Luis Gamero Russo, economista
Cuando varios amigos salen a cenar juntos, todo el ambiente amigable y festivo se interrumpe cuando llega el mozo con la cuenta y es momento de decidir quién paga qué. Quizás hubo alguien que ordenó langosta, o una entrada de camarones, que los demás no están dispuestos a compartir. Igual sucede con las deudas públicas actuales, a nivel global, pues tarde o temprano habrá que decidir cómo pagar la cuenta. Veamos.
Para afrontar el servicio de las deudas públicas, en los países altamente endeudados, se tendrán que tomar decisiones políticas que impliquen favoritismos de uno u otro sector social. Así, la carga de la deuda pública caerá, en mayor o menor grado, en los diversos grupos afectados. Y el pleito por evitar ser incluido será cada vez más ardoroso debido a la gran magnitud de los actuales déficits fiscales y a su esperada persistencia en el tiempo.
Entretanto, el mercado de bonos soberanos sigue impaciente, sobre todo con los países europeos más débiles, a quienes castiga con tasas de intereses más altas. Así Grecia, España, Gran Bretaña, Italia, entre otros, han tenido que implementar sendos paquetes de austeridad fiscal, con el afán de reducir sus déficits fiscales y sus deudas públicas, al menos en el mediano plazo, y también, de paso intentar de convencer a sus acreedores, en su mayoría bancos europeos, de que sus esfuerzos son serios. Si bien con menos presiones por ahora, dos de las tres economías más grandes del mundo están también en la mira del mercado. Japón tiene ya un índice muy alto de su deuda como porcentaje del PBI (casi 200%), y los EE.UU. parecen que continuarán con sus políticas fiscales y monetarias expansivas debido a su anémica recuperación económica.
Pero, volviendo a la pregunta original de quién pagará la cuenta; la lista de afectados variará de país en país, pero en general los que cargarán con el muerto serán: los actuales contribuyentes, porque será inevitable la subida de impuestos si de reducir déficits se trata; también los ciudadanos próximos a jubilarse, si mediante una decisión gubernamental se alargan los plazos necesarios para acceder al beneficio de las pensiones jubilatorias; luego también, los recipientes de ciertos beneficios sociales (de ayudas por desempleo, de servicios de salud pública, y de pensiones anticipadas, por ejemplo), si el gobierno decide reducir estos gastos en términos reales; asimismo, los empleados públicos si el gobierno decide disminuir sus gastos de planilla; y finalmente, las generaciones futuras que tendrán que afrontar la mayor parte del pago de la deuda cuando se conviertan en contribuyentes activos y enfrenten un mayor nivel de impuestos.
En síntesis, la cuenta la tendrán que pagar simultáneamente varios grupos sociales de los países altamente endeudados, pero indudablemente que las generaciones futuras serán las que pagarán la langosta y los camarones, aún sin haberlos consumido, porque al momento de decidir la repartición de la cuenta no contaban con representatividad política alguna y fueron inconsultamente involucrados en el pago de lo más oneroso de la cuenta.
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