La Danza de Shiva II

miércoles, 6 de julio de 2011

Bruno  Seminario
Lo Altamente Improbable y la Economía Mundial


¿Se vislumbra ya alguna solución para estas intratables y espeluznantes cuestiones de política? ¿Cuáles son, en todo caso, las distintas visiones en concurso en este debate tan singular? ¿Hay una solución viable o es tan intricado el entrampamiento que sólo puede ser desbaratado por la más gigantesca y ruinosa conmoción? Nadie por ahora puede saberlo con certidumbre absoluta; pero gracias al gentil esfuerzo de  los economistas que aceptaron las proposiciones de la Nueva Economía Clásica y de  otros especialistas interesados en el tema  podemos por lo menos orientarnos e identificar las distintas propuestas.

En el Cisne Negro, El Impacto de lo Altamente Improbable, Nassim Nicholas Taleb, un filósofo y ensayista libanés, se desarrolla una visión del riesgo similar a la propuesta por Knight y Keynes. Según Taleb, el Cisne Negro es un suceso con tres atributos esenciales: rareza, impacto tremendo y predictibilidad retrospectiva. Es raro pues nada en el pasado puede señalar de modo totalmente convincente su posibilidad.  Tremendo y decisivo su impacto, porque es capaz  porque es capaz de alterar el curso de la historia.  Predecible retrospectivamente por el rechazo de la naturaleza humana a cualquier existencia sin sentido. Como consecuencia no puede dejar de inventar “explicaciones”  para racionalizar su existencia y así olvidar al suceso en el futuro. 


¿Explican, acaso, estas fábulas  el   masivo desconcierto  generado por la nueva crisis?  Que  el olvido sólo haya sido parcial, dada la política económica que contuvo parcialmente los efectos, en modo alguno, niega esta posibilidad: la política fiscal y monetaria de la  Unión Europea y el programa económico del Partido del Té en Estados Unidos demuestran, con claridad, que funcionan con gran eficacia.


En cualquier caso, la coyuntura que domina la economía mundial desde el 2009, encaja perfectamente en esta definición.  Si bien  hubo quienes pronosticaron la debacle de la banca de inversión, no hubo nadie que pudo hacerlo de un modo totalmente convincente.  ¿Hubo, acaso, alguien capaz de vaticinar el terremoto del Japón, las revoluciones del  Oriente Medio,  el extraño comportamiento del clima, la enigmática popularidad del partido del Té en los Estados Unidos, el rápido descenso de la popularidad del nuevo presidente de los Estados Unidos o el extraño comportamiento del sol?  Una masiva sucesión de eventos altamente improbables que generan, en la economía mundial, un desorden masivo sino que modifica las bases mismas que impulsaron a la nueva  globalización.  

Extraños eventos que no aparecen aislados o espaciados en el tiempo sino en desconcertante concurrencia  que multiplican su potencia. Por ejemplo, no es el clima la única causa que explica el rápido aumento que registraron en estos últimos meses los alimentos, sino también la política monetaria de los Estados Unidos y de los países de Asia, aunque quizás haya jugado un papel en el desarrollo de las revoluciones del Medio Oriente y el rápido aumento en el precio del petróleo. Y,  ¿no son  estos sucesos los que justificaron  parcialmente la  desconcertante política económica de los nuevos gobiernos conservadores de la Unión Europea? 

No podemos comprender el impacto  de esta insólita constelación de fuerzas, sin recordar cuáles fueron los  procesos  que  dominaron  la nueva globalización  y el efecto  que la misma ejerce sobre éstos.Dos procesos parecen haber dominado la dinámica de la  II Globalización  que se inició en los 1980s.  El primero correspondió a la conjunción de internet con la tecnología financiera que produjo el esquema de finanzas estructuradas y un gran crecimiento de capital financiero en todas partes. Como consecuencia, aparecieron muchos instrumentos financieros que parecían seguros, pero no lo eran. A este proceso correspondió el primer cisne negro, la crisis del 2008 que hizo caer la demanda agregada en todo el mundo. El segundo proceso fue una revolución de la  logística, hecha posible  por el precio  relativamente bajo de la energía que prevaleció  en los 1990s y por la reducción de fletes entre Asia  y el resto del mundo, gracias a la introducción de los contenedores en el transporte marítimo. Gracias a esto fue posible crear grandes cadenas productivas que operaban a nivel internacional mediante la deslocalización de fábricas, como consecuencia, surgió un alto dinamismo entre los Estados Unidos y Asia, así como cambios en la red de comercio entre China y otras economías asiáticas, las cuales, antes enviaban productos a los Estados Unidos, ahora es posible enviarlos a China, que se encarga de convertir la materia prima en productos manufacturados y enviarlo a los Estados Unidos. Eso permite diseñar los productos en un lado, producir las partes o materia prima en otro y ensamblar o manufacturar en un lugar distinto. Como consecuencia, se tiene una reducción significativa de los inventarios en todas las partes involucradas, lo cual ha cambiado radicalmente el sector servicios en los Estados Unidos, llevando, por ejemplo, a la desaparición de las comercializadoras pequeñas.


El problema con estas cadenas es que inicialmente presuponen que el tráfico de mercancías no se va a interrumpir por un choque -se interrumpiría este tráfico de mercancías solo ante un evento geopolítico como una guerra, o un evento natural inesperado que afecte a un componente importante de la cadena- en ese sentido, el terremoto de Japón es importante porque muestra la vulnerabilidad del sistema. Dada la importancia de la economía japonesa como nodo de la cadena productiva, esta puede quedar completamente paralizada ante un choque. Si Japón es el único fabricante de piezas que, aunque pequeñas, son necesarias para la fabricación de ciertos productos (sin ser necesariamente las más importantes), su paralización puede detener la producción por completo. Un caso muy particular fue la demora en el lanzamiento de la segunda versión del iPad de Apple, que se retrasó luego del terremoto debido a que algunos componentes (baterías y una pieza que funciona como compás) sólo eran producidos en Japón.


Esta posible paralización de la cadena productiva tiene una implicancia importante para las empresas que siguen este esquema, ya que, cuando se valorizó estas empresas no se consideró el riesgo de paralización de la cadena. Si bien una empresa que opera desintegrada, sin inventarios, tiene menos costos, está expuesta a mayor riesgo. Una cadena de este tipo carece de redundancia, lo que la hace, al menos en apariencia, más eficiente, sin embargo, el costo por redundancia que se evita al descentralizar el proceso productivo implica una pérdida de flexibilidad y de capacidad de respuesta ante eventos inesperados, al no incorporar componentes redundantes quedaron vulnerables a eventos que implican un costo de paralización no anticipada y, dado que fueron valorizadas con distribuciones normales (que subestiman el costo esperado de eventos catastróficos de baja probabilidad), aparentan un valor mayor al verdadero.


En el corto plazo, se verá un aumento más o menos persistente de la inflación, los Estados Unidos han tenido la tasa de inflación más alta en mucho tiempo, mientras que en Inglaterra esta es alrededor de 5%, este incremento tiene implicancias importantes para la política económica, pues, al impedir mantener la política monetaria actual, los bancos centrales se van a ver en la necesidad de subir la tasa de interés, lo cual, resulta complicado dada la coyuntura, ya que muchos países aún no terminan de salir de la recesión.


Los países afectados por los choques de oferta (o geopolíticos) son Japón y los países árabes, que son, después de China, las fuentes más importantes de fondos financieros. La participación combinada de Japón y los países árabes en los bonos del tesoro norteamericano probablemente sea casi tan grande como la de China (aproximadamente el 45%). Esto significa que van a haber presiones hacia la subida de la tasa de interés de los Estados Unidos, lo cual dificultará la política monetaria de la Reserva Federal. 


Por otro lado, Japón es una fuente de fondos barata para el capital especulativo. Los especuladores se llevan el capital a Londres, de donde lo recanalizan a otras partes del mundo, como la bolsa norteamericana y los grandes países emergentes como Brasil. Este canal funciona correctamente mientras Japón produzca un excedente de fondos, por lo que ante una paralización de la economía japonesa el sector especulativo va a empezar a descender.

Limitar el análisis a esto, sin embargo, sería negar la estrecha relación entre los movimientos de la economía y la política, es muy probable que, si aumenta la inflación, se incremente también el descontento popular ¿Qué ocurrió con los programas para reactivar la economía mundial? No sería extraño que surjan dudas sobre la efectividad de estos y los gobiernos de turno. Habría, entonces incentivos para reactivar partidos nacionalistas, como ya está ocurriendo en Europa, donde los gobiernos conservadores están implementando programas de restricción fiscal. Mientras tanto, en los Estados Unidos se puede apreciar el crecimiento del Tea Party y la tendencia del partido Republicano, que controla varios Estados, de llevar a cabo políticas para recortar el gasto público. Resulta interesante cómo los cambios en los países árabes van a afectar a los países industriales si no se remedia la situación.


La industria que más ha sido golpeada por estos choques es aquella con la que los países querían cambiar su estructura energética. La energía nuclear había sido “vendida” como una fuente segura y limpia. Sin embargo, luego del terremoto, muchos países van a retardar sus planes de inversión o eliminarlos totalmente y la mayoría probablemente va a buscar alternativas, esto presionará la demanda por petróleo y aumentará aún más su precio. Es también probable, sin embargo, que haya una tendencia hacia desarrollar tecnología de fuentes de energía alternativa como las solar y la eólica, que cambie la estructura energética.

En el mediano plazo habrá efectos de la recuperación de Japón, dado que es un país tradicionalmente superavitario -la reconstrucción japonesa puede prolongarse más allá de lo anticipado-. Si bien se puede reconstruir bastante en seis meses, la reconstrucción total puede demorar hasta dos o tres años, entonces, el superávit se reducirá e incluso la cuenta corriente entre Japón y los Estados Unidos podría volverse deficitaria, lo cual, puede generar también efectos de largo plazo, pues ahí el valor de la moneda es determinado por la cuenta corriente.

El choque también tendría consecuencias de largo plazo sobre la estructura de determinadas industrias. Si Japón no arregla a tiempo sus problemas logísticos puede perder el dominio que tiene en determinadas cuestiones industriales. Por ejemplo, si comienzan a escasear los Toyota y la desordenación de la cadena logística no se arregla luego de año y medio, los consumidores van a preferir comprar otro carro. Incluso es posible que, si la paralización se generaliza, se cuestione la sensatez de estas cadenas de producción, pues ha quedado en evidencia la fragilidad de una economía completamente descentralizada. ¿Qué más depara el futuro? ¿A que otros vaivenes estará sometida la economía mundial? Resulta demasiado pronto para decirlo, a fin de cuentas, alguna vez se creyó que todos los cisnes son blancos.

Actualidad Económica del Perú

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