Bruno Seminario
Es tan extraño el espíritu del tiempo que nadie parece capaz de anticipar lo que finalmente ocurrirá. Así, a nadie puede sorprender que los pronósticos económicos formulados a principio del presente año sean revisados, porque el escenario que vaticinaron nunca llego a consolidarse. Como las economías emergentes de mayor tamaño y dimensión, experimentaron en el 2009, sólo por breve tiempo los efectos de la crisis, se extendió la opinión que convertía su expansión en la base fundamental del proceso de recuperación. Sin embargo, esta afirmación al finalizar el primer semestre del 2011 sería prematura: en todas ellas desfallece el vigoroso ímpetu que parecía caracterizar su recuperación. Por diversas causas, se impone una nueva coyuntura donde el crecimiento lento parece ser la norma en los países emergentes mientras que el estancamiento domina la dinámica en Estados Unidos y la Unión Europea.
En Asia, el aumento en el precio de las materias primas empuja hacia arriba la inflación, deteriora la balanza de pagos, y, obliga a los bancos centrales a adoptar políticas monetarias restrictivas. Por ejemplo, en la India el Banco Central de Reserva ha aumentado en diez oportunidades el tipo de interés pero éste permanece aún a un nivel inferior a la tasa de inflación. En este mismo país, el gasto del gobierno está fuera de control y el déficit fiscal llega a diez puntos porcentuales del producto interno bruto. Aunque en China, el Banco Central ha procedido de forma similar, el principal problema es la cartera de dudosa calidad de su sistema bancario. En el año 2006, se estimó el monto de estos malos préstamos en 911,000 millones de dólares, pero la suma puede haber crecido sustancialmente, debido a la burbuja hipotecaria y a los préstamos de estímulo otorgados por el gobierno chino. En el Brasil, el principal problema el crédito de los consumidores absorbe el 28 por ciento de su ingreso disponible, una cifra mayor a la de Estados Unidos, y, el gasto del fisco también estaría fuera de control.
Agotada, en las principales economías emergentes, la posibilidad de aumentar la demanda interna, sólo pueden preservar su ritmo de expansión con una agresiva política comercial. Pero, ¿es viable esta estrategia en el momento actual? Ni Estados Unidos ni la Unión Europea se han recuperado plenamente de la recesión del 2008 y el 2009. En Europa, el estancamiento es la norma en el sur del continente, mientras que Alemania, la economía de mayor tamaño, basa su crecimiento en el dinamismo de las economías de Asia, y, por esta razón , ésta y su socios de la UE, pueden resistir cualquier intento de los países emergentes orientado a alterar esta situación. Si bien en Estados Unidos, la recuperación es bastante más fuerte y con un fundamento más sólido, pues se apoya parcialmente en la innovación de sus industrias de alta tecnología, su gobierno no parece estar dispuesto a asumir nuevamente el papel de comprador universal. Además, también en este país no parecen viables nuevas políticas de estímulo monetario o fiscal. En esta coyuntura en las que parecen predominar tantas azarosa circunstancias, sería difícil encontrar factores que operen en opuesta dirección; existen empero ¿Cuáles son estas poderosas fuerzas capaces de contrarrestar esta inexorable tendencia hacia la contracción? En primer lugar la reconstrucción del Japón y el gasto asociado a la misma, en segundo lugar, las innovaciones que se han registrado en sectores claves de industrias de tecnología de Estados Unidos (teléfonos inteligentes, tabletas de computación, tiendas virtuales de música, libros y películas, etc.) y que en este momento impulsan hacia arriba la inversión empresarial de Estados Unidos.