Bruno Seminario
I
¿Entienden, realmente, los especialistas en cuestiones internacionales la desconcertante coyuntura internacional o son los acontecimientos tan extraordinarios que desafían incluso a la más fina interpretación convencional? En todo caso no sería la primera vez que la Historia desafía a los economistas al mostrar, espléndida y salvaje, el consumado resultado de su potente energía.
¿Quién, acaso, puede ignorar, el desventurado papel de la sabiduría convencional cuando ocurrió la gran crisis de 1929 y las desdichada interpretación de los acontecimientos que en ese entonces inspiró la sabiduría convencional? Irving Fisher, por ejemplo, perdió la totalidad de su fortuna y con ella también su gran reputación cuando días antes del desplome de la bolsa de Nueva York, expresaba, con gran seguridad, que el precio de las acciones no estaba inflado por el desenfreno de los especuladores, sino que éstos habían alcanzado un nuevo y permanente equilibrio. Para Pigou, el maestro de Keynes, el desempleo en Inglaterra sólo era la consecuencia inevitable de la perversa acción de los sindicatos británicos que impedían un ajuste hacia abajo de los sueldos y salarios. A pesar que los datos indicaban que el desempleo afectaba a casi un tercio de la fuerza laboral insistía con vehemencia en tal opinión. De la misma manera que en ese entonces, los cruciales eventos que hoy vivimos, vuelven a superar los lindes de incluso los más atrevidos espíritus. Y, como es natural, en estas circunstancias prevalece la confusión pues sólo del caos primordial puede surgir una solución definitiva.
Porque el Olvido no diluye aún sus formas más interiores, el desastre económico del 2008, todavía es la fuerza que rige la dinámica de los espacios globales y es probable que sea esta situación la norma del Mundo para el inmediato futuro. En un breve e intrigante trabajo de divulgación sobre la catástrofe, los profesores españoles Gabriel Tortella y Clara Eugenia Nuñez dicen que la cualidad característica del fenómeno es la sorpresa, pero una bastante peculiar, pues no tiene su origen en la llegada de la crisis sino en el hecho de que haya tantos sorprendidos.
Que esta es una afirmación insólita puede resultar evidente para los historiadores de la economía y los especialistas más perspicaces ,pues los desastres económicos y sociales son tan antiguos como la historia humana. Pero si esto es así, ¿cómo explicar el masivo estupor, el desconcierto abrumador? Cuestión fundamental que todavía no tiene una respuesta satisfactoria, quizás porque pocos han hecho algún esfuerzo para comprender plenamente su sentido. No se trata de dilucidar si hubo alguien que pudo vaticinar el advenimiento de la crisis, sino de responder por qué fue desechada la opinión de quienes lo hicieron. Para Paul Krugman, la respuesta se encuentra en la Edad Obscura y en el retroceso intelectual que experimentó el espíritu occidental cuando olvidó lo que ya conocían griegos y romanos. Según Krugman, un desarrollo similar registró la macroecoeconomía debido al predominio intelectual del Neoliberalismo en general y el de la Nueva Economía Clásica en particular.
Aunque la Nueva Economía clásica se confunde con el Monetarismo de Milton Friedman y la escuela de Chicago, quizás, por su fe inquebrantable en la estabilidad del mercado, posee una base metodológica bastante diferente. La Nueva Economía clásica es una creación de Robert Lucas, Thomas Sargent, Edward Prescott, Robert Barro, Neill Walace y Cristopher Sims,En su mayor parte entrenados en la Universidades de Harvard, Carnegie Mellon y Chicago donde prosperaron, en los 1960s, las escuelas de equilibrio general, el uso de la programación dinámica, la computación y las matemáticas como medio de expresión del conocimiento económico. En contraste, Milton Friedman y sus principales colaboradores, favorecen una metodología básicamente empírica, las respuestas parciales, los modelos de dimensiones reducidas que enfatizan los principales canales de causalidad, y, una forma de expresión que usa palabras o un lenguaje matemático bastante elemental. Así, mientras que cualquier persona educada podía entender lo que decía Milton Friedman y descubrir sin dificultad las bases fundamentales de su forma razonar ; para hacer lo mismo con el Nuevo Obscurantismo, es necesario recibir un entrenamiento técnico especial.
Elegancia, obscuridad y sofisticación, que produce un doble efecto: potente atracción en las generaciones jóvenes y respeto reverencial en los aficionados, políticos, burocracia estatal, periodistas, ideólogos, etc., los cuales a lo largo de la historia han demostrado cierta predisposición para aceptar con levedad todo aquello que no pueden entender especialmente si favorece su inmediato interés.
Se dice con demasiada frecuencia que en el paradigma de la Nueva Economía clásica son imposibles las recesiones pero ésta es una afirmación inexacta que con facilidad podría ser rebatida por cualquier economista que simpatice con las proposiciones centrales del nuevo paradigma.
En realidad, todas las figuras centrales de la Nueva Macroeconomía afirman que pueden explicar las fluctuaciones que exhibe la producción y el empleo en una economía capitalista . Es más, sostienen que su explicación es superior a la de Keynes porque ésta es consistente con el postulado de racionalidad , central para la consistencia de la teoría económica. Para probarlo elaboraron, entre los 1970s y 1990s, dos teorías de los ciclos económicos. Así, en un modelo publicado en los 1970s, dice Robert Lucas que una recesión es provocada por la confusión de los trabajadores y empresas, los cuales por carecer de información adecuada y oportuna confunden las señales que transmite el sistema de precios, es decir, las variaciones que se explican por el juego de la oferta y la demanda, en un mercado particular, con aquellas que tienen su origen en el movimiento de la oferta monetaria. En el segundo modelo, creado en los 1980s por Edward Prescott, esta explicación es desechada y sustituida por una alternativa en que las fluctuaciones de la producción tienen su origen en ritmo irregular del progreso técnico.
Si bien esta forma de razonar puede parecer algo peculiar, más extraordinarias resultan las conclusiones que pueden ser extraídas de estos elegantes modelos. Así, un descenso en la producción no justifica una política económica activista pues ésta sólo aumentaría las penas o disminuiría, en general, el bienestar de cualquier sociedad que la ponga en marcha. Como ésta es la proposición más conocida de la nueva economía clásica, quizás por eso mismo, se tiende a confundir con otra que negaría efectos o potencia alguna a la política económica; los simpatizantes de la Nueva Macroeconomía nunca ha dicho que no pueda ella afectar la trayectoria del producto o el empleo de una economía ,empero. Afirman algo más singular: piensan que el desarrollo que exhibe cualquier economía capitalista es siempre el mejor posible, aunque incluya abruptos descensos en el producto o una masiva desocupación.
Es quizás oportuno, si se desea apreciar con mayor claridad la lógica de los defensores de esta posición recordar , la novela Cándido de Voltaire y a uno de sus personajes centrales, un seguidor incondicional de la filosofía de Leibniz y de su teoría del Optimismo, el Dr. Pangloss.
Cándido es en efecto una sátira que intenta criticar la inacción que se deriva lógicamente del optimismo postulado por Leibniz. En efecto, el filósofo alemán postulaba que el mundo en que vivimos es “ el mejor de los mundos posibles”, es decir, una doctrina basada en un “optimismo sistemático” predispuesta a creer que todo lo que ocurre lo hace con un propósito bien definido , sin importar cuán terrible parezca , ni tampoco el daño y destrucción de cualquier evento o fenómeno específico.
Creía, en efecto, Leibniz, al igual que los estoicos de la época helenística, que el universo era regido por el destino, una ley inexorable que no podía ser alterada por la acción humana. Además, ya que Dios tenía el poder de elegir entre infinitas posibilidades, había creado un mundo optimizado. Es necesario aclarar que la idea de Leibniz es más compleja ya que lo que el filósofo quiere indicar es que Dios eligió la mejor de todas las posibilidades entre un conjunto de mundos posibles donde en todos existe el mal.
En Cándido, el Dr. Pangloss está predispuesto a la inacción absoluta. Cuando, por ejemplo, ocurre el terremoto de Lisboa ,que produce la muerte de 30.000 personas, Pangloss, firme en su optimismo, establece que el desastre ocurrió para el mejor de los propósitos ya que es imposible que esto no sea así. Cuando llega a Inglaterra y es testigo de la ejecución de un almirante por no haber ganado una batalla nava; piensa, Pangloss que después de todo es bueno ,de cuando en cuando, ajusticiar almirantes para animar a otros a cumplir con su trabajo.
Caracteriza también a la Nueva Macroeconomía una visión bastante peculiar que desecha cualquier diferencia entre riesgo e incertidumbre, el cambio abrupto y discontinuo y el papel de los eventos catastróficos en la historia humana.
Según esta forma de concebir el mundo, las expectativas de los agentes económicos pueden siempre calcularse, expresarse en forma bien definida y así reducirse a simples condiciones matemáticas que coinciden con valores esperados de las distintas variables económicas.
Este tratamiento de la probabilidad como algo objetivo e independiente de la historia y estado inicial de una economía , desempeña un rol crucial en la teoría financiera de los mercados eficientes, en el tratamiento de la política económica, y, en la dos teorías del ciclo económico que propone la Escuela. En la monetaria porque sin ella las políticas públicas son siempre relevantes; en la teoría real para poder presentar al progreso tecnológico como un proceso predecible y regular.
Frente a este tratamiento del riesgo y la incertidumbre, podemos oponer las opiniones de Frank H. Knight y John Maynard Keynes, quienes pensaban que sólo el riesgo y no la incertidumbre pueden expresarse en forma cuantitativa pero que era la incertidumbre la base de las decisiones económicas. También, comparar el paradigma de Prescott del progreso técnico, con el tratamiento de Schumpeter, basado en el estudio de las innovaciones y revoluciones tecnológicas que no pueden reducirse a simples aumentos de productividad.
II
¿Se vislumbra ya alguna solución para estas intratables y espeluznantes cuestiones de política? ¿Cuáles son, en todo caso, las distintas visiones en concurso en este debate tan singular? ¿Hay una solución viable o es tan intricado el entrampamiento que sólo puede ser desbaratado por la más gigantesca y ruinosa conmoción? Nadie por ahora puede saberlo con certidumbre absoluta; pero gracias al gentil esfuerzo de los economistas que aceptaron las proposiciones de la Nueva Economía Clásica y de otros especialistas interesados en el tema podemos por lo menos orientarnos e identificar las distintas propuestas.
En el Cisne Negro, El Impacto de lo Altamente Improbable, Nassim Nicholas Taleb, un filósofo y ensayista libanés, se desarrolla una visión del riesgo similar a la propuesta por Knight y Keynes. Según Taleb, el Cisne Negro es un suceso con tres atributos esenciales: rareza, impacto tremendo y predictibilidad retrospectiva. Es raro pues nada en el pasado puede señalar de modo totalmente convincente su posibilidad. Tremendo y decisivo su impacto, porque es capaz porque es capaz de alterar el curso de la historia. Predecible retrospectivamente por el rechazo de la naturaleza humana a cualquier existencia sin sentido. Como consecuencia no puede dejar de inventar “explicaciones” para racionalizar su existencia y así olvidar al suceso en el futuro.
¿Explican, acaso, estas fábulas el masivo desconcierto generado por la nueva crisis? Que el olvido sólo haya sido parcial, dada la política económica que contuvo parcialmente los efectos, en modo alguno, niega esta posibilidad: la política fiscal y monetaria de la Unión Europea y el programa económico del Partido del Té en Estados Unidos demuestran, con claridad, que funcionan con gran eficacia.
En cualquier caso, la coyuntura que domina la economía mundial desde el 2009, encaja perfectamente en esta definición. Si bien hubo quienes pronosticaron la debacle de la banca de inversión, no hubo nadie que pudo hacerlo de un modo totalmente convincente. ¿Hubo, acaso, alguien capaz de vaticinar el terremoto del Japón, las revoluciones del Oriente Medio, el extraño comportamiento del clima, la enigmática popularidad del partido del Té en los Estados Unidos, el rápido descenso de la popularidad del nuevo presidente de los Estados Unidos o el extraño comportamiento del sol? Una masiva sucesión de eventos altamente improbables que generan, en la economía mundial, un desorden masivo sino que modifica las bases mismas que impulsaron a la nueva globalización.
Extraños eventos que no aparecen aislados o espaciados en el tiempo sino en desconcertante concurrencia que multiplican su potencia. Por ejemplo, no es el clima la única causa que explica el rápido aumento que registraron en estos últimos meses los alimentos, sino también la política monetaria de los Estados Unidos y de los países de Asia, aunque quizás haya jugado un papel en el desarrollo de las revoluciones del Medio Oriente y el rápido aumento en el precio del petróleo. Y, ¿no son estos sucesos los que justificaron parcialmente la desconcertante política económica de los nuevos gobiernos conservadores de la Unión Europea?
No podemos comprender el impacto de esta insólita constelación de fuerzas, sin recordar cuáles fueron los procesos que dominaron la nueva globalización y el efecto que la misma ejerce sobre éstos.Dos procesos parecen haber dominado la dinámica de la II Globalización que se inició en los 1980s. El primero correspondió a la conjunción de internet con la tecnología financiera que produjo el esquema de finanzas estructuradas y un gran crecimiento de capital financiero en todas partes. Como consecuencia, aparecieron muchos instrumentos financieros que parecían seguros, pero no lo eran. A este proceso correspondió el primer cisne negro, la crisis del 2008 que hizo caer la demanda agregada en todo el mundo. El segundo proceso fue una revolución de la logística, hecha posible por el precio relativamente bajo de la energía que prevaleció en los 1990s y por la reducción de fletes entre Asia y el resto del mundo, gracias a la introducción de los contenedores en el transporte marítimo. Gracias a esto fue posible crear grandes cadenas productivas que operaban a nivel internacional mediante la deslocalización de fábricas, como consecuencia, surgió un alto dinamismo entre los Estados Unidos y Asia, así como cambios en la red de comercio entre China y otras economías asiáticas, las cuales, antes enviaban productos a los Estados Unidos, ahora es posible enviarlos a China, que se encarga de convertir la materia prima en productos manufacturados y enviarlo a los Estados Unidos. Eso permite diseñar los productos en un lado, producir las partes o materia prima en otro y ensamblar o manufacturar en un lugar distinto. Como consecuencia, se tiene una reducción significativa de los inventarios en todas las partes involucradas, lo cual ha cambiado radicalmente el sector servicios en los Estados Unidos, llevando, por ejemplo, a la desaparición de las comercializadoras pequeñas.
El problema con estas cadenas es que inicialmente presuponen que el tráfico de mercancías no se va a interrumpir por un choque -se interrumpiría este tráfico de mercancías solo ante un evento geopolítico como una guerra, o un evento natural inesperado que afecte a un componente importante de la cadena- en ese sentido, el terremoto de Japón es importante porque muestra la vulnerabilidad del sistema. Dada la importancia de la economía japonesa como nodo de la cadena productiva, esta puede quedar completamente paralizada ante un choque. Si Japón es el único fabricante de piezas que, aunque pequeñas, son necesarias para la fabricación de ciertos productos (sin ser necesariamente las más importantes), su paralización puede detener la producción por completo. Un caso muy particular fue la demora en el lanzamiento de la segunda versión del iPad de Apple, que se retrasó luego del terremoto debido a que algunos componentes (baterías y una pieza que funciona como compás) sólo eran producidos en Japón.
Esta posible paralización de la cadena productiva tiene una implicancia importante para las empresas que siguen este esquema, ya que, cuando se valorizó estas empresas no se consideró el riesgo de paralización de la cadena. Si bien una empresa que opera desintegrada, sin inventarios, tiene menos costos, está expuesta a mayor riesgo. Una cadena de este tipo carece de redundancia, lo que la hace, al menos en apariencia, más eficiente, sin embargo, el costo por redundancia que se evita al descentralizar el proceso productivo implica una pérdida de flexibilidad y de capacidad de respuesta ante eventos inesperados, al no incorporar componentes redundantes quedaron vulnerables a eventos que implican un costo de paralización no anticipada y, dado que fueron valorizadas con distribuciones normales (que subestiman el costo esperado de eventos catastróficos de baja probabilidad), aparentan un valor mayor al verdadero.
En el corto plazo, se verá un aumento más o menos persistente de la inflación, los Estados Unidos han tenido la tasa de inflación más alta en mucho tiempo, mientras que en Inglaterra esta es alrededor de 5%, este incremento tiene implicancias importantes para la política económica, pues, al impedir mantener la política monetaria actual, los bancos centrales se van a ver en la necesidad de subir la tasa de interés, lo cual, resulta complicado dada la coyuntura, ya que muchos países aún no terminan de salir de la recesión.
Los países afectados por los choques de oferta (o geopolíticos) son Japón y los países árabes, que son, después de China, las fuentes más importantes de fondos financieros. La participación combinada de Japón y los países árabes en los bonos del tesoro norteamericano probablemente sea casi tan grande como la de China (aproximadamente el 45%). Esto significa que van a haber presiones hacia la subida de la tasa de interés de los Estados Unidos, lo cual dificultará la política monetaria de la Reserva Federal.
Por otro lado, Japón es una fuente de fondos barata para el capital especulativo. Los especuladores se llevan el capital a Londres, de donde lo recanalizan a otras partes del mundo, como la bolsa norteamericana y los grandes países emergentes como Brasil. Este canal funciona correctamente mientras Japón produzca un excedente de fondos, por lo que ante una paralización de la economía japonesa el sector especulativo va a empezar a descender.
Limitar el análisis a esto, sin embargo, sería negar la estrecha relación entre los movimientos de la economía y la política, es muy probable que, si aumenta la inflación, se incremente también el descontento popular ¿Qué ocurrió con los programas para reactivar la economía mundial? No sería extraño que surjan dudas sobre la efectividad de estos y los gobiernos de turno. Habría, entonces incentivos para reactivar partidos nacionalistas, como ya está ocurriendo en Europa, donde los gobiernos conservadores están implementando programas de restricción fiscal. Mientras tanto, en los Estados Unidos se puede apreciar el crecimiento del Tea Party y la tendencia del partido Republicano, que controla varios Estados, de llevar a cabo políticas para recortar el gasto público. Resulta interesante cómo los cambios en los países árabes van a afectar a los países industriales si no se remedia la situación.
La industria que más ha sido golpeada por estos choques es aquella con la que los países querían cambiar su estructura energética. La energía nuclear había sido “vendida” como una fuente segura y limpia. Sin embargo, luego del terremoto, muchos países van a retardar sus planes de inversión o eliminarlos totalmente y la mayoría probablemente va a buscar alternativas, esto presionará la demanda por petróleo y aumentará aún más su precio. Es también probable, sin embargo, que haya una tendencia hacia desarrollar tecnología de fuentes de energía alternativa como las solar y la eólica, que cambie la estructura energética.
En el mediano plazo habrá efectos de la recuperación de Japón, dado que es un país tradicionalmente superavitario -la reconstrucción japonesa puede prolongarse más allá de lo anticipado-. Si bien se puede reconstruir bastante en seis meses, la reconstrucción total puede demorar hasta dos o tres años, entonces, el superávit se reducirá e incluso la cuenta corriente entre Japón y los Estados Unidos podría volverse deficitaria, lo cual, puede generar también efectos de largo plazo, pues ahí el valor de la moneda es determinado por la cuenta corriente.
El choque también tendría consecuencias de largo plazo sobre la estructura de determinadas industrias. Si Japón no arregla a tiempo sus problemas logísticos puede perder el dominio que tiene en determinadas cuestiones industriales. Por ejemplo, si comienzan a escasear los Toyota y la desordenación de la cadena logística no se arregla luego de año y medio, los consumidores van a preferir comprar otro carro. Incluso es posible que, si la paralización se generaliza, se cuestione la sensatez de estas cadenas de producción, pues ha quedado en evidencia la fragilidad de una economía completamente descentralizada. ¿Qué más depara el futuro? ¿A que otros vaivenes estará sometida la economía mundial? Resulta demasiado pronto para decirlo, a fin de cuentas, alguna vez se creyó que todos los cisnes son blancos.
III
En su estudio sobre las Crisis y los Ciclos Económicos publicado en 1939, Joseph Schumpeter, una de las teorías más conocidas y fascinantes de los ciclos económicos. Según la misma, hay en una sociedad industrial ciclos de diferente longitud y dominados por distintos fuerzas : el ciclo de Kitchin de corta duración expresaba la dinámica de los planes de producción y de los inventarios, el de Juglar que duraba entre ocho y onece años los programas de inversión en infraestructura o capital fijo y el de Kondratieff que duraba casi medio siglo el impacto de las innovaciones tecnológicas.
No debemos confundir una innovación con un mero cambio en la productividad ni creer que la misma tiene un carácter estrictamente material. Hay innovaciones de distinta clase: institucionales ( nuevas formas de gestión empresarial y regulación estatal), políticas ( la aparición en la escena mundial de un país de dimensión continental como Estados Unidos al finalizar el siglo XIX o China al finalizar el XX, y, técnicas ( la máquina de vapor, los ferrocarriles, los materiales sintéticos, los bienes de consumo durable y las computadoras).
Según Schumpeter, cuando se introduce una innovación en la economía sigue un período de rápido crecimiento porque la misma expande las dimensiones de la división del trabajo tanto en un sentido horizontal como vertical. Cuando ésta hace aparecer nuevas industrias y productos, hay una expansión horizontal, que altera la demanda de los consumidores, la estructura de la industrias , los métodos de organización del trabajo y las exigencias de las instituciones educativas. La conmoción que produce depende de su transcendencia pero todas provocan un aumento transitorio en la rentabilidad de las inversiones y la ejecución de un programa de inversiones de larga duración.
Es importante mencionar que el estudio de los ciclos de Kondratieff es una empresa que es por varias razones bastante atrevida. En efecto, su comprobación estadística requeriría de la observación de un número significativo de “revoluciones tecnológicas” y ello, dada la breve existencia de las sociedades industriales, es algo imposible. También, las técnicas estadísticas usuales no están bien adaptas para estudiar sucesos discontinuos y poco frecuentes y procesos estocásticos no lineales y no estacionarios. Sin embargo, en un extraordinario ensayo[1], A Spectral Analysis of World GDP Dynamics: Kondratieff Waves, Kuznets Swings, Juglar and Kitchin Cycles in Global Economic Development, and the 2008–2009 Economic Crisis, Andrey Korotayev y Tsirel Sergey, investigadores de Academia de Ciencias de Moscú y de la Universidad Técnica Plekhanov de San Pestesburgo, afirman haber detectado la presencia del ciclo de larga duración en un serie que resume la dinámica del PIB Mundial para el período comprendido entre 1870 y el 2007.
En este mismo trabajo, los autores enumeran las revoluciones tecnológicas que habrían ocurrido en la era del capitalismo industrial: (1)la primera revolución industrial ( 1790-1851); (2) la era del vapor y el ferrocarril (1851-1896) ; (3) la era del acero y la electricidad (1896-1950); (4) La edad de oro del capitalismo (1950-1991) ; (5) la era de la información ( 1991- 2030?).
Aunque existen modelos alternativos de periodización que postulan una reducción en la longitud del ciclo de larga debido a la aceleración del progreso de la ciencia y la tecnología, todas señalan tecnologías y desarrollos esencialmente similares. Cada revolución tecnológico pueden subdividirse en fases de menor longitud . Así, en el modelo más simple se distinguen dos etapas, la prosperidad y la crisis, pero esquemas más complicados postulan una división alternativa en fases de 17 años de duración , denominadas ciclos de Kuznets.
IV
Sea cual fuera la interpretación, la discusión nos puede permitir tres etapas en la revolución de la información.
La primera etapa correspondió a la popularización de las computadoras y su uso en forma aislada. Como consecuencia de esto, apareció una multiplicidad de industrias y nuevos productos en mercados relativamente poco concentrados, donde había muchos ofertantes, tanto en hardware como en software.
La segunda fase fue dominada por la aparición de internet y por las redes de computadora, primero locales y luego globales. La tecnología de conexión que usaban estas computadoras, sin embargo, era de banda angosta. El contenido que circulaba en el Internet consistía básicamente de textos, programas o productos virtuales apropiados para esta situación. En esta se produce cierta concentración tanto por el lado del hardware como el de software. Las grandes empresas que dominaron el mercado en esta etapa fueron Microsoft que controlaba el sistema operativo más popular , Windows, y el programa de mayor uso, Microsoft
Al parecer, en los próximos años, se iniciaría una nueva etapa marcada por la desaparición de las computadoras especializadas en actividades generales, las cuales serán sustituidas por dispositivos de naturaleza más especializada: teléfonos inteligentes, televisores inteligentes, consolas de videojuegos.
La principal diferencia de esta fase respecto a las anteriores es el internet de banda ancha. A diferencia de lo que ocurrió en las dos anteriores, los productos que dominan esta fase de la revolución tecnológica, más que nuevos, son sustitutos de productos antiguos. Por lo cual es posible que este dinamismo tecnológico haga desaparecer ramas enteras del sector servicio. Así como está ocurriendo con negocios como las librerías, que han sido desplazados en países desarrollados por servicios como Amazon, nuevos servicios han empezado a sustituir medios como la radio y la televisión. El más claro ejemplo es la iTunes Store de Apple, que ofrece audio, video y aplicaciones para dispositivos de la compañía. Existen también otros servicios como Hulu, que ofrece televisión digital por suscripción, y Netflix, que permite descargar y ver películas instantáneamente.
En esta nueva fase, las computadoras dejarán de ser autosuficientes y su funcionamiento dependerá crecientemente del acceso que tenga el usuario al internet. El software instalado en las computadoras será sustituido en su mayor parte por aplicaciones en línea y los contenidos pasarán de los discos duros a estar almacenados en distintos servidores a los que se podrá acceder por internet. Ello ya está provocando una revisión de los sistemas operativos antiguos a favor de sistemas nuevos distribuidos, tendencia que está tomando fuerza con el lanzamiento del sistema opreativo de Chrome OS, sistema operativo de Google, y la próxima versión del OSX de Apple, que busca integrar su sistema operativo de teléfonos y el de computadoras.
En la nueva industria, el esquema básico estará basado en la generación de una gran tienda virtual para distribuir contenidos informáticos, como música, televisión, películas y software y en la creación de una gigantesca red de ofertantes hacia estas empresas, que se encargarán de organizarlos y su contenido. Es obvio que los efectos de esta fase pueden determinar la desaparición de ramas que ahora funcionan de forma independiente. Por ejemplo, una compañía aislada de televisión por cable difícilmente va a poder competir con otra que proporcione contenidos digitales, pues su servicio se torna redundante, del mismo modo que mucha gente ha empezado a optar por no comprar periódicos y prefiere informarse por internet. En general, en esta fase hay mucha sustitución de productos por parte de los consumidores.
¿Qué dinamismo adicional inyectaría en la economía mundial esta tercera fase? En primer lugar, resulta obvia la necesidad de inversión sustancial en fibras de alta velocidad e inversión adicional para la sustitución del cableado de cobre por fibra óptica. Inclusive, en muchos casos, la ubicuidad de los nuevos artefactos hará que se ceda ante la tecnología inalámbrica en perjuicio de la tecnología de cableado. Es necesaria, además, inversión adicional en software para sustituir los sistemas viejos por los antiguos y en la creación de los nuevos productos. La desaparición de otras industrias y la desinversión, sin embargo, impiden conocer con certeza cuál será el resultado neto. ¿Qué más depara el futuro? ¿A que otros vaivenes estará sometida la economía mundial? Resulta demasiado pronto para decirlo, a fin de cuentas, alguna vez se creyó que todos los cisnes son blancos.
[1] El lector interesado puede recuperar este ensayo sin costo en la siguiente dirección electrónica http://www.escholarship.org/uc/item/9jv108xp#page-28.