Escribe Pedro Francke
La semana pasada, en Urubamba, región Cusco, el CADE que reúne a lo más graneado del empresariado nacional discutió como mejorar la competitividad. En esta reunión, el gurú Michael Porter, nuevamente puso en cuestión el modelo económico que privilegia la extracción de minerales y materias primas para la exportación, insistiendo en la necesidad de promover las industrias y los servicios de mayor valor agregado.
La competitividad es sin duda un tema económico importante, ya que poder vender tanto en el exterior como dentro de país con buenos precios y alta calidad es fundamental para seguir creciendo económicamente. Pero es equivocado, como muchas veces se cree, que la competitividad es solamente un asunto económico o de infraestructura. Es verdad, como afirma Porter, que solo exportar materias primas no es bueno para la competitividad de largo plazo. Pero el progreso social es también clave para poder tener un país y unas empresas más productivas y con mejores posibilidades en el mercado. A continuación, presentamos como algunas políticas sociales mejoran la competitividad.
Seguridad Social
Cuando una trabajadora tiene un hijo, un padre o un familiar cercano que se enferma gravemente, tiene que encargarse de su cuidado. Si no tiene quien la ayude, debe faltar al trabajo, tal vez pasar noches en vela, o estar correteando en medio de las horas de trabajo, perdiendo productividad. Si el propio trabajador enferma gravemente y no tiene seguridad social, sus compañeros de trabajo deben ayudarlo, y vienen entonces las polladas y las colectas, mecanismos de solidaridad buenos pero que distraen a la gente de su trabajo.
Con un buen sistema de seguridad social, las familias pueden estar más tranquilas y dedicarse mejor a su trabajo. Saben que si hay algún problema serio, tienen una ayuda económica, una atención de salud segura, un apoyo del estado, y no tienen que recurrir a mecanismos de emergencia. Más enfocados en su trabajo, los trabajadores pueden producir mejor.
Salud
Sabemos que una niñez desnutrida aprende menos y que un trabajador afectado por la enfermedad está sin fuerzas y requiere descanso o produce poco. Una fuerza laboral propensa a enfermarse, genera interrupciones en la producción. Una región donde prevalecen las enfermedades contagiosas, espanta a los turistas. Una producción que puede estar infectada, realizada sin controles de salubridad, no se puede exportar.
Con mejor salud, tenemos trabajadores que pueden producir más, pero también somos más atractivos al comercio y a la inversión. Poblaciones que viven más tiempo, invierten más en su educación y en volverse más productivas, y los conocimientos que generan desarrollo se trasmiten de otra generación de mejor manera.
Educación
Es conocido que para aprovechar nuevas tecnologías de producción y comercialización se requieren destrezas mínimas en lecto- escritura y matemáticas. Varios estudios han mostrado que, por ejemplo, entre los campesinos sin educación la productividad es menor debido a las dificultades que tienen de utilizar tecnologías básicas como la aplicación de fertilizantes y pesticidas.
El país necesita, además, adecuar o crear nuevas tecnologías, porque en diversos ámbitos no basta con equipos o técnicas importadas. Nuestra geografía y nuestro clima, nuestra cultura y nuestra organización social, requieren muchas veces soluciones propias. La agricultura es un sector en el que la investigación tecnológica es particularmente importada, para lograra nuevas variedades de cultivos y nuevas razas de animales adaptadas al Perú. Pero lograr eso es aún más exigente en cuanto a la necesidad de conocimientos especializados, de ingeniería u otras ramas profesionales.
Si hablamos de crecimiento económico, eso pasa por abrir nuevos negocios, o mejorar los existentes, lo que exige tener una apreciación del mercado y del futuro, saber negociar contratos y entender la contabilidad, además de otras habilidades. Con una buena educación, no solo en términos empresariales sino también de la vida y del mundo, un empuje emprendedor está más al alcance de la gente.
Confianza y capital social
Una sociedad sin confianza y con lazos sociales débiles está llena de conflictos. En el Perú actual, los movimientos de protesta interrumpen las carreteras y la producción y la inversión, porque de otra manera no son escuchados.
En donde no hay lazos sociales fuertes y donde prima la desconfianza, se hace más difícil hacer contratos y acuerdos que sustenten negocios duraderos. El ejemplo más claro en el Perú es la enorme dificultad de las empresas mineras y petroleras en lograr acuerdos con las comunidades, porque no les creen a ellas ni al estado.
Este problema de la falta de cooperación no sólo se da a nivel del conjunto de la sociedad. Una empresa que maltrata a sus trabajadores, no obtendrá de ellos esa voluntad de colaborar en innovaciones que puede permitirles mejorar su productividad. Esto es fundamental cuando buscamos productos diferenciados, atención especial al cliente, mejoras continuas de la calidad y avance tecnológico permanente, que es lo que el mundo hoy exige a quienes realmente quieren ser competitivos a nivel internacional.
No hay que olvidar que la confianza y la cooperación se construyen mediante relaciones justas que miran al futuro y no solo al corto plazo. Una política que establece derechos sociales construye una comunidad nacional y un sentido de igualdad entre los ciudadanos que ayuda a la cooperación y al desarrollo.