Germán Alarco Tosoni
Investigador CENTRUM Católica
El gobierno, a finales del mes de junio, emitió
un decreto supremo que aprobó el Plan Bicentenario. Este documento fue
elaborado por el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) y para su
redacción se convocó a las diferentes esferas del gobierno, algunos
investigadores del sector académico y, al parecer, a los actores de los
diferentes sectores productivos. La preocupación por el mediano plazo es
importante. Sin embargo, su aprobación se hizo fuera de tiempo. Con esta se
condicionaría al futuro gobierno, sin que las diferentes fuerzas políticas, y
menos la ganadora, hayan participado en su elaboración. Tampoco implica
obligación alguna para las autoridades que están de salida.
Los seis ejes estratégicos del Plan se ven
bien. Nadie podría estar en contra de un Estado basado en la plena vigencia de
los derechos humanos y el respeto a la dignidad de las personas. Todos debemos
procurar por una economía competitiva basada en la generación masiva de empleos
con alta productividad. Es plausible insistir que se ofrezca igualdad de
oportunidades y acceso irrestricto a los servicios. También buscar un
crecimiento económico basado en el aprovechamiento sostenible de los recursos
naturales. Es imperativo el mayor desarrollo de la infraestructura distribuida
regionalmente y por último lograr una gestión pública eficiente que facilite la
gobernabilidad.
Los problemas surgen cuando estas buenas
intenciones deben convertirse en realidad. También hay errores en el
diagnóstico cuando se elude evaluar las tendencias de corto y largo plazo de la
economía internacional. Se omite a los emprendedores. No se dice palabra alguna
de la gestión macroeconómica, asumiendo que todo estuviera muy bien. No ven
peligros en el bajo nivel del tipo de cambio real, ni en los elevados márgenes
de intermediación financiera. Todo se resuelve con credibilidad y
predictibilidad. La desigualdad y exclusión ocupan un lugar menor. Todo el
marco legal e institucional es para
ellos ideal.
El Plan es al mismo tiempo una lista extensa de
acciones estratégicas, pero que no miran alto ni lejos. La generación
nucleoeléctrica, el trasvase de aguas de la vertiente del Atlántico al
Pacífico, los grandes ejes carreteros al estilo del primer mundo, entre otros,
son temas que se ignoran. Hay aportaciones en el mayor rol de la ciencia y
tecnología, o en el desarrollo de encadenamientos productivos. El Plan debe ser
revisado y reformulado; pero ante todo se debe fortalecer al CEPLAN, haciéndolo
participar en el Consejo de Ministros. Las decisiones diarias deben ser
tamizadas por una visión de mediano y largo plazo (En: La Primera, 15/7/2011,
p.11).