Luis Gamero Russo, economista
La temporada de caza en pos del dólar parece haberse iniciado y aquellos que afirman que en la reciente reunión del G-20 en Seúl no se logró nada de importancia, están equivocados. En conferencia de prensa al término de la reunión, el Presidente francés Nicolás Sarkozy dio a entender que el Presidente chino, Hu Jintao, y él habían acordado una estrategia para, en los próximos doce meses, cuestionar el papel del dólar norteamericano como principal moneda de reserva internacional y reconoció que el tema principal de su agenda como nuevo titular del grupo será la revisión del sistema monetario internacional.
Mientras tanto, y para confirmar la estrategia, Hu, quién visitó a Sarkozy antes de la reunión del G-20, está organizando un “seminario” sobre el mismo tema en la primavera (del hemisferio norte) del 2011 bajo los auspicios del mismo G-20.
Que los chinos aparezcan organizando un “seminario” de esta naturaleza no es coincidencia, pues la mayoría de sus reservas internacionales están denominadas en dólares y están desesperados de que estas sigan perdiendo valor. Y aunque seguirán con su estrategia de diversificación de sus reservas y compra de activos en ultramar, están muy preocupados.
Y ya en Marzo del 2009, el Gobernador del Banco Central de China, quizás anticipando lo que se veía venir, había propuesto reemplazar al dólar con la moneda que se utiliza en el Fondo Monetario Internacional: los Derechos Especiales de Giro (DEGs). Su propuesta cayó en sacos rotos en aquella oportunidad, pero como la crisis de las monedas internacionales está cada vez peor, sobre todo después del anuncio del maquinazo de la FED, ahora quizás hay más urgencia para llevarla a cabo.
Los DEGs son en realidad una moneda virtual cuyo valor fluctúa todos los días en base a una canasta de monedas (dólar, yen, euro y libra esterlina). Para lograr los objetivos chinos de reemplazar al dólar, habría que pensar en añadir a la canasta unas moneditas más, definitivamente el yuan chino, quizás el dólar canadiense, o el dólar australiano, o el real brasileño, y hasta posiblemente algunas oncitas de oro. Esas son las decisiones que se tendrán que tomar en una reorganización del sistema monetario internacional que se ve venir.
Y aunque no queda claro todavía hacia donde derivará todo esto, estoy convencido que se avecinan tempestades pues los norteamericanos la van a pelear bien firme antes de dejar su privilegiada posición de ser el único país que, con déficits fiscales crecientes y deudas públicas tan altas, pueden seguir endeudándose a tasas tan bajas y seguir siendo la “base” para calcular el riesgo país cero.