Germán Alarco Tosoni
Investigador CENTRUM Católica
Todavía falta más de un mes para el 28 de julio, pero ya se inició una campaña contra algunos de los temas clave propuestos por Gana Perú. Hay presión contra los mayores tributos a la minería y ahora se inicia la reacción contra el incremento del salario mínimo vital a 750 soles. Se dice que es negativo para el empleo, que muchas empresas no podrán pagarlo y que generaría presiones inflacionarias. Nada más equivocado, ya que se trata de una herramienta de política pública, que con otras, podría ser útil para iniciar una cruzada para mejorar la distribución del ingreso en el país.
En el tema de los salarios hay dos enfoques opuestos: neoclásico y keynesiano. En el primero, la contratación de mano de obra depende del nivel de los salarios reales, donde remuneraciones bajas son positivas para la demanda de trabajo de las empresas. En el keynesiano, el nivel de contratación depende ante todo del volumen producido. Los neoclásicos, por la división entre micro y macroeconomía, se olvidan que remuneraciones reducidas no son positivas para el nivel de demanda y producción. Para los postkeynesianos una mejor participación de las remuneraciones en el PBI es positiva para la demanda, el nivel de actividad económica e inversión por mayores mercados. En la teoría de salarios de eficiencia, mejores remuneraciones son positivas para la calidad y competitividad de las empresas.
Existe una falsa visión de que los incrementos en las remuneraciones deben plasmarse necesariamente en los precios. En la teoría neoclásica las remuneraciones reales deben crecer de acuerdo a la productividad. En los últimos diez años el producto medio por trabajador (productividad) creció 50%, mientras que las remuneraciones reales lo hicieron en menos del 10%. Hay espacio para subir las remuneraciones, ya que la participación de la mano de obra por unidad de producto en lugar de aumentar se ha reducido. No en vano las remuneraciones sobre el PBI han disminuido su contribución del 40% a sólo 22% entre los años sesentas y 2009.
El último informe del INEI sobre la situación laboral de marzo-mayo del 2011 es útil para demostrar que ante el incremento del salario mínimo de 550 a 600 soles los ingresos promedio en Lima se elevaron en 9%. Se ha beneficiado a los trabajadores dependientes e independientes, en especial de la micro, pequeña empresa y que tienen nivel de educación primaria. Sin embargo, no hay que pecar de inocentes, ya que para evitar presiones inflacionarias se debe actuar simultáneamente con el BCRP, INDECOPI y atender adecuadamente las mayores presiones sobre la oferta de bienes y servicios (En: La Primera, 24/6/2011).