemnte consideradas. Lo que ocurre en el comportamiento individual de las empresas, cuando se convierte en regla general del comportamiento económico global, se transforma en lo contrario.

Cuando una empresa incorpora nuevas tecnologías y, con ello, aumenta la productividad del trabajo, obitene mayores utilidades que sus competidoras, como es bien sabido; pero cuando esas nuevas teconologías se generalizan a todas las empresas, la tasa de ganancia tiende a bajar, afectando a todas sin excepción, como bien lo advirtió Marx en el pasaje citado al comenzar este análisis. De manera semejante, ninguna empresa puede, individualmente, reducir la jornada de trabajo, sin perder competitividad en el mercado; pero cuando la reducción de la jornada se impone como una regla general, de acatamiento obligatorio para todas las empresas, ocurre más bien que se evita que caiga la tasa de ganancia. Estamos hablando entonces, repito, de procesos generales, simbolizados en esos cálculos en pequeña escala.

Llegados a este punto, podemos decir, parafraseando a Marx, que la cuestión, por lo que llevamos expuesto, no puede ser más sencilla y, sin embargo, es el misterio en torno al cual viene girando la maquinaria enloquecida del capitalismo.

III

Cómo enloquece el capitalismo

Como bien dice Oskar Negt, hoy en día el capital está funcionando exactamente como lo describió Marx en El Capital[2]. En el capítulo XIV del tomo tercero, Marx pasa revista a lo que él llama “causas que contrarrestan la ley” de la baja de la tasa de ganancia. Con ello se refiere al juego de interacciones que el capital desarrolla en su afán de escapar de la contradicción que lo persigue.

Lo sorprendente resulta comprobar que esas interacciones están presentes hoy, precisamente, ¡oh ironía de la historia!, cuando intelectuales y economistas de todo calibre consideran a Marx como pieza de museo. Veamos.

  1. Aumento del grado de explotación del trabajo, que se produce de dos maneras: mediante la prolongación de la jornada de trabajo y mediante la intensificación del trabajo. Ambas modalidades están tan vigentes hoy que casi resulta innecesario abundar sobre ellas. En todo el mundo se ha desencadenado una ofensiva del capital para obtener el aumento del grado de explotación del trabajo. Para ello se vale de la llamada flexibilización laboral, de la creciente tercerización y precarización de los contratos, del chantaje y la esclavización de los inmigrantes, etc.
  2. Reducción del salario por debajo de su valor. Los mismos mecanismos anteriores, sumados a la presencia creciente de una enorme masa de desocupados, presionan para reducir los salarios por debajo de su valor.
  3. Abaratamiento de los elementos de forman el capital constante. El aumento de la productividad acarrea el abaratamiento de las mercancías, que a su vez van a formar de nuevo el capital constante (dado que los insumos y las maquinarias son mercancías).
  4. La superpoblación relativa, o, en términos actuales, el desempleo. Dice Marx que cuanto más se desarrollla en un país el régimen capitalista, más acusado se presenta en él el fenómeno de la superpoblación relativa (o del desempleo, diremos nosotros). He aquí otro de los fenómenos más resaltantes del panorama mundial contemporáneo, sobre el cual tampoco necesitamos explayarnos.
  5. El comercio exterior, que permite ampliar la escala de la producción, generando el mercado mundial. Todo esto equivale a lo que hoy conocemos como la globalización.
  6. Aumento del capital-acciones. Aquí Marx vislumbra la creciente importancia del capital financiero, que es otro de los fenómenos característicos del capitalismo contemporáneo. En su afán por obtener tasas más altas de ganancia, el capital infla el movimiento bursátil, inventa instrumentos financieros cada vez más especulativos, genera burbujas financieras y se refugia en paraísos fiscales, al punto de amenazar la estabilidad de las economías nacionales y de los gobiernos.

Prolongación de la jornada de trabajo, intensificación del trabajo, reducción de los salarios, desempleo estructural, subempleo, liberalización del comercio mudial y del movimiento financiero mundial (sin que traiga aparejada la liberalización del movimiento de las personas), paraísos fiscales, burbujas financieras, especulación desenfrenada, son las cosas que el capital necesita hacer para contrarrestar la caída de su tasa de ganancia, y son, precisamente, las cosas que hoy está haciendo.

Este conjunto de fenómenos, además de resultar una vívida descripción de lo que sucede hoy en el mundo, no son, como algunos quieren creer, producto del azar, ni tampoco anomalías temporales del sistema económico. Si el capital presiona por aumentar el grado de explotación del trabajo, no lo hace por una alteración transitoria, sino porque está empujado a ello por una contradicción estructural, inmanente. La misma enfermedad congénita lo empuja a establecer una suerte de dictadura del capital financiero, mediante una cadena de instituciones (léase calificadoras de riesgo, fondos de inversión, organismos “multilaterales”), que se imponen sobre los gobiernos para someterlos a obligarlos a capitular ante las exigencias del capital.

Es por eso la reducción de la jornada de trabajo, cuyas consecuancias sobre la tasa de ganancia acabamos de exponer, cobra una importancia crucial.

IV

Productividad y jornada laboral

En Manifiesto del siglo XXI[3] hemos expuesto nuestra tesis de que la jornada laboral debería reducirse en proporción al aumento de la productividad. Considerando que, desde la implantación mundial de la jornada de ocho horas, alrededor de 1919, no se han producido mayores reducciones (salvo, tal vez, el caso de las 35 horas semanales que se implantaron en Francia y Alemania, y que hoy, en virtud de la ofensiva de las derechas, están en proceso de anularse), hemos propuesto la implantación mundial de la jornada de cuatro horas. Para ello tomamos en cuenta que, desde 1919 hasta la fecha, se han producido gigantescos incrementos de productividad, sin que ello haya redundado en una reducción proporcional del tiempo de trabajo. En consecuencia, existe un descomunal pasivo en este tema. Los cálculos más pesimistas pueden arrojar, para el lapso de 90 años del que estamos hablando, cifras que superan largamente el modesto 100% de incremento de la productividad que se necesita para justificar, a su vez, una reducción de la jornada laboral a la mitad, como es la que estamos proponiendo.

Para tener una idea, citaremos los incrementos de productividad en cinco de los principales países capitalistas, para el periodo 1870-1981[4]:

Estados Unidos 504.6

Inglaterra 478.1

Japón 4,385.1

Alemania 1,108.4

Francia 1,155.6

No le faltaba razón, entonces, a Bertrand Russell, para proponer, ya en 1932, la jornada de cuatro horas, argumentando, como ahora lo hacemos nosotros, que el aumento de la productividad no sólo lo hacía perfectamente posible entonces, sino absolutamente necesario para restituir al ser humano el tiempo libre que se había ganado con su esfuerzo.

Hay quienes argumentan, para objetar la reducción de la jornada como una medida universal, que los índices de productividad son muy inferiores, en los países del llamado tercer mundo, a aquellos de los países capitalistas avanzados. Seguramente que sí, pero precisamente por ello, decimos que estamos proponiendo, no una reducción de la jornada laboral al 20%, como sería la proporción de acuerdo al aumento de la productividad en Estados Unidos, ni tampoco al 10%, como lo sería en Francia o Alemania, ni menos al asombroso… ¡2.5%! que indicaría la productividad en el Japón, sino a un modesto 50% (de ocho horas, a cuatro).

Por otra parte, resulta equivocado sostener que, porque unos países tengan menor productividad que otros, no pueda implantarse una jornada laboral universal. Si así fuera, no debería haberse luchado nunca por las ocho horas. Marx, Engels y todos los socialistas del siglo XIX, habrían estado equivocados al impulsar decididamente la reducción progresiva de la jornada, bajo el histórico llamado: “proletarios del mundo, ¡uníos!”.

La implantación de una jornada laboral, como conquista universal, se basa precisamente en que, pese a las diferencias de productividad entre los trabajadores de diferentes países, es indispensable establecer un piso, un límite básico a la jornada, que impida que, al ponerse en competencia los trabajadores de unos países contra otros (que es, precisamente, lo que ocurre ahora), desaparezca todo límite, se libere de todo freno a la explotación del ser humano, y nos embarquemos todos en una carrera hacia el fondo, que no puede terminar sino en niveles imprevisibles de degradación humana.

V

Cada vez más urgente hacerlo, cada vez más peligroso no hacerlo

A lo expuesto se suma otra observación, ya anotada por Marx, en virtud de la cual, cuanto más se desarrolla el capitalismo y, en consecuencia, más se incrementa la composición orgánica del capital, más fuerte se hace la presión del capital sobre el trabajo para extraer de este último la mayor plusvalía posible. Esto quiere decir que el capital está obligado, por la fuerza de una correlación matemática que a continuación explicaremos, a redoblar las acciones enumeradas arriba y que sirven para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia. Lo que significa, entonces, que la presión para prolongar la jornada de trabajo, intensificar el trabajo, rebajar los salarios, aumentar la amenaza del desempleo, incrementar la especulación financiera, etc., irá en aumento cuanto más demore la humanidad en replicar a esta tendencia nefasta mediante la única forma efectiva que existe para lograrlo: la reducción de la jornada laboral.

Para graficar la proporción matemática de la que estamos hablando, vamos a partir de un

capital que se distribuye como sigue:

c = 50, v = 50, g’ = 50 ÷ 100 = 50%

Donde el capital constante tiene un valor de 50; el capital variable un valor de 50; con una tasa de plusvalía de 100% se obtiene una ganancia de 50; todo lo cual da como resultado una tasa de ganancia de 50%.

Supongamos que, en este escenario, el capitalista decide prolongar la jornada laboral, para contrarrestar con ello la caída de su tasa de ganancia, y al mismo tiempo decide, con la misma finalidad, intensificar el trabajo para obtener un mayor rendimento por el mismo salario. Con todo ello, digamos que el capitalista obtiene un incremento de la tasa de plusvalía de 100 a 120%. Ello significará, entonces, que la secuencia se modificará como sigue:

c = 50, v = 50, g’ = 60 ÷ 100 = 60%

Mediante un incremento de la tasa de plusvalía de 20%, nuestro capitalista ha obtenido un incremento de la tasa de ganancia de 10%.

Analicemos ahora qué ocurre cuando la composición orgánica del capital es más alta, como en el caso siguiente:

c = 100, v = 50, g’ = 50 ÷ 150 = 33.33%

En este nuevo escenario, el capitalista obtiene, mediante los mismos medios utilizados antes (prolongación e intensificación de la jornada), el incremento de la tasa de plusvalía de 100 a 120%. En este caso, la secuencia se modifica como sigue:

c = 100, v = 50, g’ = 60 ÷ 150 = 40 %

Mediante un incremento de la tasa de plusvalía de 20%, el capitalista ha obtenido, en este caso, solamente el 6.66% de incremento de la tasa de ganancia (ya no el 10% que antes obtuvo).

Si se incrementa aun más la composición orgánica, ocurre lo siguiente:

c = 200, v = 50, g’ = 50 ÷ 250 = 20%

Donde, aplicando las misma medidas para aumentar el grado de explotación del trabajo, el capital va a obtener, en este caso:

c = 200, v = 50, g’ = 60 ÷ 250 = 24%

Es decir, solamente un 4% de aumento en la tasa de ganancia.

Cuanto más alta la composición orgánica del capital, menores son los aumentos de la tasa de ganancia que se obtienen aplicando las mismas medidas para obtener la sobreexplotación del trabajador.

Como dijimos, esta paradoja matemática ya fue señalada por Marx: “La mercancía contiene menos trabajo nuevo añadido, pero, en cambio, aumenta la parte de trabajo no retribuido con relación a la parte de trabajo pagado. Sin embargo, esto sólo puede ocurrir dentro de ciertos límites. A medida que, al desarrollarse la producción, se acentúa em proporciones enormes el descenso absoluto de la suma del trabajo vivo añadisdo a cada mercancía, disminuirá también en términos absolutos la masa de trabajo no retribuido que en ella se contiene, por mucho que esta masa aumente en términos relativos, es decir, en proporción al trabajo pagado”[5].

La misma paradoja es expuesta por Pietro Basso, en su obra Modern times, ancient hours[6].

Como bien sabemos, la composición orgánica del capital se viene incrementando constantemente, y más aún en los periodos de revolución tecnológica como el que estamos viviendo. Es lógico pensar que esta creciente desproporción matemática entre el aumento de la tasa de plusvalía y el aumento de la tasa de ganancia es la razón de fondo que está empujando al capitalismo neoliberal a lanzar la gigantesca ofensiva mundial que ha desencadenado (hasta ahora con éxito) con el fin de romper las barreras laborales que le impiden someter al trabajador a las jornadas más largas y más intensas posibles. Ello está llevando, como es ampliamente sabido, al extremo de reimplantar la esclavitud, no solo en los remotos arrabales del tercer mundo, sino también en el corazón mismo de las poderosas economías de Europa y los Estados Unidos.

VI

La gran amenaza

El peligro que se cierne sobre la humanidad es enorme, de acuerdo a la tendencia que hemos descrito. La especulación financiera, que ya se está llevando al paroxismo, ha hecho del capital financiero el mayor poder que existe actualmente en el planeta. A su vez, es precisamente el poder de este capital financiero[7] (los famosos fondos de inversión, los gigantes sin rostro) el que dicta a las empresas y a los gobiernos las feroces políticas de reestructuración económica que traen aparejados los despidos masivos, la precarización laboral, la intensificación del trabajo, etc.

El crecimiento del comercio internacional, por otra parte, parece estar encontrando sus últimos bolsones de expansión con la incorporación de economías como la China y la India.

En estas circunstancias, la presión del capital se hará cada vez más fuerte, y es probable que, siendo las conquistas democráticas como la sindicalización, un obstáculo importante, el capital hará todo lo posible por desmontarlas, aunque para ello tenga, a su vez, que traerse abajo todo el andamiaje jurídico-político de la república democrática.

La sombra de la dictadura y el fascismo se ciernen sobre la humanidad, a menos que los trabajadores del mundo, cuya fuerza larvada es la única que puede revertir esta tendencia nefasta, se pongan en movimiento, al grito de ¡proletarios del mundo, uníos!, para conquistar la reducción de la jornada y, con ello, revertir esta tendencia nefasta y empezar a cambiar la historia. La reducción de la jornada, como hemos expuesto en Manifiesto del siglo XXI, al producir el pleno empleo, cambiará la correlación de fuerzas, hoy desfavorable al trabajo. Esa correlación de fuerzas empazará a cambiar al desaparecer el fantasma del desempleo, que es el siniestro chantaje mediante el cual se somete, por temor, a los trabajadores del mundo a las más inicuas condiciones laborales que se hayan visto desde el siglo XIX. Además de ello, la reducción de la jornada proporcionará a los ciudadanos tiempo libre (del que podrán hacer uso para organizarse, ejercer sus derechos ciudadanos y movilizarse por sus reivindicaciones), y nueva calidad de vida (a la que todos tenemos derecho, luego de siglos de avance tecnológico).



[1] Marx, Carlos: El Capital, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, pp. 213-215.

[2] Citado por Abelardo Oquendo en La República, 13 de setiembre de 2005.

[3] Tovar, Carlos, Manifiesto del siglo XXI, Fonfo Editorisl de la UNMSM, Lima, 2006.

[4] Tomados de Basso, Pietro, op. cit., pág. 32

[5] El capital, (Fondo de Cultura Económica, México, 1972), tomo III, pág 226.

[6] Basso, Pietro, op. cit., pág. 205: The paradox of labour productivity.

[7] Al respecto véase Nuevo capitalismo, por Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique, número 145, noviembre 2007.

La reforma del cangrejo

Escribe Enrique Fenández Maldonado

Una vez más, cual canto de sirena, nuestros neoliberales criollos pretenden imponernos una reforma laboral cuyo carácter regresivo salta a primera vista. Con el sonsonete de los “sobre costos” laborales, el ministro Carranza & Cia buscarían prorrogar un régimen “promocional” que, lejos de formalizar el empleo en el sector mype, echaría por la borda los esfuerzos por lograr una ley general del trabajo a través del diálogo social.
Se ha dicho hasta el cansancio que la flexibilización laboral, en si misma, no genera empleo. Por el contrario: precariza el existente y no resuelve el problema de la informalidad. Basta analizar la evolución del subempleo y desempleo durante los noventas. De hecho, la propia Ley MYPE, próxima a cumplir cinco años de vigencia, muestra resultados, por decirlo de algún modo, bastante modestos.
¿Cómo entender esta ampliación del régimen mype? Pues, como la apuesta por consolidar el carácter excluyente del modelo de relaciones laborales heredado del fujimorismo. Una reforma, cabe agregar, que encaja perfectamente con la organización del trabajo en tiempos de globalización. Pero ¡ojo! no para reforzar los mecanismos promotores del empleo decente (una demanda cada vez mayor a nivel mundial); sino para perennizar el modelo de explotación laboral y desigualdad social propio de países “maquileros”.
Hoy en día, la intensidad del comercio internacional y la demanda de productos exportables exigen de las empresas la diversificación de sus procesos productivos. Para ello apelan al outsourcing. El uso de la subcontratación, o tercerización, está ampliamente extendido en el sector textil peruano, donde un puñado de empresas grandes subcontrata a miles de micro y pequeñas unidades para atender la creciente demanda externa. Esto no tendría nada de extraño si no fuera porque empresas que incrementan sustancialmente su producción y, por tanto, sus márgenes de ganancia, se acogen – ¡cómo no! – a leyes “promocionales” que reducen estándares laborales bajo ningún modo justificables. Los casos de Topy Topy y Textil San Sebastián son vivo ejemplo de ello.
Lo tragicómico de este cuadro es que no se trataría sólo del régimen mype. En la actualidad están vigentes un conjunto de leyes que “nivelan hacia abajo” el acceso a derechos y beneficios laborales de un amplio sector de trabajadores peruanos, violentando el principio de igualdad y no discriminación en el empleo. Si metemos en un saco a los trabajadores agroindustriales, a las trabajadoras del hogar, a los de los sectores de exportación no tradicionales y a los de las MYPE (en su versión MEF) – todos regidos por marcos regulatorios “especiales” – tenemos que más del 80% de la PEA accederían a estándares laborales menores a los fijados para la actividad privada (los mismos que, dicho sea de paso, son bastante bajos).
Los riesgos que asume el gobierno con esta ley no son poca monta. Cuando se cierran los canales legales y democráticos que tienen los trabajadores para participar de la bonanza económica (a través de la sindicalización y negociación colectiva), el desenlace previsible es la exaltación de la paciencia y la recurrencia a métodos ilegales y violentos – respuestas hasta cierto punto legítimas – por una justicia que le es esquiva. ¿Contribuye esto al país? Definitivamente no. No obstante, el desentendimiento oficialista frente a las demandas redistributivas de importantes sectores del país semeja más el devenir de los cangrejos (siempre de perfil) que el de un gobierno que encara frontalmente la promesa de cambio responsable a favor de las mayorías. Advertidos estamos.

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