Política Macroeconómica de Vacaciones

sábado, 29 de noviembre de 2008


Waldo Mendoza Bellido


Un sismo económico está recorriendo el mundo. El epicentro es Estados Unidos y sus ondas están remeciendo al planeta Tierra. Más de la mitad del mundo está en recesión y el resto puede seguir la misma ruta. En todo el mundo se están tomando medidas para enfrentar la crisis; menos aquí. Nos hemos tomado en serio lo del blindaje y lo del “Perú, refugio de la inversiones del mundo”. La política macroeconómica está de vacaciones.


Para que el sector externo no explote y para que la economía siga creciendo, no sirve limitarse a la receta del curandero: “Si tienes fe, sanarás”. El MEF y el BCRP tienen que actuar desde hoy para impedir la primera recesión y crisis de balanza de pagos de este siglo.


La probabilidad de una crisis de balanza de pagos, o de una recesión en el 2009, no es nula. Un sismo de grado mucho menor, con epicentro en un país emergente – Rusia, 1998- provocó una crisis de balanza de pagos, un salto de más de 15 % del tipo de cambio real entre fines de 1998 y principios de 1999, que nos trasladó de la euforia, con 7% de crecimiento en 1997, a la depresión, crecimiento de -1 %, con quiebra de bancos incluida, en 1998.


La amenaza de crisis de balanza de pagos y de recesión existe porque no se ha activado aun una política macroeconómica apropiada para enfrentar al choque de demanda externo más fuerte de las últimas décadas.


Las cuentas externas han pasado de azul a rojo. La recesión mundial, que ha hecho caer nuestras exportaciones, con importaciones aun dinámicas, ha producido en octubre un déficit comercial de más de USD$ 300 millones, el más alto de los últimos 10 años. Por otro lado, se han interrumpido las líneas de crédito externo de corto plazo para los bancos locales.


En un sistema de tipo de cambio libre, este choque externo debiera tener un impacto notable sobre el precio del dólar, cosa que no ha ocurrido aquí. En los últimos meses, mientras el resto de países latinoamericanos ha devaluado en más de 20 %, nuestro tipo de cambio está prácticamente fijo. Vender dólares para mantener el tipo de cambio fijo, y mostrarlo como ejemplo de solidez de la economía peruana, es imprudente.


A la velocidad que se están perdiendo reservas internacionales- US$ 6000 millones en los últimos tres meses- una de nuestras fortalezas, tener elevadas reservas, puede convertirse rápidamente en historia. Hay muchos ejemplos, aquí y en el mundo, que un esquema de intervención cambiaria que retrasa el tipo de cambio puede terminar en una crisis de balanza de pagos. Esto es, un salto virulento del precio del dólar que ocurre cuando el banco central se queda sin las reservas suficientes para seguir defendiendo el tipo de cambio.



Cuando el tipo de cambio salta, de la euforia puede pasarse rápidamente a la depresión: México 1994, Perú 1998, Brasil 1999 y Argentina 2001 son algunos ejemplos que muestra la historia. El deterioro de los salarios reales y la incapacidad para pagar las obligaciones en moneda extranjera de familias o empresas que tienen ingresos en moneda nacional, que produce el salto del dólar, son los activadores o amplificadores de la recesión.


El problema es que el BCRP sigue operando como si la inflación fuese el problema central y por eso ha congelado el tipo de cambio. Pero la inflación, a pesar de los ajustes recientes en algunos precios regulados, descenderá en los próximos meses, por la caída de la inflación mundial y la reducción de nuestro ritmo de crecimiento.


Por otro lado, el nuevo contexto externo amenaza también con interrumpir el crecimiento de la economía peruana. Primero, porque la caída de la demanda por nuestras exportaciones está afectando al precio y al volumen de nuestras exportaciones. Segundo, porque se están recortando las líneas de crédito del exterior con el que se financia parte del crédito bancario en dólares. Tercero, porque la caída de los precios de nuestras exportaciones, al bajar la rentabilidad de algunos proyectos en marcha y otros que estaban en proceso, está reduciendo el ritmo de crecimiento de la inversión privada.


El cuarto factor, que no se ha activado aun, y que puede decidir el curso futuro que tome la economía peruana, es la dirección que tomará el crédito bancario agregado. El auge del crédito bancario que ha sostenido el crecimiento reciente puede interrumpirse como resultado de la salida de capitales, por alguna señal de fuerte enfriamiento de la economía o por la amenaza de una crisis de balanza de pagos. En estos casos, el optimismo exagerado de banqueros y empresarios puede convertirse rápidamente en un pesimismo infundado, paralizando el mercado de créditos y la inversión privada.


¿Qué hacer para que la economía peruana siga creciendo en el 2009 y, al mismo tiempo, no explote una crisis de balanza de pagos?


En política fiscal, además de poner el pie en el acelerador de la inversión de los gobiernos regionales y locales que tienen recursos del Canon y las regalías, hay que cambiar el Proyecto de Presupuesto 2009 para hacer un espacio a la inversión pública del Gobierno central que compense la caída de demanda externa. Hoy, a diferencia de 1998, el fisco cuenta con esos recursos financieros y no hay necesidad de pasar por el aval de los mercados internacionales, vendiendo bonos afuera, ni del FMI, cuyos tecnócratas, en escenarios como el actual, suelen recomendar bajar el gasto público y subir la tasa de interés.


En política monetaria, hay que conjurar la sequía crediticia en moneda extranjera con una política monetaria expansiva en moneda nacional. Eso significa que debe iniciarse una fase de reducciones de la tasa de interés de referencia del BCRP que amortigüe los efectos de la contracción del crédito en moneda extranjera.


Sin embargo, esta política keynesiana, apropiada para economías más grandes y más cerradas, puede ser aquí el detonante de una crisis de balanza de pagos, porque deteriora la balanza comercial y puede acelerar la salida de capitales. Por eso, en el Perú, esta política necesita estar acompañada de una elevación apreciable pero ordenada del tipo de cambio real, aun cuando eso signifique demorar la caída de la inflación y, simultáneamente, de acciones que frenen el crecimiento de las importaciones, sin afectar a la producción nacional, como el alza del ISC a los bienes importados.


Si evitamos una crisis de balanza de pagos y mantenemos una tasa de crecimiento decente en el 2009, podremos decir, con propiedad, que el Perú es una estrella que logra observarse en un cielo nublado.

Notas de Un Posible Balsero

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Kurt Burneo

El Presidente de la República ha amenazado con embarcar a
todos los que somos pesimistas (es decir, realistas) respecto al
curso futuro de la economía peruana en una balsa y lanzarla al
mar para que se pierda.. A riesgo de ser embarcado en la balsa, creo
que es preferible ser realista y señalar los problemas que el
manejo macroeconómico peruano tendrá que encarar.


Para el año 2009, el FMI y la OECD proyectan que el centro de
la economía mundial atravesará una recesión sin precedentes
(EEUU, Zona Euro y Japón que explican el 65% del PBI mundial),
iniciada en la segunda mitad del 2008; nadie conoce su duración
y está asociada a una crisis financiera internacional que se ha
traído abajo a una impresionante lista de los más grandes
bancos e intermediarios financieros del planeta. Estas recesiones
asociadas a crisis financieras son más severas y prolongadas
que las recesiones normales.

En esta coyuntura, que el Presidente declare que nuestra economía
será inmune a estos desarrollos externos negativos, o que
afirme (como una suerte de conjuro mágico) que las inversiones
vendrán al país porque “somos una isla de bonanza
económica”, o que diga esta es una crisis capitalista de
crecimiento, o que su principal propuesta económica para
enfrentar la crisis externa sea insistir en el libre comercio, define
una peligrosa inacción de la política macroeconómica.

Esta recesión más crisis financiera se transmite a la periferia a
través de diversos canales de contagio. El primero es el
financiero: Salida de capitales, no renovación y/o recorte de
las líneas de crédito del exterior menores remesas. El
segundo es el bursátil: Mayor volatilidad y tendencia a la
baja de la bolsa de valores limeña. El tercero es el
comercial: Desplome de los precios internacionales de las materias
primas que exportamos y así menores ingresos fiscales
principalmente por la caída del impuesto a la renta, también
disminuyendo la demanda para nuestras exportaciones no tradicionales.
Por ultimo, tenemos el canal de las expectativas:Los agentes se
vuelven mucho mas conservadores para tomar sus decisiones de
inversión o consumo y de prestar o no dinero. La suma de estos
efectos afectara adversamente la tasa de crecimiento del PBI y el
ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo. Y, además,
la suma de estos efectos genera ya fuertes presiones al alza del tipo
de cambio. Mas que invocaciones a mantener la fe, o a la filosofía
del sí se puede, lo que se necesita es una dosis indispensable
de pragmatismo para enfrentar eficazmente estos efectos adversos de
la crisis externa.

Una primera decisión está referida a no esperar la
manifestación e intensificación de los inevitables
efectos adversos de la crisis externa sobre el crecimiento económico
peruano para desarrollar una política fiscal y monetaria
expansivas, contracíclicas: Sostener el gasto de capital y
reducir la tasa de interés de referencia y la tasa de encaje
en moneda nacional a fin de dotar de liquidez a los bancos y prever
futuras restricciones del crédito.

Una segunda decisión, cuando ya tenemos un déficit de
balanza comercial en setiembre ultimo, es que el BCR deje de vender
dólares (el flujo de la posición de cambios en octubre
fue de –US$ 3,044 mills) al ritmo al que lo viene haciendo;
permitiendo una moderada devaluación. Actualmente se esta
utilizando las reservas de divisas de modo prematuro, dada la
incertidumbre sobre la duración de la crisis externa. Además,
está generando una creciente pérdida de competitividad
de nuestra industria debido a que nuestros socios comerciales (por
ejemplo, los países de la región) tienen ritmos
devaluatorios frente al dólar mucho mayores que el nuestro.

Una tercera decisión es aumentar las tasas arancelarias
aplicables a bienes suntuarios ( licores, cigarrillos, vehículos
de alta cilindrada para uso personal y embarcaciones de recreo etc);
si bien en términos de recaudación ello no revertiría
sustancialmente el déficit en cuenta corriente, éste
ajuste incremental apuntalaría una percepción menos
asimétrica respecto a la distribución de la carga
tributaria por parte de los ciudadanos a pie. Al final, es la
política macroeconómica peruana la que puede amortiguar
(si esta bien hecha) o agravar (si esta mal hecha) los inevitables
impactos de la crisis externa; y lo digo aunque me gane un puesto en
la balsa.

Keynes desde la periferia

lunes, 10 de noviembre de 2008

Félix Jiménez
Economista Ph. D.
Profesor Principal de la PUCP

El presidente Alan García en su discurso pronunciado en la CADE 2008 dijo, refiriéndose a la crisis internacional, «hay que comprar los libros de Keynes». Pero, si él los hubiera comprado y leído antes de iniciar su segundo gobierno, habría recusado las políticas neoliberales del Consenso de Washington que el fujimorismo aplicó ignominiosamente en nuestro país. Habría propuesto el desarrollo de los mercados internos, sin renunciar al comercio ni subordinar el crecimiento a él; y, se habría empeñado en desarrollar un mercado financiero y de capitales que nos proteja de la globalización financiera.

Pero, como sabemos, abrazó el ideario del «fujimorismo económico», que dolarizó el sistema financiero, que deprimió el tipo de cambio real, que encareció el costo del crédito y que redujo la inversión pública hasta niveles perversos atentando contra los pobres con el deterioro de las carreteras, de los ferrocarriles, de las postas médicas, de los hospitales, de las escuelas, de los colegios y de las universidades públicas. Quizá por esta razón el presidente García nunca entendió que para salir de la secuela recesiva de la crisis financiera de 1998, se adoptaron políticas macroeconómicas y regulatorias a tono con el keynesianismo. Bajó la tasa de interés, aumentó el tipo de cambio real, se redujo la exposición del sistema financiero y de las cuentas fiscales al riesgo cambiario, y se dio inicio a un estilo de crecimiento menos primario exportador y, por primera vez, acompañado con superávit crecientes en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

De cómo se redujo la fragilidad económica y financiera
La crisis financiera de 1998 permitió extraer una lección importante para economías pequeñas, abiertas al mundo como la nuestra. Con una cuenta de capitales abierta, el sistema bancario y financiero local mal regulado, la tolerancia a la expansión de deudas (pública y privada) en dólares, y el descuido del sector externo, constituían los principales factores de contagio y propagación de las crisis financieras externas.

La lección aprendida, entonces, no era que las crisis se prevenían generando recurrentes superávit fiscales. Las lecturas de Keynes y Minsky, desde una economía semidolarizada y abierta como la nuestra, sirvieron para que el equipo económico del período 2001-2006 imaginara e implementara un conjunto de políticas preventivas para protegernos de nuevos shocks externos adversos. En primer lugar, se adoptó una política explicita de acumulación de reservas internacionales, para que el BCR pueda actuar como prestamista de última instancia y, por esta misma razón, para morigerar la volatilidad del tipo de cambio. Se introdujo una regla de intervenciones cambiarias esterilizadas, con este propósito, junto a una regla de política monetaria que permitió anclar las expectativas inflacionarias. En segundo lugar, se limitó severamente el endeudamiento externo de corto y largo plazo por parte de las empresas bancarias, con lo cual se evitó la expansión del crédito en moneda extranjera a familias y empresas cuyos ingresos son fundamentalmente en soles. Y, en tercer lugar, se puso en marcha el programa de creadores de mercado de deuda pública interna, en soles, para aislar las cuentas fiscales de los riesgos de mercado (cambiario y de tasa de interés) asociados al predominio de deuda en moneda extranjera, mediante su sustitución por deuda interna en soles, y también para reducir el riesgo de refinanciamiento de la deuda pública alargando sus plazos de vencimiento.

Todas estas medidas se orientaron a proteger financieramente a la economía porque generaban las condiciones para crear activos o títulos en soles (sustitutos de los activos en dólares), que son menos expuestos al contagio. El citado programa tenía además el propósito de impulsar el desarrollo del mercado de capitales en soles, con la creación de una curva de rendimientos que sirvió de referencia para las emisiones privadas que se hicieron en los últimos años. Faltó, sin duda, reformar el respectivo marco regulatorio para permitir que las empresas productivas, pequeñas y medianas, financien sus inversiones con emisiones de bonos en soles y, también, para que las AFPs destinen parte importante de sus fondos a la compra de bonos, en moneda local, para financiar inversiones públicas y privadas en infraestructura económica y social.

Keynes desde la periferia ahora
El gobierno actual debilitó estas piezas institucionales. Alentó el endeudamiento privado en dólares, deterioró el sector externo de la economía, no hizo nada para aumentar la presión tributaria y abandonó el programa de creadores de mercado de deuda pública afectando su profundidad y liquidez y, con ello, la expansión del mercado de capitales en soles.

No obstante lo anterior, los voceros del gobierno afirman que no habrá recesión, que los efectos de la crisis internacional serán reducidos porque creceremos el próximo año a la tasa de 6.5%. Pero esto no es lo que afirmaría un buen lector de Keynes desde la periferia. Para realmente contrarrestar los efectos de la crisis internacional, no hay que subir la tasa de interés ni recortar el gasto público. Esta es la receta fondomonetarista que hoy se está aplicando en Hungría. Si queremos crecer a la tasa de 5 o 6% el próximo año, primero, hay que impedir el agravamiento del déficit externo imponiendo aranceles a las importaciones de los bienes de consumo conspicuo. Segundo hay que adelantarse al ataque especulativo contra nuestra moneda y a la salida masiva de capitales, subiendo gradualmente el tipo de cambio. Esto atenuará la reducción acelerada de las reservas internacionales del BCR y, además, contribuirá a restablecer el equilibrio del sector externo. No sabemos dónde se originaría el ataque especulativo, pero se dice que hay instituciones que están deshaciendo sus posiciones para refugiarse en el dólar. Seria bueno que se congelara inmediatamente el límite de las inversiones en el exterior de las AFPs en el nivel actualmente utilizado. Tercero, hay que programar ya un incremento del gasto público priorizando las inversiones en infraestructura y los gastos en sectores sociales. Por último, el Estado debe garantizar la deuda externa de los bancos locales solo con la condición de hacerse propietario de sus acciones si las garantías se efectivizan.

Keynes desde la periferia jamás aconsejaría endeudarse en el exterior en dólares para enfrentar los efectos de esta crisis y, sin duda, sentiría vergüenza ajena si escuchara a un gobernante afirmar que «muchísimos en el mundo van a decir que el Perú es un país sólido» si logra colocar bonos en el mercado internacional por 600 millones de dólares.

Actualidad Económica del Perú

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