Rodrick, Porter y el Cade
Texto Completo
Félix Jiménez
Economista Ph. D.
Profesor de la PUCP
Las recientes visitas de Dani Rodrik (a la PUCP) y sobre todo de Michael Porter (a la CADE) han dado lugar a una aparentemente vasta corriente de opinión entre empresarios y políticos en contra del modelo primario exportador y a favor de una reindustrialización del país (que todos entienden como agregar valor a los insumos o materias primas, que algunos entienden como diversificación productiva por oposición a la producción especializada en productos primarios y que otros entienden como la diversificación económica mediante desarrollo de clusters -concentración geográfica de empresas, con activos e instituciones especializadas en determinadas áreas de actividad). Esta es la manera --la estrategia, nos dicen-, de aumentar la competitividad. Llegado a este punto se agregan medidas que le darían viabilidad. Así, se mencionan que el trabajador esté bien educado y saludable, que se genere confianza entre trabajadores y empresarios, que haya relaciones fluidas entre la actividad privada y el Estado, que haya inversión en infraestructura, y que el marco institucional para promover el desarrollo de los negocios sea estable y eficiente. Y, si a todo esto se agrega la estabilidad macroeconómica, entonces estamos, nos dicen, «frente a una nueva agenda, llamada de la competitividad».
Cuando se olvida, lo viejo aparece como nuevo
Esta estrategia no es nueva. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) decía que nuestras economías (la periferia) tienen estructuras productivas tecnológicamente heterogéneas (con significativas brechas de productividad) y un vector de exportaciones especializado y concentrado en productos primarios. Pero decía más. Que el libre comercio con países (el centro) con estructuras productivas tecnológicamente homogéneas y con un vector de exportaciones diversificado de bienes manufacturados, perpetúa el subdesarrollo, con sus consecuencias negativas sobre la distribución del ingreso y el empleo de calidad.
La solución que proponía la CEPAL era la diversificación productiva mediante un proceso de sustitución de importaciones conducido por el Estado. En otras palabras, para desarrollarnos la CEPAL proponía, al igual que Rodrik, el cambio estructural interno de la economía; pero a diferencia de éste, el cambio debía ser conducido directamente por el Estado, con participación directa del Estado. Para Rodrik es suficiente que los cambios sean propugnados «por el nivel político más elevado». Por su parte, Porter propone desarrollar clusters sobre la base de nuestros «recursos naturales abundantes y de la amplia biodiversidad y ecosistemas».
Como se comprenderá, por lo dicho hasta aquí, en teoría del desarrollo, hemos vuelto, por la ley del péndulo, (iba a decir, hemos retrocedido) al mismo sitio. Como en el país de la Reina, en Alicia a través del espejo, hemos corrido tanto para permanecer en el mismo sitio. Ambas propuestas privilegian el lado de la oferta (creación de capacidad productiva diversificada). Los economistas dirían que tanto la CEPAL, como Rodrik y Porter son supply siders. Sus propuestas dejan de lado el papel de la demanda. La oferta crea su propia demanda. Puesto que la creación de capacidad productiva es también creación de empleo (de calidad dicen algunos) y como se otorga importancia significativa al papel de la educación, la estrategia –dicen- asegura el camino hacia la igualdad.
El papel del Estado y del comercio en las estrategias supply side
Las estrategias mencionadas se diferencian sólo por el papel que le otorgan al Estado y al comercio internacional. El Estado Cepalino es proteccionista y también empresario, mientras que el Estado de Rodrick es más intervencionista que el de Porter, aunque en este último el Estado debe participar en la elección de los sectores en los que debe impulsar la formación de clusters. Por otro lado, para la CEPAL el comercio libre no produce desarrollo, para Rodrik no hay evidencia robusta que permita afirmar que el libre comercio es favorable al crecimiento y desarrollo. En cambio para Porter, la desregulación y la liberalización del comercio son elementos importantes en su estrategia por la competitividad.
Un hecho que hay que resaltar, sin embargo, es que Rodrik, a diferencia de la CEPAL, no renuncia al control o administración del tipo de cambio, ni, por lo tanto, al control del capital especulativo. La apreciación cambiaria afecta la competitividad de los productores del país favoreciendo a los productores extranjeros. Es difícil, dice Rodrik, generar empleo en un entorno en el que la moneda esté sobrevaluada.
El sentimiento de culpa por el olvido de la demanda
Es verdad que el uso del tipo de cambio, en una economía abierta, es fundamental para estimular la producción de transables internacionalmente. Pero este instrumento de política no es suficiente, para lograr el desarrollo. Rodrik parece darse cuenta que la creación de oferta productiva diversificada requiere para ser utilizada de demanda efectiva. Lo mismo ocurre con Porter. Ambos, por lo tanto, como ha ocurrido con los neoliberales pro-exportadores, miran hacia los mercados externos. La demanda interna para ellos es un by-product.
Rodrik y Porter privilegian, en última instancia, el mercado externo sobre el interno. Sitúan la fuente de demanda en el exterior. La construcción de un circuito nacional de demanda capaz de estimular la construcción de una capacidad productiva industrial diversificada a lo largo y ancho del país, está ausente no sólo en la estrategia de la CEPAL sino también en las estrategias de Rodrik y de Porter.
Sustitución de importaciones y promoción de exportaciones
La estrategia Cepalina de desarrollo hacia adentro sustituyendo importaciones mediante la protección del mercado doméstico (ISI), era lógicamente incompleta: hacía énfasis en la construcción de una oferta industrial diversificada para el mercado interno, pero no explicaba la fuente ni el tamaño de la demanda agregada. Se discutía acerca de los vicios y virtudes de la protección del mercado doméstico, pero no se tenía idea alguna acerca de los determinantes del tamaño y composición de la demanda interna.
La crisis de esta estrategia no condujo a superar la carencia de una fuente interna de demanda sostenida sino a mirar hacia los mercados externos. La Estrategia de Promoción de Exportaciones (EPE) que adoptaron Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong, también era de sustitución de importaciones, pero para una demanda bien identificada. A diferencia de la estrategia ISI que se agota en los años 1970, en la estrategia EPE que se impone en esos años, el Estado dirigió la inversión hacia la construcción de capacidad productiva industrial para una específica demanda internacional (de Estados Unidos) y no para el consumo interno. Sus elementos centrales fueron: apertura de mercados con Estados Unidos; difusión y transferencia de tecnología; inversión extranjera directa, principalmente de Estados Unidos; alta acumulación de ahorro e inversión (bajo consumo privado); inversión en formación de capital humano; y, por supuesto, ninguna preocupación por la distribución del ingreso. La estrategia fue impuesta por gobiernos dictatoriales, con una modalidad empresarial mixta (estatal y/o de grupos productivos nacionales).
Promoción de Exportaciones y Consenso de Washington
El éxito de los tigres asiáticos (que para Krugman se explica por el sacrificio del consumo presente por futuro) persuadió a otros países a seguir su estrategia exportadora. En los años 1990 algunos países la incorporaron como parte de las políticas del Consenso de Washington. Mantuvieron la propuesta central de diversificar la oferta exportadora, concentrando las ventas en determinados mercados externos (Estados Unidos y/o países de la OCDE) donde se supone que «hay» demanda sostenida de importaciones. Y, al énfasis en la promoción de la inversión extranjera, le agregaron el abaratamiento del costo de trabajo (la desregulación del mercado laboral) para «ganar competitividad», los tratados comerciales, el equilibrio macroeconómico, y políticas microeconómicas de desarrollo sectorial con un Estado menos interventor.
Hubo matices en su aplicación. Los países de economías y tamaño pequeño (como Irlanda, Portugal, Chile, Nueva Zelanda y Finlandia) apostaron por la apertura comercial y por la especialización productiva e integración a la economía mundial mediante el impulso de exportaciones «competitivas». En el lado opuesto se ubican la China y la India que efectuaron reformas con énfasis en la generación de exportaciones «competitivas», pero sin descuidar el desarrollo de sus mercados internos.
La crisis de la estrategia exportadora
La estrategia exportadora no es aplicable a escala global. El éxito de los cuatro tigres asiáticos ocurrió porque no tenía competidores. El crecimiento notable de la participación de sus exportaciones en el mercado de Estados Unidos, alcanzó su pico en el año 1988 (15.4%). Después disminuyó hasta situarse en los niveles que registró a fines de los años 1970 (9.4%). El mismo comportamiento registró las exportaciones de Japón.
La aparición de China reveló la fragilidad de la estrategia EPE: la participación de sus exportaciones aumentó a costa de las exportaciones de los otros países asiáticos. La misma suerte correrán los países subdesarrollados que continúan compitiendo por los mercados de Estados Unidos y Europa. La ganancia de participación en estos mercados de unos se hará a costa de la participación de los otros. Pero, lo que importa destacar es que, en esta carrera, todos los países como el nuestro tratan de ganar competitividad desmantelando los estándares regulatorios de las condiciones de trabajo, de los regímenes tributarios y del medio ambiente.
Los países subdesarrollados luchan entre si por una porción de demanda externa de los países industrializados. Estos últimos, por su parte, cuando impulsan sus exportaciones, tratan de crecer a costa de una depresión de la demanda de «sus vecinos». La conclusión es que los países subdesarrollados pueden ser los peores perdedores: no pueden mejorar sus estándares regulatorios porque perderían competitividad con sus pares, ni pueden expandir sus mercados internos por la penetración de las exportaciones de los países industrializados.
Por lo tanto, en esta era de la globalización el desarrollo y el subdesarrollo siguen siendo las dos caras de una misma moneda.
Las estrategias supply side de diversificación de las actividades productivas para exportar, hacen depender el crecimiento de la economía de un factor exógeno: la demanda externa. No son estrategias de crecimiento endógeno. Al igual que el modelo primario exportador, la fuente de demanda y, por lo tanto, del crecimiento, no se encuentra dentro de la nación, dentro del sistema económico nacional, sino en los mercados externos. De aquí se deduce que la estrategia de desarrollo que tenga como propósito la construcción de una economía menos dependiente de los mercados externos, será la que busca endogenizar la fuente de generación de demanda e ingresos al interior del país.
El modelo de inversión que perpetúa el subdesarrollo
La teoría del desarrollo nos enseñó que, en países como el nuestro, la orientación de la inversión determinada por el mercado no asegura la construcción de una capacidad productiva, diversificada y tecnológicamente homogénea. Por eso se le asigna un papel al Estado, distinto al que tienen en los países industrializados. Pero hay más. Desde que nuestros países se incorporaron al capitalismo internacional, sus inversiones estuvieron jalonadas por la inversión extranjera. Desde el inicio, entonces, las restricciones a la expansión de la inversión nacional no son las mismas para la inversión extranjera. Esta última viene con su propio financiamiento, cuenta con mercados seguros y no tiene problemas de capital humano. Se dirige a la producción primario exportadora y, recientemente, a la producción de servicios de alta tecnología con mercados internos cautivos (como la telefonía y el sistema bancario).
Este modelo de inversión no pudo ni puede resolver, entonces, los problemas estructurales de nuestra economía: la desarticulación sectorial y la heterogeneidad tecnológica de su aparato productivo, la desconexión de la economía con la geografía y la demografía del país, y las secuelas de estos problemas: la informalidad, el subempleo, el predominio de sectores terciarios de baja productividad, la notable desigualdad en la distribución de los ingresos, y la pobreza de parte importante de la población.
La inversión nacional, fragmentada y de magnitud individual mucho menor que la extranjera, participa en este modelo de crecimiento en condiciones de subordinación. Por ejemplo, en el esquema neoliberal de Alan García la inversión extranjera, es la que desencadena la inversión en el país, y, por lo tanto, genera crecimiento y desarrollo. Con el mismo espíritu desnacionalizador de Haya de la Torre, quien refriéndose al papel del capital extranjero decía que el imperialismo es la primera fase del capitalismo en el Perú, Alan García dice «Envío cartas a todas las empresas del mundo. He recibido a 1600 empresas. […] Lo que hay que hacer es detonar la gran inversión (extranjera) para que arrastre a la mediana y a la pequeña inversión, no al revés».
Hacia una economía nacional de mercado
Alan García, como Rodrik y Porter, no imagina la posibilidad de desencadenar endógenamente la inversión y el cambio técnico. Opta por el recurso fácil de mirar hacia afuera y no hacia adentro.
Ahora bien, mientras no cambien las condiciones en la que se desenvuelve la inversión privada nacional, las empresas --micro, pequeñas y medianas-- que orientan su producción hacia los mercados externos (exportación no-tradicional) y que producen con bajísima productividad, seguirán buscando ganancias de competitividad abaratando el costo del trabajo (salarial y no salarial) y demandando regímenes tributarios y crediticios especiales.
Para que esta situación termine, el Estado, un nuevo Estado, debe generar las condiciones de mercado y financiamiento para que la inversión privada nacional se expanda a lo largo y ancho del país. Esta es la estrategia de desarrollo de una Economía Nacional de Mercado, cuyo objetivo es centrar la fuente de generación de demanda e ingresos al interior del país. Tres son los elementos decisivos para desencadenar la inversión privada local: el desarrollo de mercados internos con inversiones en infraestructura económica y social que conecten la economía con la geografía y demografía del país; el desarrollo del mercado de capitales y el cambio en su marco regulatorio incorporando modalidades de financiamiento de mediano y largo plazo para pequeñas y medianas empresas; y, una revolución educativa que haga énfasis en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación.
El desarrollo de los mercados internos y las nuevas modalidades de financiamiento darán lugar a aumentos endógenos de la productividad y, por lo tanto, de la competitividad. Pero como se trata de una estrategia de desarrollo de una economía de abierta, el tipo de cambio debe administrarse para reforzar el papel de la demanda en la creación y expansión de mercados internos, y también para promover el crecimiento de actividades de producción de transables o exportables.
A modo de Conclusión
Desarrollar la Economía Nacional de Mercado es una nueva forma de nacionalización económica no solo porque endogenizar la fuente de generación de demanda e ingresos, sino también porque opone a la idea de mercados financieros sin límites nacionales —impuesta por la globalización neoliberal— el uso soberano del instrumento cambiario, el control del flujo internacional de capitales especulativos y el desarrollo del mercado de capitales en moneda nacional para apoyar la expansión de los mercados internos.