Armando Mendoza
Durante los años 90, el pensamiento económico que estaba en boga no solo apostó por el desmantelamiento del Estado o la desregulación laboral; también repudió el concepto de Soberanía Alimentaria (que propugna la defensa del agro, como sector estratégico y clave para el desarrollo nacional), calificándolo como obsoleto y desfasado: no era necesario que el Estado pusiese énfasis en la agricultura, pues con la globalización el acceso a alimentos importados, abundantes y baratos, estaba totalmente asegurado.
Así, en muchos países –incluyendo al Perú- se descuido al agro, apostándose por satisfacer la demanda de alimentos con más y más importaciones. Llegamos así al presente, donde importamos 90% del trigo que consumimos, 50% de las oleaginosas (para aceite), y 60% del maíz amarillo y torta de soya (insumos avícolas). Pero nuestra creciente dependencia poco importaba. Las cosas marchaban bien, o eso se creía.
El problema es las cosas no marchaban tan bien. Se olvidó que vivimos en un planeta con una cantidad finita de recursos, con disponibilidad limitada de tierra cultivable y agua, y serias dificultades para alimentar una creciente población mundial. Ello se esta reflejando en la presente crisis alimentaria global que ha hecho que los precios de los alimentos se disparen en el Perú y el mundo, pues por diversos factores (sequías y malas cosechas, crecimiento del consumo de China e India, demanda de cereales para producción de etanol, etc.) la oferta mundial de alimentos ya no alcanza para satisfacer la demanda, generando la carestía y el alza de precios que afecta especialmente a los sectores más pobres.
Por supuesto, lo anterior tiene un impacto político y social. El Banco Mundial informa que existen al menos 33 países donde el alza de alimentos es un serio riesgo para su estabilidad. Aquí en Perú, el malestar ciudadano y el costo político ya lo percibe el Gobierno en la caída de su nivel de aprobación y el surgimiento del fantasma hiperinflacionario.
Ante esta situación, se impone recuperar los principios de Soberanía y Seguridad Alimentaria como elementos centrales de las políticas estatales. Ello exige garantizar que TODOS los peruanos tengan en TODO momento acceso a suficientes alimentos para satisfacer TODAS sus necesidades nutricionales. Así de simple. Y así de difícil de alcanzar, porque arrastramos graves carencias alimentarias, que con la presente crisis se están profundizando.
La Soberanía Alimentaria solo se puede lograr con una oferta estable y barata de alimentos, fruto de una política agraria que priorice el desarrollo sostenible, el fortalecimiento de la producción nacional y la atención de la demanda interna, reduciendo nuestra dependencia de las importaciones. Así, seria mejor que hablemos menos de “Sierra Exportadora” y empecemos a hablar de “Sierra Productora y Abastecedora”, enfocada en lo que es realmente su fuerte: producción para el consumo interno. Fomentemos el cultivo interno de trigo y el consumo de productos autóctonos como la papa, para reducir y sustituir importaciones. Elevemos el rendimiento del campo, que solo puede lograrse con un aporte sostenido de financiamiento, asistencia técnica, infraestructura y servicios, y fomentando las asociaciones de productores.
La crisis mundial de alimentos es un recordatorio de que la globalización también incluye problemas y riesgos, y de lo peligroso que es creer que las políticas nacionales pueden descuidarse. Muchos países ya están restringiendo la salida de alimentos de su territorio, o exigiendo a los productores que dediquen parte de sus cultivos al mercado interno. Preparémonos, porque para el futuro se perfila una creciente pugna mundial por alimentos, y donde, guste o no, nuestra Soberanía y Seguridad Alimentaria serán cuestiones vitales.
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