Puertos hacen agua

viernes, 29 de abril de 2011

Puertos hacen agua

Germán Alarco Tosoni
Investigador CENTRUM Católica

En noviembre del año pasado escribimos sobre la necesidad de otorgar vacaciones útiles a un conjunto de instituciones públicas, donde destacaba Proinversión. Se trataba de que no funcione hasta que el nuevo gobierno decida cómo actuar. La operación de esta dependencia genera más daños que beneficios. Ahora nuevamente como resultado de los apresuramientos gubernamentales estamos ad-portas de un nuevo conflicto, ahora internacional. El concesionario portuario estrella del Callao, Dubai Ports (DP World) contra el Estado a propósito de la concesión del Muelle Norte a APM Terminals.

La acusación directa es que se promoverían condiciones de competencia desleal que favorecen a APM en contra de DP World. Esto radicaría en que la asignación del Muelle Sur se hizo a partir de la mayor inversión con una tarifa preestablecida. Ahora con infraestructura y equipo prácticamente regalado por el gobierno se asignó en base a una menor tarifa. Un operador liquidaría al otro por condiciones desiguales. Otro pleito serio, por carecer de un marco legal para frenar concentraciones, ex ante, en Indecopi fue la discusión sobre si DP World podía o no participar en el concurso del Muelle Norte.

Adex y la Cámara de Comercio de Lima señalaron a inicios de noviembre del año pasado que los procesos del Muelle Sur (asignado a DP World) y Paita (TPE) no bajaron los costos al exportador ni mejoraron la competitividad. No han cometido el mismo error con el Muelle Norte al obtener tarifas más reducidas, pero se sigue careciendo de una visión integral del sistema portuario, a la par que los conflictos con los trabajadores portuarios no se resuelven. Nadie sabe cuánto nos va a costar fiscalmente la operación privada en Paita, ya que se trata de un proyecto cofinanciado donde el Estado garantiza ingresos mínimos para el operador portuario, ni si esta opción es mejor que desarrollarla desde el sector público.

La infraestructura portuaria es precaria. Ningún puerto, o mejor dicho muelle, fuera del Callao cuenta con superficies terrestres adecuadas para la operación y almacenamiento. Menos para el desarrollo de actividades logísticas, de procesamiento y servicios colaterales. El sector privado, salvo DP World, sólo ha realizado modificaciones marginales. La mejora de la infraestructura portuaria parece ser un reto del Estado. Hay que crear administraciones portuarias integrales en cada puerto y dejar, caso por caso, que el sector privado incluyendo cooperativas y empresas de los trabajadores portuarios se encarguen de las operaciones. Estos son temas que debe analizar cuidadosamente el próximo gobierno (En: La Primera, 29/4/2011, p.10).

Friedrich List: economía nacional de mercado e industrialización

jueves, 28 de abril de 2011

 

Juergen Schuldt

A la luz de los debates actuales en torno a la “Economía Nacional de Mercado” en el Perú, aprovecho la oportunidad de introducirlos al pensamiento de uno de los economistas que plantearon algunos de los aspectos cruciales de ese “modelo” hace exactamente 170 años (1).

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La experiencia y reflexiones de un economista alemán de la primera mitad del siglo pasado es muy ilustrativa sobre  algunos de los requerimientos teóricos y de política necesarios para remontar el "subdesarrollo". Esa era precisamente la preocupación de este autor en vista al retraso y "dependencia" (término éste que usó List entonces) de Alemania respecto a Gran Bretaña. Sus marcos teóricos y propuestas de política, que expondremos a continuación, nos servirán para aprender del pasado, sin que por ello nos esperancemos en su transposición mecánica al presente.

La principal obra de Federico List (1841) se puede trabajar básicamente como una crítica y una propuesta alternativa a la de los economistas clásicos entonces dominantes (2); sobre todo en torno al libre comercio internacional y a la doctrina de las ventajas comparativas. Nadie como él, a contracorriente, se empeñó en cuestionar -aunque básicamente por razones políticas- la teoría de las ventajas comparativas y las políticas de librecambio.

Como punto de partida, cuestionó la visión "cosmopolita" de esos autores, quienes partían del comportamiento económico egoísta individual y de ahí saltaban a la noción de comercio libre a escala mundial, dejando de lado el estudio de las condiciones del desarrollo nacional:

"Llegó a ser evidente para mí que, entre dos países muy adelantados, la libre competencia no puede sino reportar ventajas a uno y a otro si ambos se encuentran en el mismo grado de educación industrial (...). En una palabra, distinguí entre la economía cosmopolita y la economía nacional" (1840: XXI).

De manera que List no cuestionaba en sí -y en el largo plazo- la teoría clásica del comercio internacional, sino únicamente para el caso de las naciones que no habían alcanzado aún el desarrollo interno necesario para sujetarse a la doctrina de las ventajas absolutas o comparativas del comercio internacional. Esta debía seguirse, en su concepto, únicamente a partir del momento en que una nación lograse alcanzar el desarrollo general y generalizado de la "educación industrial", lo que -en su época- no se aplicaba sino a Inglaterra (que se beneficiaba de la doctrina dominante, como lo demostró nuestro autor con una sutileza ejemplar), mientras los demás países (Alemania, Francia, EEUU) aún estaban "subdesarrolladas" respecto a aquella. De donde deduce que

"La misión de la economía política es llevar a cabo la educación económica de la nación y prepararla para entrar en la sociedad universal del porvenir” (p. 154), momento a partir del cual le "convienen" las lecciones de los economistas clásicos y, por tanto, la apertura al libre comercio internacional.

El otro eje del enfoque listiano radica en la noción de las Fuerzas Productivas, paradigma que contrapone a la doctrina clásica de los Valores de Cambio, distinción que puede iluminarse en sus propios términos:

"Las causas de la riqueza son cosa muy distinta de la riqueza misma. Un individuo puede poseer riquezas, es decir, valores de cambio; pero si no es capaz de producir más valores de los que consume, se empobrecerá. Un individuo puede ser pobre, pero si está en situación de producir más allá de su consumo, llegará a ser rico. (...). El poder de crear riqueza es, pues, infinitamente más importante que la riqueza misma; garantiza no solamente la posesión y acrecentamiento del bien ya adquirido, sino, además, el reemplazo de lo perdido. Si esto es cierto tratándose de personas privadas, lo es aún mucho más aplicado a las naciones, que no pueden vivir en rentas" (p. 123); donde salta a la vista el parangón con los conceptos de Amartya Sen.

En su libro principal señala los factores que potencian las "fuerzas productivas" de una nación (base del futuro desarrollo), tales como la educación y el capital intelectual, determinadas instituciones y circunstancias sociales, la capacidad de innovar y de adaptar tecnologías, la unidad nacional, el desarrollo integrado entre ramas económicas, entre otros. Más concretamente, el desarrollo de las fuerzas productivas, según List, estaría garantizado por tres factores centrales.

En primer lugar, señalaba que es esencial para toda nación, a fin de alcanzar su independencia, desarrollar independientemente su industria manufacturera, cuestionando la "especialización" productiva que sugerían los economistas clásicos. Luego de destacar la "desigualdad de género de vida y de educación de agricultores y manufactureros" (p. 170), que no percibían los clásicos, propugna la industrialización de los países, ya que la manufactura estimula el desarrollo de las ciencias, las artes, la política y los demás sectores económicos, en especial de la agricultura (que sola hace permanecer "una porción considerable de las fuerzas productivas y de los recursos naturales, ociosa e desempleada"), "populariza" las ciencias y las artes, etc.:

"Las manufacturas y las fábricas son las madres y las hijas de la libertad civil, de las luces, de las artes y las ciencias, del comercio interior y exterior, de la navegación y de los medios de transporte perfeccionados, de la civilización y de la potencia política. Son el medio principal de libertar la agricultura, de elevarla al rango de industria, de arte, de ciencia; de aumentar la renta de la tierra, los beneficios agrícolas y el salario y dar valor al suelo. La escuela (J.S.: se refiere a la Clásica) ha atribuido ese poder civilizador al comercio exterior; pero en este caso ha tomado al intermediario por causa" (p. 129).

Ligado a lo anterior, List era plenamente conciente de la diferencia cualitativa existente entre la producción de tela (un típico producto industrial) y la de vino (sujeto a la ley de rendimientos decrecientes) en el ejemplo usado por Ricardo para sustentar su modelo de dos países (Gran Bretaña y Portugal), en que el comercio libre llevaría a la especialización según los diferenciales de costo (a pesar de lo costos absolutos más bajos de Portugal) y, con ello, a la maximización de bienestar de ambos en conjunto.

En segundo lugar, reconocida la "superioridad" de la manufactura (respecto a los demás sectores económicos, como ya lo reconocía Adam Smith) y que las exportaciones apenas son un instrumento secundario para el desarrollo de las fuerzas productivas, sin embargo, List no propugnaba una especialización en esa dirección. Todo lo contrario, su propuesta iba hacia una "Asociación de las Fuerzas Productivas", con lo que se convierte en el antecedente más lejano y lúcido de la teoría moderna del "desarrollo equilibrado", cuando propugnaba la importancia que cada nación debía darle al desarrollo integral y homogéneo de sus fuerzas productivas (que, en nuestra terminología actual, sólo es parcialmente sinónimo de lo que llamamos sectores y ramas económicas:

"(...) la escuela desconoce en particular la importancia de un desarrollo paralelo de la agricultura, la industria manufacturera y el comercio, del poder político y de la riqueza nacional, y, sobre todo, de una industria manufacturera independiente y desarrollada en todas sus ramas. Comete el error de asimilar la industria manufacturera a la agricultura, y de hablar, en general, de trabajo, fuerzas naturales, capital, etcétera, sin considerar las diferencias que existen entre ellos" (p. 129).

Al efecto era plenamente conciente de la importancia que debían tener en esa dirección los encadenamientos hacia adelante y hacia atrás, en el consumo y fiscales, en la línea planteada por Albert O. Hirschman (1958).

En tercer lugar, a estas alturas el lector seguramente estará considerando -como lo han hecho apresurada y erróneamente varios autores- que List fue el antecesor inmediato, tanto de los facismos europeos, como de la escuela "cepalina" (o de sus intérpretes), en tanto otorgó contundentes argumentos a favor de una industrialización del tipo "sustitución de importaciones". Sin embargo, repasando el texto original, se observará inmediatamente que este autor siempre centró el énfasis en el desarrollo del mercado doméstico para las mayorías, es decir, la producción de artículos de primera necesidad, o como él las llamó: "industria de las masas" (p. 172), "productos fabricados ordinarios" (p. 254), "objetos de consumo general" (p. 167), "artículos ordinarios de uso común" (p. 321), más que de mercancías destinadas a los estratos de ingresos altos y medios. Ello es así porque estimó -correctamente- que sólo un mercado masivo de bienes básicos permite dinamizar y desarrollar las fuerzas productivas internas, a la vez que es alentado por la ampliación de éstas.

A partir de estos principios, largamente sustentados en el texto principal de List, presentando muchos casos extraídos de la experiencia histórica europea, concluye que los países requieren desconectarse selectivamente del comercio exterior, mientras no hayan desarrollado plenamente sus fuerzas productivas domésticas (pensaba entonces que Alemania requeriría de un siglo para alcanzarlo), ya que de lo contario todos los países se convertirían en colonias inglesas:

"Francia se repartiría con España y Portugal la misión de proporcionar al mundo inglés los mejores vinos, bebiendo ella los peores; (...). Alemania apenas tendría otra cosa que suministrar a este mundo inglés que juguetes para niños, relojes de madera, escritos filológicos y, a veces, un cuerpo auxiliar destinado a ir a consumirse a los desiertos de Asia y Africa para extender la supremacía manufacturera y comercial, la literatura y la lengua de Inglaterra. No transcurrirían muchos siglos en que en ese mundo inglés se hablase de los alemanes y de los franceses con tanto respeto como hablamos hoy día de los pueblos asiáticos" (p. 121).

A fin de evitar ese "mundo inglés", por tanto, era indispensable implantar un sistema de protección que permitiera la expansión del empleo, de las fuerzas productivas domésticas y del mercado internos, como paso previo a la libertad de comercio con otras nacionales. List justificaba así su propuesta central de política (otra de sus sugerencias nucleares incluía el desarrollo del sistema interno de transportes a través del establecimiento de una densa red de ferrocarriles):

"A fin de que la libertad de comercio pueda actuar naturalmente, es preciso, ante todo, que los pueblos menos adelantados sean elevados por medio de medidas artificiales al mismo grado de desarrollo a que Inglaterra ha llegado artificialmente" (p.122). Ningún país podía prosperar, según él, si no se decidía -como lo hizo Alemania en su época- a "asegurar, por medio de un sistema comercial fuerte y general, el mercado interior para su propia industria" (p. 107), instaurando un "sistema aduanero, considerado como medio de ayudar al desarrollo económico de la nación regulando su comercio exterior, debe tener como regla constante el principio de la educación industrial del país" (p. 16).

A ese efecto, no sólo propuso elevar sustancialmente los aranceles a los productos manufacturados y a algunas materias primas, sino que asimismo planteó la necesidad de potenciar tal política: con la modificación de la estructura tributaria del país; con la aplicación de una política expansiva de la demanda efectiva (del tipo "keynesiano", cien años antes de Keynes); y con la inversión masiva en vías de comunicación que estrecharan lazos al interior de la nación (más que con el resto del mundo). Sabiamente, estimaba que -para el desarrollo de una economía- la integración interna de la nación estaba antes de la integración al mercado mundial.

La teoría económica contemporánea, en cambio, ha recogido estas propuestas de List en forma recortada y deformada (con pocas excepciones, como la de Samuelson, quien reconoció sus méritos en un texto de 1960), encontrándose en los textos apenas como base del argumento de la "industria infante".

Es importante señalar que en la época de List las regiones al interior de la Nación que él propugnaba (hay que recordar que entonces Alemania se iría a constitutír sobre la base de 30 estados relativamente autónomos) ya habían desarrollado sus propias fuerzas productivas y habían fortalecido sus grados de "educación industrial", lo que les permitiría a su vez "abrirse" a un espacio mayor, el propiamente "nacional". Este es un aspecto importante para la propuesta de autocentramiento a plantearse más adelante, en especial respecto a la relación que debería existir entre los desarrollos de los espacios regionales y el de la Nación.

Pero List también era conciente de la lógica política que estaba a la base de la doctrina de los costos comparativos. Sabía que Inglaterra no sólo tenía interés en el comercio libre, sino que era una necesidad para ella, a fin de exportar sus excedentes de productos industriales a cambio de la importación de insumos o bienes finales agrícolas (sobre todo de cereales; ver Ricardo, 1816) para mantener los salarios relativamente estables (y reducidos). En cambio, durante el siglo XVII, previamente a la Revolución Industrial, Inglaterra no era muy propensa al comercio irrestricto a escala mundial (p.ej. prohibió la exportación de lanas para establecer su propia industria textil).

List terminó suicidándose en 1847, aparentemente cuando percibía que sus propuestas no tenían acogida y asidero en la realidad alemana de entonces. Paradójicamente, algunas décadas más tarde, los principios de política adelantados por él fueron aplicados casi al pie de la letra, a pesar de su "heterodoxia" en materia económica y de su "utopismo" en materia política (si bien tenía muy claras las alianzas políticas que era necesario establecer para materializar su proyecto).

Finalmente, en tiempos recientes han aparecido varios textos de autores que recogen las ideas principales de List, de los que son especialmente los de Eric Reinert, Dieter Sengahaas y Ha-Joon Chang (4). En el Perú, Santiago Roca es su más lúcido prosélito.

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NOTAS:

(1)   Este artículo ha sido elaborado en 1994, a excepción del último párrafo y estas notas.

(2)   Las citas corresponden a su obra maestra El Sistema Nacional de Economía Política. Madrid: Editorial Aguilar, 1955. El original en alemán es de 1941.

(3)   Sus cuestionamientos iban dirigidos principalmente a las teorías de Adam Smith y Jean Baptiste Say. Curiosamente no había leído a David Ricardo.

(4)   La lectura de los libros y ensayos de estos tres autores es absolutamente necesaria para cualquier estudiante o estudioso de Economía (y que, por lo demás, son accesibles a toda persona alfabeta mayor de 15 años). Véanse, especialmente, los siguientes textos:

-Eric Reinert, La Globalización de la Pobreza. Como se enriquecieron los países ricos… y porqué los países pobres siguen siendo pobres. Barcelona: Ed. Crítica, 2007.

-Dieter Senghaas, Aprender de Europa. Consideraciones sobre la historia del desarrollo. Barcelona/Caracas: Editorial Alfa, 1985 (original en alemán: 1982).

-Ha-Joon Chang, Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective. Anthem; 2002 (me parece que hay una edición en castellano).











Pregúntele a María Antonieta


Promedio (14 votes)
Por Franciso Durand
SocIólogo
Bien vistas las cosas, es obvio que el principal mensaje político de la primera vuelta es la vigencia de una fuerza popular contestaría importante.
Lo curioso es que desde 1990, y con la sola excepción del gobierno provisional de Paniagua, la actitud de los neoliberales en el poder, y de una parte de los grandes empresarios, ha sido creer que no existe realmente, o cuando emerge, que no es una fuerza legítima, que si protesta merece palo porque “rompe la ley y el orden”. No es casual que incluso existan empresarios que las califican de “ruido político”, algo molesto que interrumpe la música celestial del crecimiento, orquesta que nadie puede tocar.
El voto también expresa un rechazo a un presidente y un partido, el APRA, que se ha atribuido logros que no son muy propios (hemos crecido por estímulos externos más que todo y por alza de precios de materias primas), que no son tan reales como parecen (la supuesta gran rebaja de la pobreza, los kilómetros de carreteras, las mil y un obras de la presidencia) y, sobre todo, ay Alan, por casos de corrupción. Es también un no al discurso del “perro del hortelano”. Argumentar que quienes se oponen a los megaproyectos son retrógrados, enemigos del progreso y ciudadanos de segunda categoría es no solo reaccionario, es incendiario.
Sea cual fuere la posición política que uno tenga, es obvio que estas fuerzas contestatarias no deben ser ignoradas, particularmente por los empresarios, en la medida que tienen plantas, maquinaria y contratos diseminados en todo el país. Me refiero sobre todo a los empresarios peruanos, porque es aquí donde está la gallina de los huevos de oro. Ya es hora de que se sensibilizen.
Los emprendedores de cuello y corbata deben decidir si van a acercarse y dialogar o si prefieren desatar una guerra política y social, una suerte de “lucha de clases de arriba”. Lo digo porque no faltan quienes quieren empujarlos prematuramente al choque político, a la desinversión, a la fuga de capitales. Personajes afiebrados como Aldo Mariátegui parecen estar dominados por sus pesadillas. Particularmente aquella en la que se imaginan atacados por masas hambrientas en sus mansiones, aunque sería más exacto decir que parece que estos personajes duermen en el cuarto de los mayordomos. ¿Les conviene a los inversionistas esta actitud?
Los empresarios deberían volver ordenadamente a la postura del 2006 que organizara el CADE de la inclusión social que, lamentablemente, quedó en el discurso. Deberían, también, dejar de cometer graves errores tácticos, actuando antes de la primera vuelta a destiempo como para hacer un trasvase de votos a un candidato con mayores posibilidades de victoria. Por lo mismo, me pregunto, ¿para qué diablos los financian?
Debemos también considerar que empresarios hay muchos. No son un todo homogéneo. Tienen múltiples formas de expresión gremial y variadas demandas, sobre todo las de provincias y las pymes, que no siempre coinciden con las opiniones de los líderes de los grandes gremios de propietarios, cuyas voces predominan en los medios de comunicación. Hay asimismo facciones duras y facciones dialogantes.
Pero más allá de sus diferencias no tienen por qué asustarse con el resultado electoral y empezar a sacar sus ahorros. La cuestión es al revés. Es una ocasión para relacionarse con esas voces, entender a esos sectores sociales como gente con voluntad propia y con demandas legítimas. ¿Pueden entonces hablar con sus expresiones políticas en lugar de dejarse entrampar en la tesis del doble discurso o del lobo con piel de oveja?
Insistimos. La “gran encuesta electoral”, es decir, el voto en las urnas de todos los peruanos, ha demostrado de manera bastante evidente que existe una fuerza popular, mayormente provinciana, rural y de modestos ingresos, que apoya “candidaturas alternativas”. También que tiene apoyo suficiente de no pocos intelectuales y técnicos que pueden hacer buen gobierno. 
Pero hay cierta volatilidad, y su radicalismo puede ser reforzado si va a ser ferozmente atacada. A Susana Villarán, más moderada y dialogante todavía, la acosaron sin misericordia. Todo ello nos recuerda que la polarización no solo la causan masas enardecidas, sino la insensibilidad e incomprensión de quienes tienen propiedad y privilegios y los quieren defender a toda costa. Como dijera León Trotzky, la revolución rusa de 1917 fue en buena parte provocada por la ceguera de la clase dominante zarista. Igual pasó antes con la francesa de 1789.
Lo menos que pueden hacer quienes tienen inversiones es serenarse. Que la facción dialogante dialogue y no se deje llevar por asesores y voceros cuya importancia y honorarios crecen mientras más atacan. De no ser así, este atrincheramiento, o una corrida de los grandes empresarios al campo fujimorista, sea cual fuere el resultado electoral, puede contribuir a una polarización social.
No es de locos convivir con un Estado promotor del desarrollo nacional y de las pymes, regulador de los servicios públicos, con un sistema tributario más equitativo para financiar los gastos sociales. Más bien el salto al vacío es mantener un modelo de crecimiento con altas ganancias y bajos salarios y un discurso de “crecimiento con rostro social”, en el que el crecimiento siempre va primero.  
Si es así, será mejor que los termocéfalos tomen un curso avanzado en Harvard sobre gobernabilidad y negociación, mientras se quedan en Lima a conversar los que practican el yoga. Ah, y no se olviden, para algo se han inventado los bozales.

La economía nacional de Mercado II

miércoles, 27 de abril de 2011

Definición e Historia del Concepto

Por: Santiago Roca, Profesor Principal, Universidad ESAN

El plan de gobierno de Gana Perú dice expresamente que de llegar al poder, impulsaría lo que se denomina la economía nacional de mercado. Pero, ¿qué es la economía nacional de mercado? ¿es este un nuevo término inventado por economistas peruanos iluminados? ¿cómo se intersectan en este concepto la conducción estratégica de la nación, la coherencia en el manejo macroeconómico, la apertura al mundo, la inversión y el desarrollo de las capacidades productivas y tecnológicas y la inclusión y solidaridad con los menos dotados y favorecidos?

Algunos colegas, mostrando en algunos casos mala intención y en otros ignorancia de los términos y de la historia económica de los países desarrollados, pretenden atribuir a una economía nacional de mercado todos los males que uno pudiera imaginar: el cierre del país al mundo, el regreso de la inflación, la mala administración de las finanzas públicas y de la cuentas monetarias, la implementación de un tipo de cambio fijo, el control de los precios, la estatización de las empresas privadas, el no respeto a la inversión, ni al trabajo, ni a las propiedades y recursos propios.

Paradójicamente, el concepto de economía nacional de mercado es el que ha llevado al progreso a los principales países desarrollados en el mundo. En términos generales y simples se refiere a las habilidades y capacidades de una nación para – en condiciones de mercados abiertos – producir, distribuir y servir bienes en la economía en competencia con otros bienes y servicios producidos en otros países, haciéndolo de una manera que origine mejoras en los niveles de vida para los de adentro (mayores salarios, utilidades, rentas y recaudación). No se trata de ser más competitivo reduciendo los salarios o las utilidades o el pago de impuestos, sino haciendo que los pagos a los factores que todos los nacionales tenemos mejoren en forma constante y progresiva.

Los ingleses que por ejemplo a fines del siglo XV eran pobres, en 100 años aumentaron su competitividad, se apropiaron de las rentas y se volvieron ricos. Aprendieron que no era el laissez faire sino el dedicarse al “buen” y no al “mal” comercio, lo que les traía más riqueza. La lista de buenas y malas actividades en los libros de texto de la época es muy ilustrativa. En el siglo XIX en los Estados Unidos se elaboró el concepto de “capacidad productiva” parecido al concepto de “poder productivo nacional” que se usaba en Alemania. Algunas actividades económicas tenían mas poder productivo que otras y en función a ellas crecieron y mejoraron sus niveles de vida. Para Friedrich List, los economistas ingleses de su época (no los del Siglo XVI, XVII) fracasaron en distinguir el interés universal del interés nacional: predicaban una economía cosmopolita en vez de un “sistema de política económica nacional”. Los países deben construir “poder productivo nacional”: la unificación de Alemania y la construcción de los ferrocarriles son un ejemplo de ello. Por último el Japón, a fines del Siglo XIX y mediados del XX, influenciado más bien por Schumpeter, discípulo de List, en vez de buscar competitividad en sus bajos costos de mano de obra, opta por políticas e industrias de mayor valor agregado y tecnología.

La economía nacional de mercado que propone Gana Perú – sin haber participado en su redacción y elaboración – trata creo justamente de esta orientación. No se trata de repetir las experiencias de los países hoy desarrollados, sino de encontrar las fuerzas que hagan que los peruanos: los que tienen solo su trabajo, o capital o tierras u otros factores de producción, puedan elevar sus niveles de vida en relación a los de afuera; y aquellos que no poseen factores en su haber, construyan sobre las oportunidades que el Estado debe generar con los impuestos que todos pagamos. Seguiremos en este tema para responder a las preguntas arriba señaladas en otra oportunidad.

Entre Escila y Caribdis

Humala entre Escila y Caribdis                                        l
Jurgen Schuldt / Universidad del Pacífico                           


La mutua indispensabilidad entre el gran capital extractivo extranjero y los gobiernos “nacionalistas” del subcontinente es evidente, pero debe mantenerse dentro de rangos bien delimitados. Que se trata de un equilibrio delicado lo demuestra la extraordinaria conversación que en Madrid sostuvieran Hugo Chávez y el presidente de Repsol (setiembre del 2009).  Éste le confiesa al líder del Socialismo del siglo XXI que “Nosotros estamos muy cómodos y siempre con muy buena relación con el gobierno, con PDVSA y con el Ministro”, a lo que el  bolivariano responde: “¿Te das cuenta? No somos, tan diablos, ¿eh?”, añadiéndole de refilón: “¿qué vamos a hacer con tanto gas?”, a lo que el español le respondió cachacientamente: “Alguna utilidad le encontraremos”.

La inevitabilidad del continuismo primario-exportador también la han descubierto nuestros vecinos más cercanos para cubrir sus inexplicablemente alicaídas arcas fiscales. Desde el proyecto de la Revolución Ciudadana, Rafael Correa se disparó contra sus crecientes opositores, confirmando aquellas preferencias: “Las comunidades no son las que protestan, sino un grupillo de terroristas. Los ambientalistas románticos y los izquierdistas infantiles quieren desestabilizar al gobierno" (diciembre 2007), porque “es un absurdo estar asentado sobre centenares de miles de millones de dólares y por romanticismos y novelerías decir no a la minería” (octubre 2008). Evo Morales, por su parte, marcaba la misma pauta contra quienes supuestamente querían “una Bolivia sin petróleo. Entonces, ¿de qué va a vivir Bolivia?” (octubre 2009).

De manera que, ni en esos países ni en el nuestro, existe posibilidad alguna para transitar del capitalismo al socialismo, como tampoco habrá cambio sustancial del modelo primario-exportador. Aunque a la larga (¿en unos veinte años?), sí podría constituirse el tan necesario mercado interno amplio, que nos cobije frente a los embates externos y nos asegure cierta paz social doméstica. Evidentemente tampoco se trata de cerrar todos los pozos gasíferos y las pozas mineras. Para eso está el Estado, quien deberá negociar adecuadamente las concesiones que se brinden a las empresas transnacionales (ETN), respetando los derechos de los pueblos y de la naturaleza.

Así que el comandante no debería despertar miedo alguno. Ese miedo debemos guardárnoslo para los que tienen miedo, que son los mismos que durante la campaña y en la CADE pasada se llenaron la boca con cocteles de inclusión social y que ahora vienen gestionando visas y preparando maletas para sus inversiones, ahorros, familias y mascotas. No parece que quieran construir una sólida democracia andina. ¿O será que estarán dispuestos los Nuevos Dueños del Perú, por una vez, a concertar, a cooperar y a compartir con el próximo gobierno para sentar las bases para ir estableciendo la igualdad de oportunidades?

El eje del muy completo y ambicioso plan de gobierno de Gana Perú propone reformar la económicamente fragmentada y socialmente excluyente sociedad, para convertirla paulatinamente en Nación. Para ese efecto, La Gran Transformación consistiría en la aplicación de una serie de políticas redistributivas y de generación de ingresos para financiar programas sociales masivos y establecer un amplio y diversificado mercado interno descentralizado. Como tal es un programa claramente socialdemócrata, con lo que –bien llevado- ocuparía la yerma centroizquierda que el APRA abandonó hace décadas.

Los principales candidatos para sufragar el sustancial financiamiento requerido serán -sin duda  y como debe ser- las grandes corporaciones de los sectores extractivos de nuestros recursos naturales no renovables. Por lo que habrán de incrementarse los impuestos a la renta para alimentar el canon y/o el que se aplicaría a las sobreganancias, así como las regalías para restituir el capital doméstico explotado.

En ese entendido, es evidente que la principal contradicción económico-política de este esquema dual de “desarrollo” radicará en la potencialmente conflictiva relación que pueda darse entre dos coaliciones. De un lado, actuarán las empresas transnacionales (ETN), a las que habrá que seguir ampliándoles cuidadosa y negociadamente las concesiones que son indispensables para financiar el proyecto político. Del otro lado del espectro, será indispensable cumplir con los desde siempre ignorados derechos e intereses de las poblaciones involucradas directa e indirectamente en esas explotaciones y de las que se encuentran en la base de la pirámide.

El desequilibrio distributivo y, consecuentemente, el choque de intereses, puede desatarse desde cualquiera de los dos bandos. Sea porque el gobierno otorgue excesivas concesiones a las ETN, con lo que amenazaría el desborde social, sea porque la proliferación de las movilizaciones sociales traben la expansión del capital extranjero extractivista, con lo que se ahogaría la economía.

Por lo que Humala tendrá que aprender a navegar con mucha precisión -como Ulises en su momento- en ese estrecho marítimo que discurre entre las rocas habitadas por Escila y Caribdis. Será ese el reto que tendrá que asumir el timonel: escabullir a cada una de esas voraces criaturas para constituir la Economía Nacional de Mercado. Es un esfuerzo que parecería la cuadratura del círculo, ya que deberá cuidar -negociando las condiciones pertinentes- a las gallinas de los huevos de oro para poder alimentar el proceso que permita establecer el indispensable equilibrio sociopolítico y el que debe darse entre un mercado doméstico amplio y una sólida base de exportaciones.

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Fujimori Social: Compensación y Clientelismo

lunes, 25 de abril de 2011

Pedro Franke



La propuesta de Keiko Fujimori en cuanto a políticas sociales fue claramente presentada durante el debate de LA PRIMERA vuelta: propuso regresar a las fórmulas de los 90s resucitando Foncodes, Promamachcs e Infes.

La sra. Fujimori también ha criticado reiteradamente las políticas deAlejandro Toledo, insistiendo en que el “chorreo” no funcionó y que había que tener políticas públicas más activas para enfrentar la pobreza.

Fujimori tiene razón con esta crítica. Pero durante el gobierno de AlbertoFujimori, las políticas sociales fueron menos importantes que durante el gobierno de Toledo o de García. El gasto público social en los 90s fue menor que el que realizaron los gobiernos democráticos desde el 2001. 

Fujimori tampoco hizo nada mejor que el chorreo. La pobreza, según las estimaciones del INEI de entonces, fue 54 por ciento en 1991 y seguía encima del 50% al final de su gobierno. La política de Fujimori era la de la “compensación social”, lo que está en el nombre del Foncodes, “Fondo de Compensación y Desarrollo Social”. La idea de la compensación era por todo el daño que a los pobres les hacían las reformas neoliberales. Fujimori ni siquiera trataba de reducir la pobreza, como el “chorreo”, solo de que no aumentara.

Es verdad que muchos peruanos, en zonas rurales y asentamientos humanos, recuerdan esas políticas y por eso respaldan a Fujimori. Pero eso no se debe a que fuera una política social muy fuerte y exitosa, sino a su uso clientelista. Cada obra de Foncodes, por contrato, debía tener un gran letrero con el nombre de Don Alberto, en el color naranja que hasta ahora caracteriza al Fujimorismo, y una placa de inauguración en bronce con el nombre de Fujimori. Foncodes, Pronamachcs y otros organismos fueron aparatos de propaganda, sus camionetas y fondos públicos se usaban para las campañas electorales, mientras los comedores populares estuvieron obligados a ir a mítines y poner los afiches de Fujimori porque si no les quitaban la ayuda del gobierno.

¿Queremos hoy un gobierno que pase por encima de gobiernos regionales y municipalidades, y que desde Lima se ponga a decidir asuntos locales? ¿Queremos un regreso al clientelismo y uso político de los fondos públicos?

Las propuestas de Keiko Fujimori también están desfasadas. En Educación, por ejemplo, la prioridad ya no es la construcción de colegios y aulas. El reto actual es mejorar la calidad de la Educación, para lo cual lo más importante es capacitar a los maestros y reformar la gestión de las escuelas. En salud, tenemos que pasar a enfrentar las nuevas amenazas a la salud pública, como el alcoholismo y el Cáncer. En programas sociales, hace falta atender a los ancianos y promover la producción campesina. Los problemas han cambiado, y por eso las alternativas también deben ser otras.

Algunos defensores del statu quo tienen la ilusión de que el control social que logróFujimori en los 90s, con pocos fondos y autoritarismo clientelista, puede repetirse. Están equivocados. Somos otro Perú y necesitamos algo distinto

Los sueños y la viabilidad de la “Pensión 65”


Edgardo Cruzado Silverii

Abril empieza a despedirse y la campaña se calienta, la semana pasada, en medio del descanso por semana santa, hemos presenciado un carga montón contra la propuesta de establecer una pensión para los mayores de 65 años de Ollanta Humala.

El primer cuestionamiento vino de un ex funcionario del MEF  señalando que la pensión 65 es simplemente inviable. La caja fiscal  no podría soportar la carga que representa este gasto y su aplicación implica incentivos perversos para el sistema contributivo de pensiones.

Este comentario no tiene bases sólidas. Según la Organización Internacional del Trabajo “…existe  un amplio consenso sobre la utilidad de un régimen de pensiones no contributivas como política pública dirigida a mitigar la baja cobertura de los regímenes contributivos, así como, evitar o atenuar las situaciones de pobreza entre los adultos mayores” (“Viabilidad de las pensiones no contributivas en el Perú. Proyecciones demográficas y financieras”, del 2008).

Según la OIT el establecimiento de la Pensión 65, en su propuesta S/.100 mensuales para los adultos pobres,  implica un costo menor al 0.15% del PBI anual promedio desde ahora hasta el 2050. Es decir, su costo es menor al actual Programa Juntos, solo un poco más que el actual gasto público en el programa de vaso de leche y, aproximadamente, menos de un tercio de la reducción del 1% del IGV realizada por este gobierno.

El cuestionamiento también señala que al dar una pensión “gratis”, las personas pierden el interés de asegurarse recursos para su vejez, es decir, la pensión no contributiva genera un desincentivo a aportar. Al respecto, el estudio señala que tampoco es cierto. Una asignación relativamente baja (como son 100 o 200 soles) no representa un incentivo para que los trabajadores eviten aportar para obtener una pensión adecuada para su futuro.

El segundo cuestionamiento, menos enfocado en la propuesta y dirigido a poner en la mesa más miedo que debate, ha sido mezclar pensión 65 con la protección de los fondos privados de pensiones. El objetivo ha sido confundir a los electores, sembrando la duda del origen de los recursos para financiar la pensión 65, diciendo que serían expropiados de los fondos privados de pensiones.

La verdad, como lo dice el informe 99 de la Defensoría del Pueblo, es que el actual sistema de pensiones deja a buena parte de los peruanos. Pensión 65 es una corrección de emergencia y necesaria, pero queda pendiente una reforma a fondo del sistema contributivo, como esta es caro y de baja cobertura. De esto nos ocuparemos en otro artículo. 

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