Popper y Platón, o los orígenes del liberalismo
Escribe Nikolai Alva
Justa cosa es no ser esclavos de la tradición y tener una actitud crítica frente a las teorías e instituciones legadas por nuestros antepasados, sin embargo, de allí a caer en la mezquindad de fijarse solo en los errores o usar falacias ad hominem para desacreditar los argumentos de antiguos pensadores hay mucha distancia.
Decimos eso haciendo alusión a uno de los más célebres textos de Karl Popper: La sociedad abierta y sus enemigos, donde pareciera que el autor se desviase del tema de su trabajo para lanzar una serie de furibundos ataques contra los pensadores enemigos, en especial contra Platón, aunque quizás la animadversión hacia éste fue un elemento de mayor motivación para Popper que la de la defensa de la sociedad abierta. [1]
¿Por qué ese ensañamiento contra alguien que murió hace más de dos milenios? ¿Por qué considerar a Platón uno de los principales enemigos de la sociedad abierta? y ¿A qué se refiere Popper con ello?
Tratemos de responder a la última pregunta. Desde una definición positiva, sociedad abierta sería aquella donde la movilidad social fuese perfecta y cuyo sistema político de gobierno es la democracia. Desde una definición negativa -que es la más usada por Popper- se formula por oposición a la sociedad tribal en cualquiera de sus variantes, donde priman los intereses de clan, familia, ciudad, patria, etc. sobre los individuales; pero en ese caso ¿qué intereses son los fundamentales? Responder los de todos, es una respuesta irreal, por lo que el mismo Popper reconoce que el establecimiento de una ‘sociedad abierta’ ideal es irrealizable, entonces, la otra respuesta posible es que prevalecen los intereses individuales, es decir estaríamos ante el clásico homus economicus, egoísta y maximizador de beneficios, el cual, varios ‘liberales’ en economía, incluido Popper creen que es el causante del bienestar de la sociedad. En palabras de Adam Smith es el egoísmo del carnicero, del panadero y del cervecero los que nos llevan al bien común. O, en el estilo negativo de Popper, los problemas de la sociedad aparecen debido a las intervenciones por crear una sociedad mejor –por una rebelión contra la libertad-, lo que significaría que ocurren por no dejar que el homus economicus haga de la suya.
Creemos que el principal defecto del texto en cuestión es que Popper no ha entendido el estudio de la historia –lo cual resulta muy asombroso para alguien de su renombre- ya que, como lo sabe cualquier escolar, al estudiar a los personajes históricos es preciso ubicarlos en su contexto, es decir no podemos usar las mismas categorías actuales para analizar la conducta de los hombres que vivieron hace cien años, peor aún si fuesen de circa 300 A.C. Por ello, Popper al juzgar la eticidad en la conducta de Platón usando las categorías morales de hoy cae en lo absurdo y resulta casi un ejercicio de ciencia ficción, ya que, dada la lejanía en el tiempo, los testimonios resultan fragmentarios y su autenticidad dudosa.
Un concepto interesente creado por Popper hasta poético, porque más tiene de oxímoron que de coherente, es el individualismo igualitario, el que suele usar para oponerse a dos ideas de Platón. La primera: que lo colectivo (la polis) debe estar por encima de lo individual, pensamiento no privativo de Platón sino común en el mundo heleno, y de grandes implicancias morales ya que de allí precisamente nace la figura del héroe: aquella persona dispuesta a sacrificar su bienestar, individual, incluso su vida, por el bien común. Por motivos que nos son difíciles de comprender ese pensamiento genera encono en Popper quien prefiere el individualismo, egoísta per se, a la inspiración ética de los héroes. La segunda idea de Platón es que el gobierno debería de estar en manos de los más sabios y mejores, la cual también disgusta a Popper, ya que la juzga antidemocrática aduciendo que esa idea implica jerarquías en la sociedad y la aleja de su ideal: la sociedad abierta. Quizás tenga algo de razón en ello; aunque si la tuviese y llevando su argumento al extremo significaría que garantizar un sistema democrático implicaría que difícilmente el gobierno esté en manos de los más sabios y mejores.
Pero qué implicaría el individualismo igualitario que tanto defiende Popper. Haría que la gente abandone el ideal heroico de anteponer el bien común a los intereses individuales, significaría excluir a los mejores y sabios en defensa de la igualdad, ¿qué consecuencias traería consigo un sistema que garantice el individualismo igualitario? Revisemos el tiempo de Pericles, estadista a quien Popper celebra manifiestamente, porque fue precisamente durante su mandato que se impuso de cierto modo el individualismo igualitario en Atenas, lo cual, trajo como consecuencia la decadencia de la desventurada polis. Pericles gobernó gracias a su alianza con la clase comerciante enriquecida, cuya ética de conducta era muy similar a la del homus economicus, maximizador de riqueza, estos, debido a su afán igualitario exiliaron o asesinaron a todos aquellos que consideraban como un peligro para el sistema donde tenían el poder, es decir persiguieron a los mejores y más sabios o cualquiera que tuviese alguna cualidad que los distinguiese del vulgo. El régimen igualitario, heredero de Pericles, asesinó al hombre más sabio: Sócrates, y exilió al estratega más brillante: Alcibíades, quien hubiese sido el gobernante del imperio ateniense [2]. ¿cuál fue el resultado del individualismo igualitario?, que el brillo de Atenas duró menos de una generación, que privados de sus mejores hijos fuese fácilmente vencida por sus rivales. Y a todo esto lo más importante, y que Popper pareciera no darse cuenta, es la incongruencia interna que encierra el individualismo igualitario, ya que, por un lado al proclamar el individualismo se hace un llamamiento al egoísmo, mientras que por otro al propugnar la igualdad se lo reprime.
Por otro lado, nos llamó la atención que Popper: el autor de la metodología de la investigación científica, quien desdeñase muchos textos valiosos ya que según él su carga ideológica les restaba rigor científico, mencione a la fe más que reiteradamente en sus argumentos. Por ejemplo: “la democracia debe basarse en la fe en la razón y en el humanitarismo” (p. 183), o ésta donde culpa a la falta de fe como la causante del fracaso de la sociedad abierta: “Pero ¿cómo habremos de explicar de que atenienses ilustres como Tucídides estuviesen del lado de la reacción, en contra de estas nuevas evoluciones? Los intereses de clase no constituyen, a mi juicio una explicación suficiente, pues lo que debemos explicar es el hecho de que, en tanto que muchos jóvenes nobles y ambiciosos se convirtieron en miembros activos aunque no siempre dignos de confianza, del partido democrático, algunos de los más serenos y mejor dotados se resistieron a su influjo. El punto principal parece ser que –si bien ya existía la sociedad abierta y había comenzado, en la práctica a desarrollar nuevos valores, nuevas normas igualitarias de vida- le faltaba algo todavía, especialmente para la clase ‘culta’. La nueva fe de la sociedad abierta- ...”(p. 179-180). Pero quizás ninguna sea tan deliciosa como aquella donde a partir de algunos anecdóticos triunfos militares de Atenas sobre Esparta, concluye que eso demostraba “la fuerza superior de un gobierno democrático” (p. 188), podría estar de acuerdo con esta proposición, pero si la analizo popperianamente, siguiendo sus preceptos metodológicos, diría que dicha proposición al basarse en un imponderable como es “fuerza superior de un gobierno democrático” no es falsable, y por lo tanto no pertenece al ámbito de la ciencia, y en última instancia si descontamos el factor azar, las guerras suelen ganarlas los ejércitos con mejores armas.
Una célebre reseña de la Sociedad Abierta y sus Enemigos decía que el texto de Popper podría ser muy controvertido pero donde si hay unanimidad es en la vasta erudición de éste, Nosotros precisamente opinamos casi todo lo contrario, ya que el texto está lleno de errores graves desde el punto de vista histórico, pareciendo mas observaciones de un amateur que de un erudito. Y si nos equivocamos, y en lugar de errores de aficionado son mentiras deliberadas, entonces estaríamos ante uno de los texto más perversos y llenos de infamias que se hayan publicado.
En ese sentido, cualquier persona con un mínimo sentido de la decencia, tratará de, si escribe un texto científico, decantar sus emociones, probará su tesis usando argumentos y no se regodeará en una mera retórica persuasiva, el cual no es el caso de Popper, que por ejemplo para referirse a Critias usa el apelativo desdeñoso de: “el viejo oligarca”.
Otra conducta frecuente en Popper suele ser la tergiversación de los hechos o una interpretación forzada de estos. Por ejemplo, la célebre frase de Heráclito de que los ciudadanos de Éfeso deberían dar el gobierno a los niños, en lugar de interpretarla como una reacción a la perfidia y corrupción de los gobernantes, por lo que juzgaba preferible tener como gobernante a alguien inexperto como un niño con tal de que sea una persona éticamente correcta, Popper la interpreta como una afrenta por parte de Heráclito contra los gobernantes igualitarios de Éfeso por haber exiliado a un amigo aristócrata. Cabe resaltar que Popper usa el término aristócrata en un sentido jacobino, es decir reprocha a Heráclito, quién según la tradición renunció al cargo de rey, el haber nacido aristócrata y el tener amigos de esa condición.
Un ejemplo muy interesante es cuando analiza quién es el responsable de la muerte de Sócrates. La explicación normal la atribuye a la envidia y el odio de algunos dirigentes importantes, en especial debido a la perfidia de Mélytos, Lycón y Ánytos, quienes fueron los instigadores de la acusación y el proceso que llevara a Sócrates a la muerte. Pero Popper no acepta esa explicación, por más que Mélytos, Lycón y Ánytos fuesen detestables. No la acepta porque estos personajes infames tenían el poder en un sistema democrático restablecido, es decir aceptarla sería decir de alguna forma, que Sócrates murió por culpa del individualismo igualitario. Por ello, hace malabares usando argumentos y conclusiones forzadas, para atribuir la culpa a Critias y Alcibíades, quienes habían caído en desgracia, -¿de qué modo?-. El verdadero crimen de Sócrates, a juicio de Popper, fue el de haber sido maestro de efebos aristócratas que debido a sus cualidades personales como a las enseñanzas del maestro, tarde o temprano tendrían un rol destacado en la política y que por ser aristócratas serían enemigos del sistema individualista igualitario y por ende de la sociedad abierta, luego, Alcibíades y Critias eran los discípulos más brillantes de Sócrates, ambos aristócratas, ambos exiliados y ambos declarados enemigos de Atenas, ergo, para Popper, los culpables de la muerte de Sócrates fueron Alcibíades y Critias.
Sobre las falacias ad hominem: la estrategia más frecuente usada por Popper para desprestigiar a alguien, sobre todo a Platón, es recordar el comportamiento infame de algún pariente, ¡nada más absurdo! Recordemos que en la Grecia del tiempo de Platón los ciudadanos atenienses eran alrededor de diez mil habitantes, como en cualquier pueblo pequeño, de algún modo todos estaban emparentados.
Sobre ¿por qué Popper odia a Platón? Resulta muy complicado encontrar una explicación satisfactoria. Podría ser -siguiendo las ideas de Kuhn e incluso las del mismo Popper- que una idea pura absolutamente aséptica, libre de paradigmas resulta imposible, y mucho menos si vivimos momentos históricos de cambios que nos conectan intensamente con nuestro lado emocional, así, para un desventurado judío que tuvo que vivir la persecución nazi, es muy comprensible que desarrolle una visión crítica hacia el Estado y que incluso lo considere su enemigo, quizás por ello –y esto es bastante forzado- considere a todos los ideólogos de sistemas donde el Estado tenga un rol primordial, entre ellos Platón, como sus enemigos.
[1] Recordemos que uno los títulos originales tentativos del texto en mención era: “Falsos profetas: Platón-Hegel-Marx”, Véase: Hubert Kiesewetter, “El nacimiento de La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper”, en: Anuario Filosófico, Bd. XXXIV, Heft 1, 2002, S. 179-206.
[2] Curiosamente la frase es del mismo Popper, quien pese a todas sus reticencias pareciera que no pudo resistir a la seducción de una personalidad tan fascinante
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