Exorbitante Pivilegio

domingo, 7 de octubre de 2007


Escribe Bruno Seminario
Borrador
En una reunión extraordinaria que tuvo lugar a la mitad de septiembre, el directorio del banco central de los Estados Unidos decidió reducir en 0,50 puntos porcentuales la tasa de interés de sus tasas de referencia. Aunque el mercado financiero, después del pánico financiero mundial de las semanas precedentes, esperaba esta decisión, la magnitud del recorte tomo por sorpresa al mercado, pues éste esperaba una reducción de sólo 0,25 puntos porcentuales. Si bien el inesperado anuncio sosegó el pánico que arrebataba el ánimo de los inversionistas y así contuvo el incesante descenso de las cotizaciones de las bolsas, tuvo también otras consecuencias.
En primer lugar, marcó el abandono de la estrategia gradualista establecida por el anterior presidente del banco, Alan Greenspan y que hasta ahora había mantenido Paul Bernanke: el nuevo presidente. Con el objeto de no sorprender al mercado con decisiones no anticipadas y así facilitar la programación financiera, Greenspan acostumbra a anunciar cambios lentos y graduales en los tipos de interés. Sólo se apartó de esta política en una oportunidad el 11 de septiembre del 2001, es decir, sólo en casos de extrema gravedad, que Bernanke lo haya hecho en esta ocasión, en opinión de los especialistas, sólo demuestra cuán la seria es la crisis.
En segundo lugar, permite una vez más comprobar el escaso interés que tienen las autoridades estadounidenses por el valor y papel que juega el dólar en el sistema financiero internacional. En las últimas semanas, muchos especialistas en cuestiones internacionales, recordaron el discurso que pronunció John Connolly, el secretario del tesoro de Nixon, donde afirmaba que el dólar era la moneda de los Estados Unidos, pero el problema de los incautos extranjeros era que estaban dispuestos a mantenerlo.
En cualquier caso, la reacción de los mercados financieros internacionales ha sido drástica: el dólar, en estas últimas dos semanas, ha experimentado una pronunciada depreciación en todos los mercados cambiarios del mundo. Por ejemplo, frente la cotización del dólar frente al euro superó el 1,4 a finales de septiembre, acumulando desde el 2001, una depreciación estimada en casi 63 por ciento.
En el último reporte de inflación, se incluye un interesante cuadro que muestra desde enero del 2007, cuán general y extendida es la depreciación del dólar. Puede comprobar con facilidad el lector estudiando las tasas de depreciación incluidas en el cuadro, que la depreciación del dólar en el Perú, es muy cercana a la experimentada en promedio por los principales socios comerciales de los estados unidos –indicada en el cuadro, por el índice FED-. Sugiere este resultado que si bien nuestras exportaciones han perdido competitividad frente a los productores estadounidenses, podrían no haberlo hecho frente a otras competidores extranjeros, pues sus monedas parecen haber experimentado una apreciación mayor a la del sol. Demuestran, sin duda, estos curiosos desarrollos la urgente necesidad de elaborar un índice más adecuado para medir la competitividad internacional de nuestras exportaciones, ya que los índices que utiliza actualmente el banco central para medir esta importante variable, fueron en realidad pensados para medir el costo de las importaciones en el mercado interno peruano y no la competitividad de nuestros productos en el mercado internacional. Hasta que estos indicadores sean elaborados, sólo es posible hacer aventureras conjeturas acerca de los probables efectos de esta nueva depreciación del dólar.

¿Por qué las autoridades de los Estados Unidos muestran tan poca preocupación por el valor de su moneda o el papel que ésta desempeña como moneda universal? Como conocen los historiadores económicos, esta misteriosa irresponsabilidad no fue la característica que rigió el comportamiento en el pasado de las potencias que en el pasado tuvieron la hegemonía financiera mundial. Por ejemplo, Inglaterra, a principio del siglo XX, defendió decididamente el valor de la libra esterlina y nunca mostró vacilación alguna para defender el papel de su moneda en el mercado mundial. Incluso, por hacerlo, tuvo que enfrentar en los 1920s, considerables costos. Difícil pregunta, pero para terminar tres razones pueden explicar esta misteriosa predisposición.
Hay sin duda un interés inmediato: la depreciación del dólar reduce la deuda neta que Estados Unidos ha acumulado con otros países del mundo. La deuda neta de un país es la diferencia que existe entre los activos brutos que éste posee en otros países del mundo y sus pasivos brutos. Como Estados Unidos posee activos reales en otros países y deudas denominadas en su propiedad moneda, un descenso en el valor del dólar, aumenta el valor de los primeros pero no afecta el de las deudas. Como resultado, cuando el dólar pierde valor como resultado se reduce la deuda neta que los estadounidenses con el Mundo.
También, la depreciación del dólar, le permite a Estados Unidos, exportar al mundo sus problemas económicos. Reduce, en efecto la depreciación, del dólar el precio de las manufacturas estadounidenses y así le permite elevar el valor de sus exportaciones. De otro lado, aumenta también el precio de los productos de otros países en el mercado interno estadounidense y, por esta razón, la sustitución de estos por productos similares producidos al interior de Estados Unidos. Al estimular su industria, se consigue superar el efecto de la crisis hipotecaria. Mientras ocurre esto en Estados Unidos, otros países experimentan una marcada como contrapartida una obvia desaceleración en su dinamismo económica. En los años de 1930s, los Estados Unidos ejecutaron una política similar. Cuando los otros países respondieron con políticas, colapsó el primer intento de globalización.
Confían finalmente, las autoridades estadounidenses, en la burocracia que contribuyeron a instalar en los países en las economías emergentes y en los mecanismos institucionales en los años 90s. En la práctica, las reformas de los años 90s, convierten a los bancos centrales de estas economías, en meras sucursales, del banco central de reserva estadounidenses, es decir, en simples proveedores de fondos baratos. Con ello garantizan, que a pesar de las obvias pérdidas financiero un flujo estable de financiamiento.
El apetito infinito por reservas internacionales de los países de Asia y América Latina parece darles plenamente la razón.

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