II Parte
Félix Jiménez
Economista Ph. D.
Profesor de la PUCP
Rodrik y Porter privilegian, en última instancia, el mercado externo sobre el interno. Sitúan la fuente de demanda en el exterior. La construcción de un circuito nacional de demanda capaz de estimular la construcción de una capacidad productiva industrial diversificada a lo largo y ancho del país, está ausente no sólo en la estrategia de la CEPAL sino también en las estrategias de Rodrik y de Porter.
Sustitución de importaciones y promoción de exportaciones
La estrategia Cepalina de desarrollo hacia adentro sustituyendo importaciones mediante la protección del mercado doméstico (ISI), era lógicamente incompleta: hacía énfasis en la construcción de una oferta industrial diversificada para el mercado interno, pero no explicaba la fuente ni el tamaño de la demanda agregada. Se discutía acerca de los vicios y virtudes de la protección del mercado doméstico, pero no se tenía idea alguna acerca de los determinantes del tamaño y composición de la demanda interna.
La crisis de esta estrategia no condujo a superar la carencia de una fuente interna de demanda sostenida sino a mirar hacia los mercados externos. La Estrategia de Promoción de Exportaciones (EPE) que adoptaron Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong, también era de sustitución de importaciones, pero para una demanda bien identificada. A diferencia de la estrategia ISI que se agota en los años 1970, en la estrategia EPE que se impone en esos años, el Estado dirigió la inversión hacia la construcción de capacidad productiva industrial para una específica demanda internacional (de Estados Unidos) y no para el consumo interno. Sus elementos centrales fueron: apertura de mercados con Estados Unidos; difusión y transferencia de tecnología; inversión extranjera directa, principalmente de Estados Unidos; alta acumulación de ahorro e inversión (bajo consumo privado); inversión en formación de capital humano; y, por supuesto, ninguna preocupación por la distribución del ingreso. La estrategia fue impuesta por gobiernos dictatoriales, con una modalidad empresarial mixta (estatal y/o de grupos productivos nacionales).
Promoción de Exportaciones y Consenso de Washington
El éxito de los tigres asiáticos (que para Krugman se explica por el sacrificio del consumo presente por futuro) persuadió a otros países a seguir su estrategia exportadora. En los años 1990 algunos países la incorporaron como parte de las políticas del Consenso de Washington. Mantuvieron la propuesta central de diversificar la oferta exportadora, concentrando las ventas en determinados mercados externos (Estados Unidos y/o países de la OCDE) donde se supone que «hay» demanda sostenida de importaciones. Y, al énfasis en la promoción de la inversión extranjera, le agregaron el abaratamiento del costo de trabajo (la desregulación del mercado laboral) para «ganar competitividad», los tratados comerciales, el equilibrio macroeconómico, y políticas microeconómicas de desarrollo sectorial con un Estado menos interventor.
Hubo matices en su aplicación. Los países de economías y tamaño pequeño (como Irlanda, Portugal, Chile, Nueva Zelanda y Finlandia) apostaron por la apertura comercial y por la especialización productiva e integración a la economía mundial mediante el impulso de exportaciones «competitivas». En el lado opuesto se ubican la China y la India que efectuaron reformas con énfasis en la generación de exportaciones «competitivas», pero sin descuidar el desarrollo de sus mercados internos.
La crisis de la estrategia exportadora
La estrategia exportadora no es aplicable a escala global. El éxito de los cuatro tigres asiáticos ocurrió porque no tenía competidores. El crecimiento notable de la participación de sus exportaciones en el mercado de Estados Unidos, alcanzó su pico en el año 1988 (15.4%). Después disminuyó hasta situarse en los niveles que registró a fines de los años 1970 (9.4%). El mismo comportamiento registró las exportaciones de Japón.
La aparición de China reveló la fragilidad de la estrategia EPE: la participación de sus exportaciones aumentó a costa de las exportaciones de los otros países asiáticos. La misma suerte correrán los países subdesarrollados que continúan compitiendo por los mercados de Estados Unidos y Europa. La ganancia de participación en estos mercados de unos se hará a costa de la participación de los otros. Pero, lo que importa destacar es que, en esta carrera, todos los países como el nuestro tratan de ganar competitividad desmantelando los estándares regulatorios de las condiciones de trabajo, de los regímenes tributarios y del medio ambiente.
Los países subdesarrollados luchan entre si por una porción de demanda externa de los países industrializados. Estos últimos, por su parte, cuando impulsan sus exportaciones, tratan de crecer a costa de una depresión de la demanda de «sus vecinos». La conclusión es que los países subdesarrollados pueden ser los peores perdedores: no pueden mejorar sus estándares regulatorios porque perderían competitividad con sus pares, ni pueden expandir sus mercados internos por la penetración de las exportaciones de los países industrializados.
Por lo tanto, en esta era de la globalización el desarrollo y el subdesarrollo siguen siendo las dos caras de una misma moneda.
Participe