De que crecemos, crecemos… ¿pero nos desarrollamos?
Hace pocos días el Presidente del Ecuador, Rafael Correa, se mandó –literalmente- hasta la cocina: al comentar sobre el bajo crecimiento de la economía ecuatoriana, Correa declaró que prefería crecer poco, pero con igualdad, a ser como el Perú, cuyo elevado crecimiento económico era de “mala calidad”, pues incrementaba las desigualdades entre ricos y pobres. Obviamente, esas declaraciones desataron un pequeño revuelo, al cual los diplomáticos le pusieron paños fríos. Correa aclaró que no había pretendido crear controversia, que se le malinterpretó y listo, aquí no pasó nada.
Y es que el argumento de Correa es del tipo “soy pobre pero honrado”, pues la economía ecuatoriana encara problemas que se reflejan en lo poco que creció su PBI en el 2007 (apenas 2.7%), mientras el Perú triplicaba esa tasa (nada menos que 8.3%). Así, resultaría fácil descartar las declaraciones de Correa como una metida de pata anecdótica al intentar defender su gestión.
Pero hay un pequeño problema con eso, y ese problema es que en realidad, más allá de los disfuerzos verbales que ha hecho Correa para explicar que no dijo lo que dijo, sino que dijo lo que no dijo, algo de verdad hay en sus declaraciones, porque si bien el Perú viene creciendo de manera sostenida y a tasas elevadas, hay muchos, demasiados, peruanos cuya situación no ha mejorado.
Un ejemplo para ilustrarnos: según un reciente informe de la CEPAL, en los últimos 4 años la tasa de crecimiento del PBI del Perú superó largamente el promedio latinoamericano, y se espera que este 2008 suceda lo mismo. ¿Pero qué ha pasado con las remuneraciones de los trabajadores?. Uno esperaría que deberían también estar incrementándose, pero no es así: acorde a
Ese problema, de un crecimiento económico que no se refleja en mejoras sociales, no es algo nuevo para el Perú. Desde hace tiempo se sabe –aunque parece que algunos aún no se enteran- que crecimiento no es lo mismo que desarrollo. La riqueza puede aumentar, pero a menos que existan políticas efectivas de inclusión y equidad, no hay garantías de que esa mayor riqueza beneficie a todos. En otras palabras: no porque la torta sea más grande significa que todos recibiremos rebanadas mayores.
Por supuesto, siempre podemos recurrir a ese consuelo de tontos llamado “teoría del chorreo”: no importa que los sectores ricos acaparen los beneficios del crecimiento mientras los sectores pobres reciben poco o nada. Paciencia y buen humor. Tarde o temprano la copa de los ricos rebalsará y algo de riqueza chorreara a los pobres. Suena lindo, pero hay dos problemas con esa teoría: primero, que en la experiencia peruana el chorreo llega tarde, mal y nunca. Y segundo, que la paciencia y buen humor se están acabando.
Sin duda, el crecimiento económico es positivo, y condición necesaria para el progreso del país, pero no es una condición suficiente. No basta. Si no asumimos políticas y compromisos dirigidos a apoyar a los sectores menos favorecidos, defendiendo y fomentando los derechos sociales, laborales, etc., seguiremos atrapados en el subdesarrollo.
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