Enrique Fernández-Maldonado
Los resultados de una elección suelen definirse por la convergencia de múltiples factores. Se vota por tradición o por simpatía. Por afinidades de clase, étnicas o geográficas con el candidato y la plancha que lo acompaña. Algunas veces se vota con miedo, otras con pasión. Por intereses corporativos, en muchos casos con pragmatismo clientelar. Pero se vota también por ideas. Por proyectos políticos que encajan con identidades y agendas específicas. Por propuestas programáticas que, cuando están bien planteadas y logran romper el cerco mediático, pueden encauzar la voluntad política de un electorado capaz de diferenciar entre un discurso programático y otro populista, definiendo a la postre una elección.
Por eso iniciativas como la organizada por el CIES, la semana pasada, merecen destacarse. Si bien tuvo una limitada resonancia periodística, el debate entre los jefes de planes de gobierno de las fuerzas en carrera –Kurt Burneo por Perú Posible; Elmer Cuba por Solidaridad Nacional; José Távara por Fuerza Social y Félix Jiménez por el Partido Nacionalista–, permitió un primer acercamiento a la visión de gobierno que encarnan sus partidos. Señalo a continuación algunas de las ideas debatidas, destacando la singularidad de las ausencias (el fujimorismo, el aprismo y la alianza de PPK).
Comencemos por el diagnóstico y las coincidencias. Un primer consenso entre los panelistas fue reconocer que el crecimiento económico de la última década responde básicamente a tres pilares: la política macroeconómica; el modelo de desarrollo vigente; y el contexto externo. Factores que habrían permitido a su vez avances macroeconómicos y sociales importantes. Waldo Mendoza, expositor principal, destacó el crecimiento acumulado del PBI (59.3%), de la tasa acumulada de inversión (153%) y del PBI per cápita, así como la reducción de la pobreza (de 41% a 34%). El otro gran consenso señalado –Porter mediante– es que el crecimiento por sí solo no es suficiente.
Las diferencias y matices aparecen no tanto en las metas como en los instrumentos de política económica. Todos coinciden en que se debe reducir la desigualdad, incrementar la competitividad empresarial, mejorar los ingresos. También en la necesidad de modernizar el Estado para que pueda incrementar y mejorar las prestaciones en salud, educación, seguridad, justicia, infraestructura. En la necesidad de promover las exportaciones y en incrementar la capacidad productiva del sector privado. En generar las condiciones para el crecimiento económico y social.
Un eje diferenciador radica en cómo encaran estas fuerzas el financiamiento de cada una de las medidas y metas propuestas. ¿De dónde saldrán los recursos necesarios para implementarlas y qué implica esto en términos distributivos?
Esto es particularmente relevante en país que ostenta una de las recaudaciones tributarias más bajas en la región: 15% PBI, por debajo del promedio regional (18%). Cualquier programa de fortalecimiento institucional, inversión productiva o social demandará una reingeniería de la estructura tributaria y del gasto público que los candidatos no siempre hacen explicitico. La polémica fue encendida por el moderador (Jaime de Althaus) al plantear la revisión de los contratos de estabilidad tributaria o el impuesto a las sobre ganancias mineras, aspecto en el que destacaron las propuestas del nacionalismo y Fuerza Social, diferenciadas por su mayor énfasis en el carácter distributivo de la política fiscal y tributaria.
Otros ejes programáticos en discusión giraron en torno al rol del Estado en materia económica: si este se limitaría a ser un ente regulador de la actividad privada o cumpliría un papel activo en la participación y promoción de sectores estratégicos (el PNP planteó la soberanía estatal sobre los recursos naturales); o si las políticas sociales debían focalizarse para ganar eficiencia o apuntar hacia su progresivo reemplazo por políticas salariales y de promoción del mercado interno.
En suma, el seminario anual del CIES permitió un interesante intercambio de propuestas que señalan dos tendencias diferenciables: o continuar con las políticas aplicadas por los últimos gobiernos, orientadas al crecimiento económico alentado por la inversión extranjera y la inserción subordinación a los mercados internacionales; o transitar hacia una economía nacional de mercado, que promueva el desarrollo endógeno y productivo, a fin de reducir la dependencia financiera del contexto externo como factor de crecimiento.