No lea los planes de Gobierno

martes, 5 de abril de 2011



Waldo Mendoza Bellido
Jefe del Departamento de Economía de la PUCP
Si usted es un elector responsable y quiere votar conociendo a fondo los planes de gobierno, le digo que no vale la pena. Primero, porque en esos planes no está cuantificado el costo de las promesas y el financiamiento correspondiente; entonces, el plan es inútil. Segundo, aun cuando hay planes inicialmente coherentes, en el proceso de blanqueamiento de algunos candidatos o de acholamiento de otros, las promesas van cambiando y ya no se sabe finalmente cual es el plan que vale. Y por último, lo más importante, en la historia peruana de las últimas décadas, los presidentes electos nunca han aplicado la política económica que prometieron.
Hace 58 años, el Nobel Tinbergen nos dijo, en mis términos, “si usted tiene n objetivos de política económica, dígame cuáles son los n instrumentos para alcanzarlos. En caso contrario, cállese”.  En su concepción, los deseos (objetivos) tienen que estar atados a las posibilidades (presupuesto). El presupuesto es el punto de partida y el punto de llegada en un Plan. Dado un presupuesto, se pueden alcanzar ciertos objetivos. Si los objetivos son más ambiciosos, el presupuesto (y la presión tributaria que lo sostiene) debe ser más ambicioso también. De otra manera, podríamos tener un plan para el Perú cuyas metas, para ser financiadas, necesitan un presupuesto como el de Brasil.
En los actuales planes de gobierno, la oferta electoral es amplia, pero la discusión sobre cómo financiarla es casi inexistente. Hay varios planes que prometen elevar los gastos y bajar las tasas impositivas apelando a la desacreditada teoría de Laffer según la cual se recauda más bajando la tasa impositiva, cosa que no ha pasado nunca. El Plan inicial de Humala era el que más se aproximaba a las exigencias de Tinbergen pues se precisaban las necesidades de gastos y se sustentaba en una mayor presión tributaria, con peso en la tributación minera.
En el proceso de ganar votos, sin embargo, empujados por sus asesores de imagen, los candidatos empiezan a ofrecer mayores gastos (todos elevarán el salario mínimo, los sueldos para los trabajadores del sector público, las pensiones para los ancianos y ampliarán el programa Juntos) y a cobrar menos impuestos (ya casi todos están de acuerdo con la bajada del IGV, y ofrecen bajarlo más, y de la tributación minera se habla cada vez más en voz baja). El caso más visible de transformación es el de Humala. Con la publicación reciente del “Compromiso con  el Pueblo Peruano”, Tinbergen ha sido asesinado. El tema de la presión tributaria, que era lo que distinguía al plan de Humala de los del resto, ha casi desaparecido. Ahora los planes son casi todos iguales y la prueba es lo que dijeron los candidatos en el debate del domingo.
Debe ser por esta falta de seriedad de los planes, tomaduras de pelo para los electores, que nunca se aplicaron en el Perú. Así ha sido siempre.
Cuando en 1980 retornó la democracia, Fernando Belaunde cautivó a la población con su promesa de crear un millón de empleos. No hubo creación, más bien hubo destrucción de empleos. Jurgen Schuldt escribió en ese entonces que Belaunde sí había creado empleos, pero afuera, por la reducción unilateral de los aranceles.
En 1985 el joven Garcia anunció que su compromiso era con todos los peruanos. Absolutamente todos los peruanos sufrimos con la hiperinflación y la depresión que nos dejó al final de su mandato. Nadie lo hizo peor.
En los noventa, Fujimori ganó las elecciones a nuestro premio Nobel Vargas LLosa prometiendo no hacer el shock que su oponente planteaba. El ajuste económico de agosto de 1990 será recordado como el más duro shock del siglo XX.
Por eso, amable lector, si quiere saber con cierta aproximación que es lo que efectivamente va a hacer el candidato de su preferencia en caso de salir elegido, mejor pregúntele quién va a ser su próximo Ministro de Economía, quiénes van a conformar su gabinete ministerial, quien va a ser el nuevo Presidente del Banco Central de Reserva del Perú, quién va a ser el nuevo Presidente de la Superintendencia de Banca y Seguros, quienes serán los jefes de los organismos reguladores. Mientras no sepamos esa información, en realidad no sabemos nada.
¿Por quién votar entonces el 10 de abril? Buena pregunta. 

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