La Verdadera Riqueza de las Naciones

domingo, 12 de diciembre de 2010

Por Javier M. Iguíñiz Echeverría
Profesor del Departamento de Economía de la PUCP
Tal es el título del Informe de Desarrollo Humano 2010, en su vigésimo aniversario. El mensaje de fondo es tan conocido como lo es el desinterés efectivo que hay en él: poner, explícita y eficazmente, al ser humano en el centro de las preocupaciones. Tras muchísimas Constituciones y declaraciones públicas que lo afirman, en la práctica cientos de otras y muy legítimas inquietudes y metas geopolíticas, económicas, familiares, religiosas, patrióticas, partidarias, culturales se anteponen, se interponen y elegantemente terminan sustituyendo demasiado a menudo a ese mandato humanista. 
El volumen recientemente presentado es una fuente inmensa de temas, datos, hallazgos, interrogantes, métodos de cálculo, propuestas de investigación y de políticas. En este artículo vamos a destacar y resumir un solo aspecto, muy importante en el Informe, relacionado con la riqueza económica y el desarrollo humano. 

Riqueza económica y desarrollo humano
Una primera aproximación a la relación entre riqueza económica y desarrollo humano es conceptual y trata sobre la sustancia y el status efectivo de aquello de lo que hablamos. La vida humana es mucho más multifacética y profunda que lo que la riqueza económica de las personas permite vislumbrar. Desde esa perspectiva general, es natural que se afirme que “desarrollo humano no es sinónimo de crecimiento económico” (54). A tal punto no lo es, que una constante en los informes del PNUD ha sido sostener que a pesar de su indudable importancia “el ingreso tiene muchas falencias como indicador sintético del desarrollo” (45). En términos de status, por mucho que “el dinero es un medio importante para ampliar las alternativas” (45), no es un fin.

Añadiríamos que, a pesar de la positiva importancia del crecimiento para el desarrollo humano, también puede ser un obstáculo de diversas maneras. Por ejemplo, una de las preocupaciones que adquiere preeminencia, hasta convertirse en obsesión, y puede postergar innecesariamente los logros en desarrollo humano, es la búsqueda del más alto crecimiento económico. Se persiste en considerar que la promoción del desarrollo humano atenta contra el crecimiento porque desvía recursos prematuramente del ahorro y la inversión hacia la supervivencia o bienestar de la población, lo que la hace peligrosa. También llega a considerarse negativa la búsqueda de la equidad, por ejemplo, en educación, debido a que distrae recursos que deberían ir a los que ya son mejores alumnos. Hay, pues, razones para el debate con quienes focalizan todo en el crecimiento.

No hay correlación entre progreso económico y humano básico
Un aspecto ya clásico, “desde su inicio” (5),  en el diagnóstico del PNUD sobre la situación y evolución de la sociedad es retomado con insistencia en el Informe. “Una de las conclusiones más reveladoras de la investigación sobre desarrollo humano de los últimos años: no existe una correlación significativa entre crecimiento económico y avances en salud y educación” (49). Este es “uno de los resultados menos esperados en la investigación sobre el desarrollo humano” (4).
Esto resulta decisivo para poner las cosas en su debida jerarquía, para no apostar exclusivamente al crecimiento del producto como meta o como condición necesaria para la solución de los principales problemas. Y todo eso por mucho que se considera que “el ingreso y el crecimiento son cruciales” y “una prioridad a la hora de formular políticas públicas” (5). Aún así, se insiste en el Informe: “es posible lograr adelantos significativos incluso en condiciones de crecimiento lento” (5), “El progreso es posible incluso con pocos recursos” (9), Se pueden lograr “progresos considerables” (114), “incluso cuando el crecimiento es esquivo” (113). La “buena noticia” es que el crecimiento económico no es requisito indispensable para mejorar la situación de salud y educación, por lo menos en esos niveles tan básicos. Claro, si se crece, mejor, se pueden lograr antes esas metas... hasta que choquemos con los problemas medioambientales.
Exigir más, depender menos
Aprovechamos el marco que nos provee el PNUD para finalizar con dos reflexiones personales. En primer lugar, el crecimiento puede ser mucho más eficiente en la reducción de carencias fundamentales de la población y hay que exigir que lo sea. La discusión sobre “el modelo económico” debe hacerse un sitio en el debate nacional pero tiene más sentido si es que se evalúa la manera de crecer por su contribución al  aumento en cantidad y calidad del protagonismo de las personas, empezando por el empleo digno y la participación ciudadana, y a la efectividad para reducir las carencias y desigualdades en educación, salud, etc. 
En segundo lugar, tanto a nivel macroeconómico como microeconómico la falta de recursos económicos no puede ser la justificación principal para dejar de avanzar en la reducción de muchas de las carencias en desarrollo humano. Aquellas iniciativas que, en esa lucha, se reducen o postergan por falta de presupuesto están mal diseñadas en el sentido de que dejan de lado maneras de hacer las cosas menos dependientes del crecimiento económico. La concertación de voluntades públicas y privadas y la movilización social pueden lograr grandes resultados en desarrollo humano independientemente del curso general de la economía. Además, para exigir más a la economía, hay que depender menos de ella.

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