Por Pedro Francke
Hemos oído multiplicidad de propuestas electorales en materia social, orientadas a presentar a los candidatos como preocupados por los pobres. Me disculparán pero siento una fuerte dosis de escepticismo frente a estas propuestas. Como dice el vals, en campaña electoral se ofrece hasta que “las corvinas nadarán fritas con su limón”.
Unos cuantos parches o algunos buenos proyectos no arreglarán los problemas de los 92 mil colegios que dan educación a 8,5 millones de alumnos, ni de los casi 9 mil establecimientos de salud que atienden, mal que bien, a 25 millones de peruanos. Lo central es hacer que los sistemas de educación y salud que atienden a millones funcionen bien. Esta tiene que ser la base de un programa de gobierno orientado a dar el salto adelante en educación, salud y seguridad social que nuestro país necesita.
Un debate entre Javier Diez Canseco y Daniel Córdova una semana atrás en el programa Prensa Libre ha sido uno de los intercambios de ideas más interesantes que he visto en esta campaña. El primero ponía énfasis en la necesidad de que el Estado disponga de más fondos para dedicarlos a la lucha contra la pobreza, cobrando mayores impuestos a mineras y financieras. El segundo insistía en que tenemos un Estado ineficiente, cuyas empresas públicas no dan un buen servicio, para lo que proponía que coticen en Bolsa. Se trata de visiones de fondo, propuestas de cambio que van a las razones más profundas de nuestros problemas, que vale la pena discutir. Uno podría resumir las grandes ideas de ese debate como Redistribución versus Eficiencia.
Con cajón
Contrasto estas ideas con el reto personal que enfrento ahora. Susana Villarán me ha encargado dirigir SISOL, institución que administra 23 Hospitales de la Solidaridad en Lima Metropolitana, así como otros 13 centros médicos en zonas pobres de Lima a los que, tal vez por estar en los cerros más alejados, la gestión anterior les dio muy poca atención. Dicen que una cosa es con guitarra y otra es con cajón, y ahora me toca de nuevo el cajón.
Estos hospitales son bastante eficientes y permiten prestar atenciones de salud –consultas, ecografías, procedimientos simples– en una amplia gama de especialidades a bajo costo. Por otro lado, en varias oportunidades, mujeres y hombres de barrios populares me interpelan, preguntándome por qué dicen que son establecimientos “solidarios” si la gente más pobre, la que no tiene para pagar una medicina, un examen o alguna operación, simplemente no es atendida.
La respuesta de por qué al que no paga no se le atiende es bastante simple: el SISOL no recibe ni un sol del Tesoro Público. Como de todas maneras hay que pagar a nuestros trabajadores, los equipos médicos y los insumos que usamos, necesitamos cobrar para prestar el servicio. En cuanto al nombre, fue una decisión política de la anterior gestión municipal.
La eficacia, por cierto, también tiene sus límites en SISOL, porque se centra en atender a los que ya tienen problemas de salud, antes que prevenir las enfermedades y daños, que siempre es menos costoso y mejor para la gente. A pesar de ello, al proveer servicios de salud baratos se ha hecho posible que mucha gente tenga acceso a consultas, exámenes y curaciones.
Mantener y mejorar los servicios que dan los Hospitales de la Solidaridad ha sido por eso una de las prioridades que nos hemos puesto en esta nueva gestión. En los primeros meses hemos logrado aumentar nuestra producción en 10 por ciento respecto del año pasado, y en abril abriremos el nuevo hospital en San Juan de Lurigancho. También estamos repotenciando los centros médicos, donde se atiende la población más humilde. Buscamos elevar y asegurar la calidad de la atención.
Es claro que no es suficiente. Sin una solución al limitante económico, nuestras posibilidades de atender a los pobres son mínimas, y esa es una prioridad de la nueva gestión municipal. La alternativa que buscamos es trabajar junto al Ministerio de Salud,
atendiendo como proveedores del Seguro Integral de Salud y también aplicando las Estrategias Sanitarias Nacionales orientadas a promoción y prevención en salud.
Pensando el país
Regresemos al debate electoral. Tener nuevos programas sociales más eficientes es bueno. Lograr que los grandes sistemas públicos de educación y salud presten con eficacia buenos servicios que lleguen a todos los peruanos sería mucho mejor. Para ello, disponer de más presupuesto es fundamental. Eficiencia sí, redistribución también. Ambos.
Sin más recursos disponibles para el gasto social, no podremos combatir eficazmente la pobreza. Con profesores mal pagados y con servicios de salud que carecen de equipos modernos no podremos ser realmente eficaces en la inclusión social.
Tal vez la primera lección de cualquier curso de economía sea que no hay lonche gratis. Todo tiene un costo.
Tal vez la segunda lección de economía sea que la eficiencia es muy importante.
Sería bueno que los candidatos incluyeran esas dos ideas básicas en sus propuestas de gobierno en el área social, para así asegurar los derechos sociales de todos los peruanos