Por Pedro Francke
Economista y Profesor de la PUCP
Las exportaciones agropecuarias peruanas superan los 2,200 millones anuales y se han diversificado. Tenemos 15 productos con exportaciones superiores a los 20 millones de dólares. Espárragos, café, azúcar, mango, uvas, palta, páprika, leche, bananos y cacao son los productos con mayor valor de exportación.
El crecimiento de la agroexportación en el Perú es bueno por varias razones. La primera es que estas exportaciones generan cientos de miles de empleos. En los valles de la costa, donde este crecimiento agroexportador es más destacado, cientos de miles de peruanos tienen hoy un trabajo que antes les era negado. En muchas provincias de la ceja de selva son la base de la economía, y en otras son el principal freno al narcotráfico. La agricultura genera hasta 100 veces más empleo por cada dólar exportado que la minería.
Una segunda razón es que la economía peruana necesita dólares para poder importar tecnología, equipos e insumos para una mayor productividad. Las exportaciones nos dan esos dólares. Además, la diversificación de nuestras exportaciones tiende a reducir los efectos que las crisis internacionales tienen sobre nuestra economía; mientras más diversificado nuestro comercio internacional, los riesgos se reducen. Una economía peruana más agroexportadora es una economía menos dependiente de los minerales.
Un análisis hecho no hace mucho por un equipo de economistas de la Universidad de Harvard liderado por Dani Rodrik, que esta semana visitó el Perú, identifica a la agroexportación como el único avance en cuanto a diversificación de nuestra economía de la última década. Esto es importante, pues el desarrollo requiere que la economía crezca en nuevos sectores más allá de la minería y los hidrocarburos. Hacerlo no es fácil pues descubrir nuevos espacios para los negocios requiere arriesgar y resolver infinidad de problemas. La agroexportación es el mayor logro peruano de las últimas décadas en ese sentido, tal vez junto al turismo, la gastronomía y la exportación de textiles.
Otras cosas buenas
Hemos avanzado notoriamente en productos orgánicos y de comercio justo, donde podemos lograr mejores precios, pero además se obtiene otras ventajas para el desarrollo, como nuevas relaciones comerciales y un mejor equilibrio con la naturaleza.
Se han afirmado también las cooperativas, alrededor básicamente del café, lo que muestra que existen otras formas más democráticas y equitativas de organizar la producción, y que no es solamente la gran empresa la que puede sacar adelante a la economía adelante. En varios otros productos de agroexportación predominan pequeños y medianos productores, con lo que la riqueza se distribuye mejor y se avanza en conformar una clase media.
Lo malo y lo feo
Algunas de nuestras empresas agroexportadoras, sin embargo, también tienen su lado feo. En algunos valles, como Ica, explotan el agua de manera no sostenible. En otros casos, como en el precio al que compran el algodón las desmotadoras en el norte, no hay justicia para los pequeños productores. La concentración de tierras excesiva es una preocupación, porque lleva a concentración de poder y abusos.
Los trabajadores no han tenido sus derechos respetados. Las grandes agroexportadoras se han hecho conocidas por sus ataques contra los sindicatos, y en el caso del azúcar abundan los negociados y los tratos poco transparentes, en algunos casos con saldos de heridos y hasta muertos con matones de por medio.
Una agenda pública
El Estado peruano ha venido apoyando la agroexportación y eso está bien.
Una nueva forma de apoyo a la agroexportación debe ser más efectiva: la innovación. Para ser cada vez más competitivos, tenemos que pasar de la utilización extensiva de tierras y aguas a la generación y uso de nuevos conocimientos. El algodón peruano, la crianza de llamas y alpacas, las variedades de café, las plantas medicinales, tienen que ser materia de investigación, con el objetivo de tener nuevas variedades y mejor producción.
Los recursos naturales que dan sustento a esa agroexportación deben ser cuidados, en especial el agua. En algunos valles como Ica, el problema principal es la cantidad de agua. En otros, como Piura, junto a proyectos para traer más agua a la costa, hay que cuidar la calidad del agua de la contaminación que habría si se permitiera la minería en las cabeceras de cuenca.
Hay que asegurar que la agroexportación sea un factor de desarrollo y no solo de crecimiento económico. La concentración de tierras debe ser detenida y los derechos de los trabajadores deben ser asegurados, de tal manera que los beneficios económicos de la agroexportación puedan distribuirse de una manera más justa.
Las empresas que venden ya decenas de millones de dólares al año no necesitan subsidios: deben pagar su contribución a la seguridad social completa y no acogerse al seguro agrario que les permite pagar 4 por ciento en vez de 9 por ciento. Además, el reducir el impuesto a la renta al 15 por ciento hace que quienes tienen enormes ganancias paguen pocos impuestos al Estado, lo que debe equilibrarse. Al mismo tiempo, debe asegurarse que esos dineros sirvan para que en las provincias donde se ubican, la población tenga la educación, la salud, el agua potable y los demás servicios públicos que merecen.
El crecimiento de la agroexportación ha sido bueno para la economía. Debemos apoyarla de manera más inteligente para que los beneficios que trae sean mejor compartidos y sean sostenibles, y sus efectos sociales más positivos.
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