CADENAS PRODUCTIVAS EN LA MINERÍA: UNA PROPUESTA DE LA SNI
Jurgen Schuldt
La gran mayoría de empresarios, políticos y académicos coincide en la importancia crucial de generar encadenamientos hirschmanianos en o entre las más diversas ramas productivas en una economía tan fragmentada como la peruana. Su materialización permitiría generar más valor añadido y de retorno, superiores niveles de empleo y ahorro de divisas, mayor aprovechamiento de economías de escala y de aglomeración, mejor distribución regional del ingreso y de la inversión, así como una extendida transferencia intra e intersectorial de tecnologías, entre otros tantos beneficios evidentes. Es cierto, de otra parte, que se trata de un proceso lento de maduración, para el que se requiere la concertación e interacción entre capitales privados, especialmente de los pequeños y medianos empresarios con el gobierno central y los regionales, incluidas las universidades y los centros de investigación tecnológica.
Ese proceso de entrelazamientos productivos ha avanzado un buen trecho en muchos casos, como en el de ciertos productos agroindustriales de exportación (vitivinícola, frutas tropicales), el cuero y calzado, los textiles e hilados, y hasta cierto punto en la minería. A este respecto, mis respetos a una institución muy eficiente, pero absolutamente desconocida para muchos y que casi no tiene el apoyo que merecería del propio gobierno, como son los Centros de Innovación Tecnológica (CITEs) que operan en Lima y algunas provincias (Arequipa, Ayacucho, Ica, Iquitos, Piura, Pucallpa y Tacna).
Varios días atrás, sin embargo, las Sociedad Nacional de Industrias (SNI) nos sorprendió con un texto que presentaba descarnadamente algunas de las dificultades para llevar a cabo este tipo de encadenamientos entre la minería y la industria, especialmente de aquellos que se dirigen hacia adelante y, más concretamente, en dirección al enlace con la manufactura metálica1.
A este respecto, la SNI comienza señalando que “lamentablemente, se presenta una paradoja: las industrias metalmecánicas no pueden adquirir en el país, a precios internacionales (sic), las materias primas que se producen en cantidades importantes en nuestro país”. Lo que se debería al hecho que “las empresas mineras y las fundiciones que producen lingotes de minerales, que es lo que requieren las industrias, prefieren exportar en su totalidad, debido a la colocación de grandes volúmenes en otros mercados”. Lo que es bastante lógico, desde una perspectiva microeconómica, dado que resultaría inimaginable que las mineras vendan su barras –obviamente en cantidades relativamente pequeñas- a Sodimac, Ace o alguna otra tienda especializada en el rubro. O, al revés, que estas vayan a las fundiciones para adquirir lo que las empresas de la rama metalmecánica demandan. Es, pues, un problema, tanto de economías de escala, como de la necesidad de establecer complejos canales de distribución, transporte y comercialización.
De donde se desprende, según los autores, que “las empresas mineras les ofrecen, en el mejor de los casos, a la empresas manufactureras los minerales que requieren al precio internacional, pero agregando (sic) los fletes internacionales y demás costos operativos de comercio exterior y un premio adicional (doble sic), lo que incrementa el precio del producto”. Acusación grave, que da que pensar sobre el poder de negociación y fijación de precios que tienen las mineras-fundiciones en el mercado doméstico, a costa de quienes podrían estar en condiciones de sustituir importaciones del más variado tipo, dimensión y complejidad tecnológica (que el año pasado habrían estado próximas a los US$ 900 millones), tales como telas metálicas, tubos, alicates, marcos de puertas, cables, etc. En todo caso, la lógica del ‘libre’ mercado parecería llevar ‘naturalmente’ a situaciones como ésta. Se trataría así, técnicamente hablando, de un clásico caso de abuso de posición monopólica, que quien sabe porqué no se denuncia ante el INDECOPI.
Por lo demás, como consecuencia de lo señalado y para no creer lo que afirma la SNI, los empresarios de esa rama industrial se ven obligados a comprar los insumos en “el exterior, muchas veces, el mineral peruano, pagando un arancel del 9%. Con ello es difícil ser competitivo, porque en la mayoría de países los minerales ingresan sin pagar aranceles”.
De seguir este proceso, continúan, “estaríamos condenados a ser una economía primario-exportadora que facilita la industrialización de países que no cuentan con nuestra riqueza natural”. Por lo que sugieren un camino intermedio entre los resultados a que llevan ahora las fuerzas del mercado y el otro extremo (Ley 18350), en el que se obligaba a las mineras a vender en el mercado interno al precio adecuado (precio internacional menos los costos de exportación). La solución que sugieren, sin embargo, resulta poco realista, tanto económica, como sobre todo políticamente.
Concretamente proponen crear “un mecanismo de compras que consolide volúmenes que sean atractivos a las empresas mineras y se puedan vender a precios internacionales”. No se llega a entender porqué habrán de vender “a precios internacionales”, teniendo en cuenta el ahorro que implicarían el transporte, los seguros y demás. Lo que sí resulta sensato es la idea de “consolidar volúmenes”, que bien podrían encontrarse en las inmediaciones de los puertos de embarque al extranjero. Añaden que, para el efecto, debería crearse un “Comité” que estaría conformado por representantes de los Ministerios de la Producción y de Minería, así como de las SNI y SNMPE. Estas cuatro personas, en una especie de planificación central a nivel meso-intersectorial, se encargarían de “realizar la programación de requerimientos de las empresas del sector industrial durante el año, así como la administración de la entrega del mineral durante ese periodo. El precio se determinará por la propia oferta y demanda en el mercado local, teniendo como nivel máximo el precio internacional”.
Otras propuestas para romper ese cuello de botella para el desarrollo de la industria metal-mecánica podrían utilizar incentivos de diversa índole, sean tributarios o de subsidio, así como diversas modalidades de apoyo tecnológico, de capacitación y de coordinación. En la práctica, sin embargo, tengo la impresión que no hay esperanza alguna que se escuche a la SNI en este aspecto, por más que se perfeccione la propuesta, dado que todo instrumento o medida que se interponga al libre juego de las fuerzas de mercado –que es casi inevitable en este caso- no son bien vistas por este gobierno, a pesar de los beneficios que podría contraer en el mediano plazo la cadena. De todas maneras estaremos atentos a la reacción de los Ministerios de la Producción y de Energía-Minas a esta interesante crítica (que seguramente no reconocerán) y, sin ilusión alguna, a las políticas “mercado-amigables” que habrán de proponer.
1 “Las cadenas productivas y la generación de valor agregado”, en Gestión, enero 29, 2008; p. 25.
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