Waldo Mendoza Bellido
Jefe del Departamento de Economía de la PUCP
En términos de crecimiento, inflación y reducción de pobreza, los 5 años de García han sido muy buenos. Para alcanzar esos logros le bastó agarrar el impulso económico dejado por Toledo y calcar su política económica. Humala no puede darse el lujo de no hacer nada. Ha sido elegido para hacer lo que hizo García y, además, bajar el nivel actual de desigualdad.
Al gobierno de García se le recordará por la reducción de la pobreza y la explosión de obras públicas. La inversión pública de 2010 es la más alta de la historia, el doble del anterior pico alcanzado en 1982, y como porcentaje del PBI, es el doble del de hace 5 años.
Estos logros se deben al ritmo de crecimiento de los últimos años y a los altos precios de nuestros minerales. Cuando la economía crece, crece el empleo y el gasto social respaldado en una mayor recaudación, y baja así la pobreza. Cuando la economía crece, y los precios de los minerales son tan altos, la recaudación sube como espuma, y se pueden hacer todas las obras que el Presidente inaugura ahora diariamente.
Esta dinámica puede continuar sin mucho esfuerzo en los próximos años. Bastaría con generar “confianza” en el sector privado, garantizando que nada va a cambiar, que todo va a seguir igual. Este método puede ser eficaz incluso si se ratifica en su cargo al actual Ministro de Economía, quien ha mostrado serias limitaciones en el ejercicio de su cargo.
Pero Humala no puede darse el lujo de no hacer nada. Para responder a sus electores, él tiene que preservar el ritmo de crecimiento de los últimos años y, además, reducir la desigualdad.
El camino es más o menos claro. Hay que elevar en un par de puntos porcentuales la presión tributaria e inyectar parte de esos recursos (el resto puede ir a un fondo de estabilización) allí donde se necesite.
Existen sobradas razones para que el principal aporte de los dos puntos de presión tributaria venga de la minería. Existen sobradas razones también para hacer una reforma de la política social que actualmente está en manos de los que no tienen ni poder ni calificación. Hay que darle a la política social poder y calificación.
Si esta política funciona, se habrá sepultado la filosofía de la confianza que conduce a la mediocridad en política económica.
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