Colonoscopía del Ciclo Político

domingo, 1 de agosto de 2010

Jurgen Schuldt  / Universidad de Pacífico                                                    




Como es tradicional en todos los gobiernos, cuando menos a un año de su culminación, se adoptan una serie de medidas acrobáticas para asegurar el máximo posible de votos en los comicios y para dejar el mejor recuerdo entre la ciudadanía. Es una de las fases de lo que los economistas conocen como el ‘ciclo político de la economía’: antes de las elecciones generales se practican políticas fiscales y monetarias expansivas, entre otras medidas; y, una vez que asume el siguiente gobierno, el ciclo marcha en reversa para ajustar los posibles desequilibrios macroeconómicos que el gobierno anterior pudo haber generado en su afán por ganar el aplauso ciudadano.

El Mensaje de ayer, así como las políticas adoptadas en lo que va del año y las que seguirán, son un claro ejemplo de tal ciclo. Se trata de señales nítidas de que era hora que el gobierno también debía acordarse de servir a los ciudadanos peruanos, que durante los años anteriores habían sido sometidos a una dolorosa colonoscopía. En efecto, hasta entonces y desde el inicio del gobierno, se trabajó exclusiva y persistentemente para los electores externos (especialmente de las empresas multinacionales), en el afán de obtener el ‘grado de inversión’.


Como tal esta fase política del ciclo coincide con la conocida regla del pico-fin que sostiene la nueva disciplina de la ‘Economía del Comportamiento’. En un estudio realizado por Daniel Kahneman, el psicólogo que obtuvo el Premio Nobel en Economía (2002), evaluó a pacientes que fueron sometidos a una colonoscopía y tenían que reportar el dolor en una escala de 0 a 10 en intervalos de un minuto durante el lapso de una hora. Consultados sobre su dolorosa experiencia, curiosamente tomaron en cuenta únicamente una combinación del dolor máximo sufrido en algún punto y, sobre todo, el dolor promedio soportado durante los últimos tres minutos. Esta norma vale igualmente para experiencias positivas; por ejemplo, cuando regresamos de vacaciones, lo que más recordamos es un determinado momento y luego los días finales del descanso caribeño.

En política se podría aplicar el mismo principio: recordamos a los malos gobiernos por su peor momento y por el tramo final, en que –sin embargo- el primero puede ser positivo y los finales negativos, o al revés. Y esto parece saberlo bien el presidente. La colonoscopía a la que fue sometida la población durante los cuatro últimos años se materializaron en la intensidad de los dolores que se expresan claramente en el grado de desaprobación de que goza el presidente. Lo que ahora se pretende suavizar con los agradables ungüentos de última hora repetidos en el Mensaje, tales como la creación del Ministerio de Cultura y los Colegios Mayores, el DNI para todos, el subsidio a los pobres de más de 75 años, la tardía amonestación a la Doe Run, la explotación del gas para consumo interno, el apoyo al Código del Consumidor, el seguro integral de salud, etc. Y, sin duda, esas iniciativas importantes y urgentes –aparte de las efectistas- que acaba de anunciar y que bien pudo adoptarse desde agosto del 2006.

Así quedará en el recuerdo de la ciudadanía este último año y, sin duda, el mandatario será reivindicado –incluso de su anterior gobierno- en los futuros libros de historia. Como tal, es el portón para volver al sillón presidencial en seis años. Se equivocan, pues, quienes afirman que el de ayer fue el último Mensaje a la Nación de García. Cuando menos, serán cinco más y, en el peor de los casos, el terminal lo pronunciará el 2020.

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