Armando Mendoza
Como causas de la crisis mundial de alimentos -reflejada en el alza continua de precios en el Perú y el mundo- se han mencionado el creciente consumo de China e India, las malas cosechas en Australia, la producción de biocombustibles, etc., todas las cuales contribuyen a reducir la oferta y elevar la demanda por trigo, maíz, soya y otros alimentos básicos. Pero a esos factores debe agregarse uno más, artificial y perverso: la creciente especulación por mega inversionistas internacionales, que han visto en la crisis de alimentos una oportunidad de lucro.
Lo sucedió es sencillo: por determinadas razones (como la reducción de cosechas en Australia) se produjo un desbalance entre oferta y demanda en los mercados internacionales –demasiados compradores y no suficiente oferta-, desbalance que lógicamente tiene que ajustarse con un incremento de precios hasta que nuevamente demanda y oferta se equilibren. El problema es que al subir los precios para ajustar el mercado, surgen los especuladores –grandes firmas y fondos de inversión internacionales- que comienzan a comprar y demandar alimentos; no porque realmente los requieran, sino simplemente por especular apostando a que los precios subirán aun más: compro hoy a diez y venderé mañana a veinte.
Así, estos especuladores inflan artificialmente la demanda, creando una “burbuja especulativa”: un desequilibrio del mercado generado por precios elevados, lo que atrae a especuladores que incrementan nuevamente los precios, atrayendo más compradores y elevando aun más los precios, etc., etc., etc. En esta situación, los precios se elevan por encima del valor real o valor intrínseco del bien. En otras palabras, una vez desatada una burbuja especulativa, nadie sabe hasta que niveles llegaran los precios, producto del capricho y la irracionalidad.
¿Recuerdan cuando los peruanos acaparábamos dólares esperando que el tipo de cambio subiese? Eso, pero en grande, es lo que ahora están haciendo con los alimentos los inversionistas internacionales. Y es que, más allá de toda su parafernalia, los fondos internacionales de inversión son en realidad simples y vulgares especuladores, que hacen su riqueza saltando de una burbuja a otra, buscando siempre comprar barato y vender caro. El despegue de la Internet, la ola de inversiones en Rusia, o el reciente auge inmobiliario en Estados Unidos son ejemplos de burbujas especulativas pasadas. Justamente, una vez liquidada la burbuja inmobiliaria estadounidense, los inversionistas se han lanzado a buscar un nuevo “el dorado”, entrando masivamente a especular en los mercados internacionales de alimentos.
Así -según el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA)- mientras del 2004 al 2007 la inversión internacional en oro y otros metales ha sido estable, por el contrario, la inversión en otros bienes –lo que incluye alimentos- se disparó, multiplicándose por ocho, hasta alcanzar la monumental suma de 8,400 billones de dólares para diciembre del 2007, estimándose que hasta 30% del alza en los precios internacionales de alimentos se explica por la presión especulativa, reflejada en las crecientes inversiones en instrumentos financieros vinculados a alimentos.
La teoría económica dice que tarde o temprano toda burbuja especulativa termina por estallar y los precios vuelven a un nivel de equilibrio “normal”. Pero mientras tanto, las consecuencias económicas y sociales de esta especulación, en el Perú y en el mundo, serán muy graves. La apuesta de los especuladores es lucrar con una carestía mundial de alimentos que significara para millones de personas, hambre y miseria. ¿Se quedaran con los brazos cruzados los gobiernos y organismos internacionales?
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