Waldo Mendoza Bellido
Formo parte de los que no votaron ni por Humala ni por Fujimori. No voté por Fujimori porque no deslindó con el gobierno de su padre, el más corrupto y antidemocrático de la historia peruana. No voté por Humala porque su plan de gobierno, el de las 200 páginas, me genera mil dudas. Para la segunda vuelta espero una “gran trasformación”, genuina, de ambos candidatos. Espero que Humala cambie su programa económico y que Fujimori deslinde con las atrocidades que cometió su papá.
Humala ha dado el primer paso, al convocar a economistas de primer nivel. Oscar Dancourt, ex Presidente del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), fue el que diseñó el tránsito de la anticuada política de metas monetarias que tenía el BCRP en los noventa, al sistema moderno de metas explícitas de inflación. Luis Alberto Arias, ex jefe de la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT), es posiblemente el peruano que más conoce sobre política tributaria. Kurt Burneo, fue el Vice Ministro de Hacienda ortodoxo del gobierno de Toledo y en su gestión se emitieron los primeros bonos soberanos en nuevos soles.
Si el equipo ampliado de Humala se comprometiera solamente a mantener las políticas que han permitido el crecimiento alto y la inflación baja de los últimos 8 años, y hacer algo para bajar el vergonzoso grado de desigualdad que existe en nuestro país, yo me sentiría más tranquilo. En esa dirección, el equipo de Humala debiera archivar el concepto innecesario y confuso de Economia Nacional de Mercado, que ni su candidato entiende.
En la otra orilla, el reto es más complicado. Para la segunda vuelta tendrán que mostrar a personas que no hayan sido salpicadas por la corrupción y los atentados contra los derechos humanos del régimen de Fujimori padre.
En ambos casos, no hay que hacerse grandes ilusiones. Las ofertas electorales entusiasman, pero luego provocan grandes decepciones. Lo que se puede hacer siempre es una fracción de lo que se quiere hacer. Miren si no a los pobres estadounidenses que votaron por Obama, encandilados por su promesa del Gran Cambio. Ahora lo escuchan perplejos anunciando el recorte de gastos más grande de la historia americana reciente.