Entre la recesión y la inflación II
Luis Gamero Russo, economista
En esta segunda versión del tema intento ahondar en la discusión de este debate entre la recesión y la inflación global; entre los halcones fiscales (los más ortodoxos que abogan por políticas económicas de austeridad para continuar con la recuperación económica luego), y los más expansivos (los heterodoxos neo-keynesianos que patrocinan una continuación de los estímulos fiscales y monetarios para reimpulsar la recuperación económica).
El argumento principal de los primeros, los halcones fiscales, fue recientemente expuesto por Alberto Alesina en un trabajo que presentó en Abril en la última reunión de ministros europeos de economía y finanzas en Madrid (ver en Bloomberg Businessweek: Keynes vs. Alesina. Alesina who? de Peter Coy, 30/06/2010). Alesina argumentaba que la austeridad fiscal puede estimular el crecimiento económico al calmar los mercados de bonos, causando una reducción de las tasas de interés, lo que promovería la inversión. Además, la reducción de los déficits fiscales aseguraría a los contribuyentes que no serían necesarias medidas adicionales de recorte presupuestario. Eso reavivaría sus “espíritus animales” y, por ende, su consumo. Este trabajo de Alesina fue tan influyente que fue llevado como “abanderado” argumentativo por los gobiernos europeos a la última reunión del G8 en Toronto.
Los economistas que se oponen a esta visión, generalmente norteamericanos, argumentan que, con el nivel actual de tasas de interés cercanas a cero, lo que proponen los europeos muy probablemente no suceda. Y que el remedio más efectivo sería, al contrario, aumentar los estímulos económicos y no cortarlos. Sin embargo, un razonamiento más sofisticado de esta vertiente no se basa tanto en políticas fiscales expansivas, sino en nuevas estrategias monetarias, también de carácter expansivo. Y como ya no hay mucho margen de maniobra para las políticas monetarias tradicionales en situación de tasas de interés cercanas a cero, abogan más bien por lo que se conoce como “Quantitative Easing”. Mediante esta estrategia monetaria, el banco central sale a comprar, generalmente con descuento, activos financieros de toda índole (deudas públicas, incluyendo deudas provinciales y municipales, así como bonos corporativos y hasta activos financieros considerados tóxicos, es decir respaldados por hipotecas sub-prime), inyectando así más liquidez a la economía. Y aunque esta modalidad aumenta la oferta monetaria, esto sería deseable en momentos de escasez de demanda, alto desempleo y exceso de capacidad instalada ociosa, y cuando la inflación aparece todavía como un peligro distante. Sin embargo, la duda persiste… si se logrará reactivar la economía norteamericana mediante esta estrategia.
Las políticas de austeridad fiscal, por el contrario, argumentan estos economistas, serían una cura que casi ciertamente mataría al paciente, al causar más recesión que reduciría la recaudación tributaria y empeorarían las dificultades presupuestarias, a la vez que aumentarían las quiebras del sector privado, manufacturero y comercial, y agravaría la debilidad del sector bancario. Esto parecería ser lo que está sucediendo en Grecia actualmente, con repercusiones negativas en el sistema bancario europeo.
Para finalizar, y para poner las cosas en su real perspectiva, hay que aceptar que la opinión de los norteamericanos descansa mucho en la especial situación de los EE.UU., que se endeuda en su propia moneda, y que, para pagarla, solamente tiene que seguir emitiendo más de su moneda. Privilegios del emisor de la, aún, principal moneda de reserva internacional.
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