Pedro Francke
Con Alan García la desigualdad ha aumentado muchísimo; unas cuantas empresas trasnacionales ganan más que 12 millones de peruanos. También los robos, las pandillas y la violencia callejera, han aumentado enormemente. ¿Es acaso pura casualidad que estos dos cambios sociales, más desigualdad y menos seguridad ciudadana, hayan sucedido al mismo tiempo?
Por lo general no asociamos ambos fenómenos, la desigualdad y la inseguridad. Pensamos que se trata de dos temas totalmente separados. Que hayan aumentado al mismo tiempo en los últimos años, parece que fuera pura coincidencia. No, no lo es. No es casualidad que desigualdad e inseguridad ciudadana hayan aumentado al mismo tiempo.
Las pandillas, los asaltos y los sicarios, pueden entenderse desde una visión individual. Se trata de personas que rompen las reglas sociales y hacen daño a otros porque les falta conciencia moral. Hace falta controlarlos y castigarlos. Pero son también un fenómeno social. Que los problemas de violencia y robo hayan aumentado tanto no es porque de repente un montón de peruanos se han vuelto malos, hay que buscar explicaciones sociales.
La desigualdad es una de las principales causas, en todas partes del mundo, de la violencia, los robos y los conflictos, sobre todo cuando se trata de dinero y poder ganados a la mala.
Cuando hay una enorme acumulación de riqueza en dueños de empresas mineras que explotan recursos que pertenecen a la Nación, dañando el medio ambiente y asesinando dirigentes sociales bajo la protección del poder político, muchos pueden sentir que se justifica un robo menor para sustentar a su familia.
Cuando Rómulo León y los amigotes del Presidente que roban nuestro petróleo y nuestro gas se ven protegidos por una policía y un Poder judicial en el que los USB y las pruebas desaparecen, muchos tomarán eso como ejemplo.
Cuando Alex Kouri nos cobra peaje por decenas de millones de soles para la empresa de sus familiares, y luego tiene el cuajo de ser candidato, se refuerza la aceptación social del robo.
Nunca robar está bien, y menos con violencia, amenazas o balas, pero lo que sucede en la sociedad influye en la conciencia. Los malos ejemplos no deben ser seguidos, pero lamentablemente contagian.
Detener la ola de delincuencia que viene creciendo no es solamente cuestión de más policía y mayor vigilancia. Sin duda, mejores estrategias policiales ayudarán, y si trabajan con la población organizada y las juntas vecinales, mucho mejor. Pero la paz verdadera es hija de la justicia. No hay que olvidarlo.
Por lo general no asociamos ambos fenómenos, la desigualdad y la inseguridad. Pensamos que se trata de dos temas totalmente separados. Que hayan aumentado al mismo tiempo en los últimos años, parece que fuera pura coincidencia. No, no lo es. No es casualidad que desigualdad e inseguridad ciudadana hayan aumentado al mismo tiempo.
Las pandillas, los asaltos y los sicarios, pueden entenderse desde una visión individual. Se trata de personas que rompen las reglas sociales y hacen daño a otros porque les falta conciencia moral. Hace falta controlarlos y castigarlos. Pero son también un fenómeno social. Que los problemas de violencia y robo hayan aumentado tanto no es porque de repente un montón de peruanos se han vuelto malos, hay que buscar explicaciones sociales.
La desigualdad es una de las principales causas, en todas partes del mundo, de la violencia, los robos y los conflictos, sobre todo cuando se trata de dinero y poder ganados a la mala.
Cuando hay una enorme acumulación de riqueza en dueños de empresas mineras que explotan recursos que pertenecen a la Nación, dañando el medio ambiente y asesinando dirigentes sociales bajo la protección del poder político, muchos pueden sentir que se justifica un robo menor para sustentar a su familia.
Cuando Rómulo León y los amigotes del Presidente que roban nuestro petróleo y nuestro gas se ven protegidos por una policía y un Poder judicial en el que los USB y las pruebas desaparecen, muchos tomarán eso como ejemplo.
Cuando Alex Kouri nos cobra peaje por decenas de millones de soles para la empresa de sus familiares, y luego tiene el cuajo de ser candidato, se refuerza la aceptación social del robo.
Nunca robar está bien, y menos con violencia, amenazas o balas, pero lo que sucede en la sociedad influye en la conciencia. Los malos ejemplos no deben ser seguidos, pero lamentablemente contagian.
Detener la ola de delincuencia que viene creciendo no es solamente cuestión de más policía y mayor vigilancia. Sin duda, mejores estrategias policiales ayudarán, y si trabajan con la población organizada y las juntas vecinales, mucho mejor. Pero la paz verdadera es hija de la justicia. No hay que olvidarlo.
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