Pedro Francke
A tres días de lanzar a Mercedes Araoz como su candidata, súbitamente Alan García se recuerda que el salario mínimo está muy bajo. No lo ha reajustado durante más de 3 años y su memoria se activa justamente ahora. ¡Oh casualidad!
De acuerdo a la OIT, desde el año 2000 en América Latina los salarios mínimos han aumentado en promedio real en 40%. Mientras tanto, en el Perú, este nuestro país que dicen es el que ha tenido mayor éxito económico, solo han aumentado en 11% real. Un Alan García que parece extraordinariamente generoso, propone un reajuste del salario mínimo de apenas 10%, con lo que apenas si estaríamos en la mitad del aumento promedio latinoamericano.
Es posible un aumento del salario mucho mayor. En toda esta década, hemos tenido un fuerte aumento de la productividad por trabajador, y si cada trabajador produce más, también puede y debe ganar más. Como eso no ha sucedido, lo que han subido como cohete son las ganancias empresariales. Hay de donde sacar el pago de mayores salarios sin generar problema alguno a las empresas. Sería justo. Pero no se ha hecho.
No todo el atraso salarial es culpa del salario mínimo, por supuesto. En un país con alta informalidad y muchas pequeñas empresas, es necesario que la recuperación de los salarios pase en buena parte por una negociación, entre empresarios y trabajadores organizados en sindicatos fuertes y consolidados, de tal manera que los salarios y las condiciones de trabajo sean adecuadas a cada sector. Para eso, el estado tiene que ser activo en proteger los derechos laborales y en especial a quienes con enorme esfuerzo y riesgo se animan a promover o dirigir un sindicato. Las pequeñas empresas, a su vez, deben tener apoyo para su progreso y formalización. Pero tras una década de democracia recuperada, nada de esto se ha hecho realidad. Vivimos todavía con la economía fujimorista, con todas las ventajas para los dueños del capital y con trabajadores a quienes se niegan sus derechos básicos. Alan con su Mechita, Toledo y Keiko, han sido precisamente de los gobiernos que han mantenido esta situación; y Castañeda está lo mismo.
En dos días más, se reúne el CADE para discutir competitividad. En la agenda están, y muy bien que estén, la innovación, la educación y la infraestructura. Pero no está en la agenda el trabajo ni los trabajadores. Como si se produjera con puros robots. Como si todos los libros y visiones modernas no consideraran a los trabajadores como un factor esencial de la competitividad.
Una economía primario-exportadora, es verdad, no tiene mucho interés en una fuerza de trabajo educada y motivada. Le basta tratar con la amenaza del despido a mujeres pobres que, tras jornadas agotadoras limpiando espárragos, apenas reciben 600 soles mensuales. Pero es ya un consenso que, si queremos desarrollarnos, tenemos que abrirnos a un nuevo tipo de crecimiento económico, a la nueva economía del conocimiento, la innovación y creatividad. Un nuevo trato con los trabajadores, más justo y democrático, es indispensable para ello. Alan y el CADE debieran recordarlo.
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