Luis Gamero Russo, economista
Hace unas semanas, el dólar se volvió a fortalecer. Y así resulta que, cuanto más dudosa se presente la recuperación económica de los EE.UU. y la Reserva Federal imprime más billetes para reactivar su economía, el dólar muestra una fortaleza relativamente mayor a lo esperado. Esto suena contradictorio, pero, en verdad, no lo es tanto.
Desde 2008, comenzó una gran implosión global de deudas, en la cual los créditos financieros se deterioraron rápidamente ante la disminución del valor de los activos que los respaldaban. Esto causó una masiva venta de todo tipo de activos, a nivel global, para pagar o disminuir esas deudas, o para salir de activos en deterioro.
Este proceso, llamado “deleveraging”, no ha terminado todavía, y ha causado más bien una continua demanda de dólares norteamericanos, ya que la mayoría de los activos de respaldo o se denominaban o se tranzaban en dicha moneda. Los inversionistas afectados tenían que salir de sus posiciones en estos activos, para pagar o reducir sus deudas, o para regresar al dinero líquido, en un movimiento netamente defensivo.
La relativa fortaleza del dólar también ha sido favorecida por la reciente crisis europea. Lo cual ha traído, como resultado, la revaluación del dólar frente al euro, especialmente después de las malas noticias de Grecia e Irlanda. Los mercados intuyen que esta crisis de deuda soberana se va a trasladar muy pronto a Portugal y España, y hasta posiblemente a Italia; ya que un gran porcentaje de sus bonos soberanos tienen vencimientos muy concentrados en los próximos dos años y, además, necesitan seguir financiando sus déficits fiscales. El fondo de rescate europeo ha resultado insuficiente y esto ya es vox pópuli.
En opinión de muchos analistas, el dólar norteamericano seguirá siendo, aunque con tendencia descendiente, la moneda más utilizada a nivel mundial. La razón es que el dólar norteamericano sigue siendo el principal lubricante de las ruedas del comercio internacional y de las inversiones a nivel global. En el primer caso, la mayoría de las transacciones comerciales continúan haciéndose en dólares; y cuando los inversionistas buscan mayores retornos en países de la periferia, o cuando “parquean” su dinero en el centro del mundo, por inseguridad, transfieren sus fondos mayormente en dólares.
Y, a pesar del intento de los franceses y de los chinos por tumbarse al dólar en el marco del G-20, resulta difícil que los EE.UU. pierdan su estatus de emisores de la principal moneda de reserva internacional por acciones de terceros, antes que por decisiones del mismo mercado internacional. Y, por el contrario, lo más probable es que sea el mercado el que lo mantenga todavía como divisa predominante en los próximos años y, a pesar de todo, el dólar siga siendo el Rey…