Pedro Francke
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La reducción de la pobreza de 44,5% a 39,3% en solo un año ha dado lugar a un intenso debate donde se cruzan las fronteras de lo político y de lo técnico. El problema es que la medición de la pobreza es un proceso extremadamente complejo, y donde muchas decisiones que pueden tomarse con cierta discrecionalidad por los técnicos afectan las cifras finales de manera importante.
El proceso comienza por una encuesta que en Perú se hace a algo más de 20 mil hogares, y por eso la primera etapa de la decisión – y del debate – técnico- es ¿cómo se seleccionaron esos hogares? ¿los criterios fueron los mismos en el 2007 que en el 2006? Porque si se escogen los hogares de distinta manera, es lógico que habrá distintos resultados, y en este caso, efectivamente, en el 2007 hubo un cambio del "marco muestral", es decir de la base de datos de la cual se seleccionan los hogares a encuestar.
La segunda parte del proceso es la encuesta en sí, donde el principal problema es que a veces la gente no quiere responder nada, o no responde una parte. En el 2007 se ha reducido los "rechazos totales", lo cual mejora la encuesta. Pero siguen habiendo buena parte de datos que, como la gente no responde es aparte, se estiman. Es decir, se usa no un dato que las personas hayan efectivamente informado, sino un cálculo del mismo.
La tercera parte del proceso es comparar los gastos del hogar con el valor de una canasta básica, o lo que llamamos la "línea de pobreza". Cada parte de esta comparación tiene sus dificultades.
Por ejemplo, en la suma de los gastos del hogar no se incluye los gastos en bienes duraderos – refrigeradoras, televisores, carros, etc-, ni en educación o salud pública. Uno de los datos del INEI muestra por ejemplo que los hogares peruanos están gastando más en salud privada, pero ¿eso los hace menos pobres, o es una respuesta al pésimo estado de los centros de salud y hospitales públicos? En cambio, en los gastos del hogar que se incluyen para el cálculo de la pobreza se suma el "alquiler imputado": si la familia es dueña de la casa, eso le da una utilidad que se valoriza como si fuese alquilada. Pero calcular cuanto pagaría una familia por alquilar su propia casa no es sencilla. La solución usada por el INEI es calcular en cuanto se alquila una casa parecida, pero eso no funciona muy bien en zonas rurales donde prácticamente nadie alquila casa.
Los problemas no se han acabado. Necesitamos una línea de pobreza, un valor de la canasta básica, que sirva de referencia para decir que quienes gastan menos de eso, son pobres. Esa línea es ahora de 229 soles mensuales por persona, que como dice un amigo, equivale a "tres buffets en un hotel importante de lima, o llenar dos veces el tanque de gasolina de un yaris, ó un saco en saga falabella, ó tres pasajes de lima a huancayo en cruz del sur, ó una entrada para ver a un reguetonero famoso en la zona vip, ó pasajes para 19 días en micro para una familia de 5 personas, ó la séptima parte de una computadora compatible, ó la mitad de una mensualidad promedio de un instituto en Lima, ó el 20% de una mensualidad promedio en una universidad de prestigio". Pero el problema mayor para saber si la pobreza bajó o subió entre 2006 y 2007 es saber cuánto aumentó de precio esa canasta, que como ven es bastante misia. El INEI calcula un aumento de sólo 1,5%, que parece un poco bajo a la luz de la inflación en Lima y sobretodo en provincias.
¿Será verdad entonces una reducción de la pobreza tan maravillosa? Los datos implican que en Perú por cada punto de crecimiento económico la pobreza se reduciría en 0,37 puntos porcentuales, mientras que en la experiencia chilena de los últimos veinte años, por cada punto de crecimiento la pobreza se reduce en menos de la mitad (0,15 puntos porcentuales). Talvez lo mejor sea pensar que una golondrina no hace verano.
Para tal fin, podemos recordar que en realidad la pobreza es un dato estadístico, y que como tal tiene un margen de confiabilidad. El INEI reporta que hay un 95% de probabilidad que la pobreza esté en el 2007 entre 38,1 y 40,5%, y que en el 2006 haya estado entre 45,9 y 43,1%. Así que, incluso dejando de lado las decenas de detalles que pueden afectar el cálculo, no podemos descartar que la reducción de la pobreza haya sido de 2,6 y no de 5,2 puntos porcentuales.
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