La globalización y la desigualdad
José Oscátegui A., Profesor Departamento de Economía, PUCP
Desde hace algún tiempo se venía sosteniendo que el fenómeno conocido como globalización, cuyos aspectos más resaltantes son la apertura al comercio y a la inversión extranjera, estaba teniendo efectos negativos sobre la distribución del ingreso, no sólo en Perú, sino en todo el mundo. Esto fue rechazado sin mayor evidencia por quienes sostienen lo contrario, y se tildó de anti-globalizadores a los que mostraban estos efectos negativos.
Un recientísimo trabajo del FMI, el World Economic Outlook, publicado el 17 de Octubre de este año, confirma este resultado.1 Este documento establece que aunque el ingreso de los segmentos más pobres ha mejorado, la desigualdad de ingresos ha crecido: “[…] la evidencia disponible sugiere que la desigualdad de ingresos se ha incrementado a lo largo de muchos países y regiones durante las últimas dos décadas […] al mismo tiempo, el ingreso medio de los segmentos más pobres de la población se ha incrementado en todas las regiones y grupos de ingreso […]” (la traducción es mía).
Como no debe ser difícil entender, este es un resultado sorprendente para muchos y para el mismo FMI, por lo que no podía ser anunciado sin un esfuerzo adicional para tratar de identificar, con mayor precisión, a los verdaderos causantes de la desigualdad. La investigación que realiza esta misma institución la lleva a sostener que “[…] la liberalización del comercio y el crecimiento vía exportaciones están asociados con una menor desigualdad de ingreso, mientras que la mayor apertura financiera esta asociada con una mayor desigualdad.” El documento reconoce que el culpable mayor de la creciente desigualdad que se vive en el mundo es el cambio tecnológico: “La difusión de la tecnología está, por supuesto, relacionada con la creciente globalización, no obstante, se ve que el progreso tecnológico tiene un efecto diferenciado y distinguible sobre la desigualdad.” En el documento del FMI mientras la apertura comercial reduce la desigualdad, la apertura financiera (a través de la inversión extranjera directa), junto con el progreso tecnológico actuarían incrementándola, aumentando la retribución a los más calificados y no limitando las oportunidades para el avance económico.
Sin embargo, la pregunta inevitable es, ¿cómo puede ingresar el cambio tecnológico sino es con la apertura comercial? ¿la apertura comercial no requiere mayores niveles de apertura financiera que los preexistentes? ¿no es eso lo que predicó y predica el FMI y sus seguidores cercanos internos?. Según esta misma institución, el fenómeno es mundial: “[…] la desigualdad ha crecido en todos los países con excepción del grupo de países de ingreso más bajo”, donde se ha mantenido constante.
Esta creciente desigualdad mundial ha ocurrido pese a que, en general, las economías del mundo han crecido, mostrando que discursos como, “en el Perú no se trata de quitar la riqueza al que la tiene sino de crear riqueza para el que no la tiene” sólo pueden conducir al agravamiento de los problemas sociales y a la caída en la tasa de crecimiento de la economía peruana.
Las economías modernas han encontrado que sí es necesario quitarle algo al que tiene para darle al que no tiene. El Estado moderno recauda impuestos cuidando que estos sean progresivos (posiblemente más progresivos cuanto menos desarrollado sea el país), cobra regalías, etc., y hace transferencias hacia los que no tienen. Estas tienen la forma de educación pública de excelencia, inversión en infraestructura en zonas deprimidas (como buena parte de la sierra), atención universal a la salud, seguridad ciudadana, y otros servicios que no podrían existir si el Estado no tomara más de los más ricos para redistribuir hacia los más pobres, para hacer de esta manera una sociedad más estable, acogedora y preparada para el crecimiento. Los óbolos no tienen lugar en un Estado moderno.
1 Ver http://www.imf.org/external/pubs/ft/weo/2007/02/index.htm
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