(En: Strategia 10, CENTRUM, diciembre 2008)
Germán Alarco Tosoni
Investigador Principal, CENTRUM Católica
Desde inicios de 1994 entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que asoció a Canadá, EE.UU. y México. A la fecha este último país lleva 12 tratados de libre comercio con 44 países y más de 30 nuevos acuerdos comerciales específicos. Es innegable que estos implican una gran ventana de oportunidades ya que permiten acceder a más de mil cien millones de habitantes, a 2/3 de las importaciones y 3/4 del PBI mundial.
También generan nuevas posibilidades de insumos a precios más competitivos y de bienes de consumo para los mexicanos (Secretaría de Economía, 2006). México tiene la posición 15 y 14 en cuanto a las exportaciones e importaciones a nivel internacional (OMC, 2007). En esa dirección se observan resultados impresionantes en términos del crecimiento de las exportaciones que se han multiplicado por cinco, de 51.9 a 272.1 miles de millones de dólares anuales entre 1993 y 2007 pero los resultados macroeconómicos generales son bastantes mediocres.
La economía mexicana es la décima del mundo en cuanto a tamaño y su ingreso per cápita es de US$ 6,790 con la posición 70 en el mundo y de US$ 9,640 cuando se habla del ingreso per cápita corregido por la paridad del poder adquisitivo, ubicándose en la posición 80. Asimismo, la estructura de distribución del ingreso es desigual de conformidad a un índice GINI de 49.5, respecto de un 40.8 para los EE.UU., 34.7 de España o 28.3 para Alemania en 2004 (World development indicators, 2006). Sin embargo, lo que más llama la atención es su reducido crecimiento, ya que en el periodo de la “economía cerrada” entre 1950-1990 crecía a una tasa de crecimiento promedio anual (tcpa) del 5.1%, mientras EE.UU. lo hacía al 3.5%. Entre 2007 y 1990 sólo creció al 3.3% respecto a 2.9% de EE.UU. La tcpa mexicana entre 2000-2007 es ligeramente más baja ubicándose en 3.2%.
Hacia delante las perspectivas no son muy positivas, ya que CEPAL, a finales de agosto del 2008 señaló que para 2008 y 2009 tendría un crecimiento del 2.5% anual, respecto a un promedio regional Latinoamericano y del Caribe de 4.7 y 4%. En ambos años México tendría las tasas más bajas del conjunto de países analizados, compartiendo ese último lugar con Nicaragua. ¿Cómo es posible que una economía pierda velocidad de crecimiento cuando se apertura más al comercio internacional?. México es una experiencia interesante que puede ser útil a Perú para proporcionarnos algunas enseñanzas. Hay muchas diferencias entre ambas, pero también semejanzas que es necesario considerar para aprovechar las ventajas y enfrentar los problemas - retos que pueden implicar estos acuerdos comerciales.
Razones del entorno internacional
Es cierto que el entorno internacional hoy en día no es tan propicio para el comercio internacional, pero este elemento no es sostenible como factor explicativo después de 15 años de la firma del TLCAN, ya que al igual de los periodos críticos se disfrutó de parte de la expansión económica de los años noventa. Otro elemento en juego es que todas las economías comparten el objetivo común de ser más competitivas; luego a pesar que se vaya rápido el ganar o perder participación en los mercados depende también de la velocidad de los competidores. Eso es lo que ha ocurrido a México. Entre 1993 y 2007 Canadá perdió participación en las importaciones totales de EE.UU. al pasar del 19.1 al 16%. México incrementó su participación del 6.8 al 10.8%, pero esta es menor a los niveles observados en 2001 superior al 11%. China en cambio la eleva de 5.4 a 16.4% en forma más acelerada a partir de los menores crecimientos de Canadá y México (Secretaría de Economía, 2007).
Otro tema interesante es que los acuerdos comerciales se agotan solos. El comercio internacional es muy dinámico y hay productos con una elasticidad ingreso más elevada respecto al PIB que se mantienen creciendo en el tiempo, pero muchos otros cumplen las reglas del ciclo del producto (crecen ligeramente, luego más aceleradamente, después se estancan y posteriormente comienzan a decrecer). Asimismo, la ventana de oportunidad es máxima cuando no existen barreras paraarancelarias y el arancel aplicable es cero, de ahí no hay mejora posible. Por último, en el mundo donde todo cambia pero poco se transforma, la proliferación de acuerdos y preferencias comerciales genera una externalidad negativa para cada país considerado individualmente. Al respecto, México se justifica señalando que entre 1993 y 2007 el número de acuerdos comerciales notificados a la OMC se ha elevado de 44 a 194.
Recuento de diferencias entre México y Perú
Una primera diferencia que salta a las vista y que abona a nuestra hipótesis del mediocre desempeño mexicano es cómo un país con hidrocarburos crece tan poco. México es el sexto productor mundial de hidrocarburos (BP statistical review of world energy, 2007). Su producción valuada a precios de mercado es equivalente al 8.4% del PBI y las reservas probadas son equivalentes a cerca de dos años de su producto. Sin embargo, en el periodo 2000-2006 muestra tasas de crecimiento por debajo de los países petroleros. Entre 2000-2004 México creció al 1.5% anual, mientras el grupo de países con hidrocarburos lo hizo en 3.4%. Entre 2005 y 2006 México creció al 2.8 y 4.8% anual y el promedio simple de todos los países con hidrocarburos lo hizo al 6.6 y 6.4% respectivamente. ¿Qué hacen los mexicanos que no aprovechan el boom de los precios del petróleo?.
La ventaja de la diversificación y la paradoja de tener menos ingresos
México enfrenta un serio problema mediante el cual más de 2/3 de sus exportaciones se orientan al mercado norteamericano sometiéndose estrechamente a los ciclos expansivos y contractivos de esta economía. El Perú enfrenta una estructura más diversificada. Sólo el 19.3% del total para 2007 se orienta a los EE.UU. respecto de una participación del 31.1% en 2005. El 10.9% de las exportaciones se orientaron a China respecto de 10.8% en 2005. Suiza, por las exportaciones de oro, y Japón la incrementan de manera significativa al 8.4 y 7.8% del total nacional en 2007 con relación a niveles del 4.6 y 3.5% en 2005 respectivamente. Otros mercados relevantes de las exportaciones peruanas son Chile, Canadá, España, Brasil, Alemania, Países Bajos y Corea del Sur (PromPerú, 2008). La pregunta que surge aquí es que vamos a seguir haciendo los peruanos para mantener esta estructura del comercio exterior conveniente diversificada.
El componente importado de la producción es menor en el Perú respecto de México, otorgándonos la ventaja de que una menor proporción del ingreso generado se filtra hacia el exterior, reactivando menos a terceros países. De acuerdo a información del BCRP la penetración de las importaciones respecto al producto fue en 2007 del 18.2%, respecto de 13.8% en el 2000. Esta ha crecido a lo largo del tiempo pero se encuentra por debajo de los estándares mexicanos del 33.5% del PBI en 2007 con una clara transnacionalización de los patrones de producción y consumo.
Al respecto, un fenómeno paralelo es el relativo a que poco más del 50% de las exportaciones se refiere a operaciones de la industria maquiladora de exportación (IME) y casi del 60% cuando hablamos de otros regímenes especiales. La particularidad de esta actividad es que se trata de ensamblaje, aunque con diferentes niveles de desarrollo y que genera positivamente más de 1.2 millones de empleos especialmente en la zona fronteriza norte con EE.UU. Sólo como referencia la industria maquiladora de exportación mexicana tiene una propensión a importar insumos intermedios del 75.7% del valor de sus exportaciones, sin considerar lo concerniente a las importaciones de bienes de capital. Un incremento del 100% de estas exportaciones se acompaña de un crecimiento del 75.7% en las importaciones de insumos, 11% en salarios y menos del 10% de la compra de otros insumos y servicios nacionales.
Elementos negativos comunes
Es riesgoso aventurarse pero puede resultar interesante lanzar algunas hipótesis, que posteriormente habría que sustentar. Se identifican por lo menos seis elementos negativos comunes. El primero es la desarticulación interna. México cuenta con al menos dos sectores muy vinculados a la economía internacional: IME y el sector petrolero, sin embargo estos comparten una notoria desarticulación con el resto de la economía interna. Entre 1988 y 2004 estos crecieron a una tcpa del 11.4%, el resto de sectores al 2.1% y el promedio total fue 3.1% (Alarco, 2007). Lo mismo, habría que decir quizás en el Perú para el sector minero, los hidrocarburos y los productos pesqueros. Por el contrario, los productos no tradicionales, especialmente los textiles, confecciones y los agropecuarios son más dinámicos y articulados a la economía interna.
Sachs (2000) distingue al menos cinco patrones de crecimiento aplicables para los países en desarrollo. México es clasificado en el grupo de los seguidores en la incorporación de tecnologías, mientras que el Perú estaría asociado a los basados en los recursos naturales. El pasar de un estadio inferior a otro superior de desarrollo implicaría, en el caso peruano, primero diversificar e incorporar más valor agregado (industrializarse) y en el mexicano más inversión y resultados concretos en el campo de la ciencia y tecnología para contar con un modelo de crecimiento endógeno. Perú y México comparten una visión que soslaya la importancia de la ciencia y tecnología en el desarrollo. En 2004 canalizaron a la investigación y desarrollo el 0.10 y 0.42% del PBI respectivamente, frente a un promedio internacional para los países de menor, medio y alto desarrollo de 0.73, 0.87 y 2.54% del PBI respectivamente. Brasil y China destinaron el 0.98 y 1.31% de sus respectivos PBI (World Development Indicators, 2006).
Una reducción de la participación de los sueldos y salarios respecto del ingreso o del PBI nos es una buena receta para el crecimiento económico, a menos que la inversión crezca aceleradamente. En la perspectiva de Keynes o Kalecki la mayor participación de la masa salarial es una garantía de mayores niveles de consumo y estabilidad. México y Perú en el 2004 tuvieron participaciones de la masa salarial del 30.38 y 23.7% con relación al PBI respectivamente, con mayores niveles históricos en 1980 con valores de 36.04 y 29.69%. EE.UU. en el 2005 tuvo una participación del 56.82% respecto de 60.11% en 1980. Alemania mostró un 50.27% respecto de 58.01% en el mismo periodo (Lindenboim, 2008).
Si nos introducimos a la problemática de la distribución personal del ingreso la situación es más dramática. Perú es más desigual que México con un índice GINI del 54.6, superior al mexicano de 49.5. Asimismo, procesando la información del Banco Mundial se observaría que el 20% de la población más pobre del Perú tendría ingresos per cápita corregidos por paridad del poder adquisitivo de apenas US$ 1,084 anuales, mientras que en México serían de US$ 2,069 respecto de los promedios de US$ 5,400 y 9,640 respectivamente. El 20% de los peruanos tendrían condiciones de vida similares a los habitantes de Benin y Eritrea, mientras que los mexicanos más pobres lo serían como los habitantes de Mongolia y Mauritania. El 10% más rico en cambio vive a nivel de los países desarrollados con ingresos per cápita de US$ 29,258 y 37,923 anuales respectivamente.
Un tema que comparte Perú y México es el relativo a las políticas fiscales y monetarias, ambas de corte ortodoxo. A diferencia de los EE.UU. donde la Reserva Federal se preocupa no sólo de la inflación, sino del crecimiento y el desempleo, nuestras autoridades monetarias asumieron las recomendaciones externas relativas a concentrarse en la problemática inflacionaria. No vamos a discutir los orígenes y el desempeño previo que justificaron dichas recomendaciones, pero lo que es claro es que cuando se produce el crecimiento se aplican políticas contractivas de la demanda, aumentando las tasas de interés y reduciendo la oferta de dinero.
En el campo fiscal la política es procíclica. A menor crecimiento, menores ingresos públicos y por lo tanto las autoridades reducen el gasto contribuyendo a reducir más el nivel de actividad económica en una perspectiva de corto plazo, ignorando las enseñanzas de la política fiscal anticíclica o contracíclica norteamericana o las enseñanzas chilenas. Aunque sin presentar evidencia empírica sobre la materia ambos países comparten también una caída significativa en el tipo de cambio real (actualmente hasta una apreciación nominal de las monedas nacionales respecto al dólar norteamericano) que afecta, a juicio de autores como Rodrik (2004), la posibilidad de avanzar en el fortalecimiento del aparato productivo por la mayor propensión a importar que a producir localmente.
Por último, un tema importante es que ambos países han dejado de lado la planeación. Obviamente la situación peruana es más dramática donde ésta no existe ni en forma ni en fondo. México es una realidad interesante ya que esta existe en la forma pero en el fondo es poco útil. La planeación se formula a partir de un Plan Nacional de Desarrollo para el periodo de gobierno que corresponda, que debe ser concertado y luego se aterriza en programas sectoriales. Lo interesante, es que ahora los planes son muy detallados en cuanto a metas e indicadores, pero el problema es que el cumplimiento de éstas requeriría de un conjunto preciso de acciones, que no se especifica, acorde a la ideología dominante.
Reflexiones finales
México vive la paradoja del país rico que no aprovecha plenamente sus recursos. En Perú la lista de temas por trabajar es numerosa, destacando la necesidad de mejorar la articulación entre los diferentes sectores y regiones del país. Hay que preocuparse de la ciencia y tecnología, mejorar significativamente la estructura funcional y personal de distribución del ingreso, abandonar la frivolidad del consumo suntuario importado, entre otros temas. ¿Qué estamos haciendo?. Se debe recrear la planeación con nuevas prácticas y repensar colectivamente la política fiscal y monetaria. En fin, debemos potenciar nuestra actual cultura emprendedora, aprovechar las oportunidades que se abren, enfrentar nuestras debilidades y mitigar las amenazas que nos acechan.
Bibliografía
Alarco, G. (2007). Crecimiento desbalanceado a partir de la industria maquiladora y petrolera mexicana al 2015. Economía Infoma 347, Julio-agosto. Facultad de Economía UNAM, México D.F., pp. 68-85.
Lindenboim, J. (2008). Distribución funcional del ingreso, un tema olvidado que reclama atención. Problemas del Desarrollo vol. 39, núm. 153, abril-junio. Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. D.F., pp.83-117.
Organización Mundial del Comercio (2007), Estadísticas del comercio internacional, 2006. www.wto.org Rodrik, D. (2004). Industrial policy for the twenty-first century. Harvard University,
John F. Kennedy School of Government, Septiembre. 57 pp
Sachs, J. (2000). Globalization and patterns of economic development, en: Wel-twirtschaftliches Archiv - Review of World Economics, Band 136, Heft 4, Kiel Institute of World Economics, pp. 579-600.
Secretaría de Economía (2007). Retos- pérdida de competitividad internacional. www.economia.gob.mx Subsecretaría de negociaciones internacionales (2006). La estrategia de negociaciones comerciales internacionales. www.economia.gob.mx
12-9-2008.