El futuro incierto y complejo de una derecha « desacomplejada »

miércoles, 20 de junio de 2007

P. O. La Vid E.

París, 18 de junio de 2007

I

La derecha francesa acaba de completar su nuevo dispositivo de gobierno, gracias a la constitución de una amplia mayoría parlamentaria[1], en torno a un solo partido político y a un presidente de la república, quienes proclamaron insistentemente, en particular durante la campaña por las elecciones legislativas, la necesidad de poner a su disposición todos los medios para aplicar su programa de « cambios » y « reformas », según la nueva terminología en vigor.

Porque a la victoria política de la derecha conviene agregar –e incluso hacer preceder‑ su contundente, aunque quién sabe si efímera, victoria ideológica y de vocabulario : en la actual coyuntura mental e intelectual, las palabras se han revestido de un nuevo contenido, el mismo que impregna el conjunto del proyecto gubernamental victorioso. El « cambio » es ahora la implementación de una política de derechas, abiertamente en favor de los intereses del capital y en detrimento del mundo del trabajo. Quienes se oponen a ella, o por lo menos a algunos de sus aspectos, son calificados de « conservadores » y hasta de retrógrados. Consecuentemente, sus defensores y propugnadores se han vuelto los mejores abanderados de la « reforma ». El « progreso » y la « liberación » son ahora, por ejemplo, la transferencia de las cargas y cotizaciones sociales anteriormente asumidas por las empresas, cambiando y ampliando su base fiscal, esto es, « socializándolas », al hacer que sean las mayorías trabajadoras quienes deban íntegramente sufragarlas a partir de ahora.

No está demás subrayar que dicha victoria ideológica es también la de la prensa y los medios de comunicación masiva, ampliamente controlados de un tiempo a esta parte por los sectores de punta del capitalismo francés[2] ; una prensa y unos medios de comunicación que se han rasgado últimamente las vestiduras –y es un signo inequívoco‑, reaccionando vigorosa y virulentamente contra las medidas adoptadas en Venezuela con respecto a algunos de sus congéneres y homólogos en dicho país.

II

El sufragio universal ha sido el medio por el que las « fuerzas vivas » del poder socioeconómico han logrado la aceptación mayoritaria de un proyecto que se propone ir, rápidamente y esta vez sin vacilaciones, por la senda de la reestructuración liberal del capitalismo francés y la de su organización estatal y política. Ha llegado la hora de la verdad y del « desembalse », total y sin medias tintas. No es ni pretencioso ni particularmente clarividente el pensar que se trata de una alternativa perfectamente esbozada, definida y hasta planificada ; lo que no la hace por lo tanto menos arriesgada.

Ocurre simplemente que frente a las diversas y sucesivas manifestaciones de una crisis de dominación y de reproducción, los medios más dinámicos y mundializados de las oligarquías financieras e industriales de este país han decidido coger el toro por las astas y aplicarle al animal la medicina conveniente[3], para garantizar la salvaguarda y la perfección de sus propios intereses, tanto en Francia como a escala de la « aldea global » y particularmente en Europa.

Los síntomas de la « enfermedad » han aparecido según su propio ritmo de maduración. El progresivo declive y la reducción de los segmentos del mercado mundial arrancados por la competitividad francesa ya son certitudes y hechos de mediano plazo. Casi tanto como los obstáculos que representan todavía los remanentes del Estado social –paulatinamente desmantelado‑ y también, para decirlo claramente, los costos de un Código del Trabajo obstinadamente protector de los asalariados. La acumulación de capital y los extraordinarios beneficios ya obtenidos por algunos sectores y ramas podrían ser aún mayores –y probablemente más extendidos‑ si se suprimiesen definitivamente tales estorbos, que son por lo demás vestigios de triunfos de luchas sindicales y sociales de otros tiempos. Borrar el pasado, sus consecuencias concretas –sobre todo si se recuperan las ganancias‑ y su simbología de clase…, la burguesía también es capaz de soñar con « días de gloria »… No sería la primera vez.

III

Por otra parte, el creciente desinterés por la vida política y el descrédito de los hombres políticos –tendencias también visibles desde los años noventa‑ ya habían empezado a traducirse concretamente en un creciente abstencionismo electoral, lo que era, incuestionablemente, otro síntoma preocupante[4]… Las elecciones perdían su calidad de sondeo o encuesta periódica « en vivo y en directo » del estado de la opinión pública[5].

Y sin embargo, lo peor para el sistema político vigente estaba todavía por venir. Consultado por vía referendaria, para aprobar un proyecto de constitución europea que estatuía los principios del liberalismo económico de mercado como preceptos constitucionales, los electores habrían de desnudar otro aspecto de la terrible crisis de representación en la que se estaba enfangando la presuntamente ejemplar democracia francesa.

Gracias a la acción y al trabajo de hormiga de los militantes políticos de base –especialmente de izquierdas‑, quienes organizaron sesiones de lectura y explicación del mencionado proyecto constitucional en las fábricas y en los barrios populares, haciendo que la política retomase su papel de elemento de pedadogía ciudadana, los electores « de abajo » volvieron autónoma y masivamente a las urnas y decidieron utilizarlas para transmitir un mensaje categórico al poder político y económico de este país.

A pesar de la unanimista presión de los medios de comunicación masiva, de la intervención de las personalidades del mundo intelectual y artístico, y del chantaje ejercido por la gran mayoría de las fuerzas políticas parlamentarias –nacionales y europeas‑, para lograr el voto afirmativo, la rotunda victoria del No a la constitución –en mayo de 2005‑ puso claramente en evidencia el divorcio entre el país real y el país oficial, para emplear una imagen bien conocida.

Peor aún que la abstención masiva, el rechazo popular masivo de 2005 a la plataforma constitucional europea le reveló a las familias y a los clanes del poder socioeconómico y sociopolítico la necesidad de tomar en manos la defensa de sus intereses esenciales y la necesaria « reforma ».

IV

Pero también ha habido en esta crisis global otros « peligrosos síntomas » de corto plazo y hechos coyunturales de singular gravedad : la corrupción y los malos manejos, financieros y políticos, tanto en las altas esferas del Estado como en los círculos de dirección de la grandes empresas, privadas y públicas, inéditamente puestos en la picota[6] ; el rechazo masivo de proyectos de ley antisociales y la paralización de la actividad económica mediante huelgas y paros en diversos sectores de la sociedad, aun cuando dichos movimientos actuasen separadamente, carentes de coordinación.

Pero lo más grave fue la ruptura entre, por una parte, los jóvenes y la imagen de su propio futuro que se iban ellos construyendo y, por otro lado, las perspectivas ofrecidas por una sociedad en crisis, que dudaba de ella misma, en ausencia entre otros de un grupo político con programa definido. La lucha de los jóvenes escolares y estudiantes contra un proyecto de contrato de trabajo, que los llevaba a la precariedad como principal modo de vida, había sido precedida por la « revuelta de los suburbios », en la que se manifestaban la angustia y la desesperación de los jóvenes hijos de inmigrantes, los rebeldes de « piel nocturna », víctimas al mismo tiempo de la discriminación racial, de la criminalización social y de la marginación económica.

Si en el primer caso el gobierno se vio obligado a retroceder y retirar desordenadamente el mencionado proyecto, con el fin de calmar la cólera estudiantil, en el segundo caso fue la represión policial y el estado de emergencia los que permitieron restablecer el orden público, sancionando netamente un divorcio social, sin ofrecer en realidad ninguna salida ni propuesta precisa al malestar y a la rebelión juvenil.

Así, el sentimiento de fracaso de la acción política ante la descomposición del denominado « vínculo social » se hacía general, agregándose al malestar provocado por el declive de las posiciones económicas del imperialismo francés a escala internacional.

V

Cada uno de los componentes de esta crisis de dominación y reproducción han estado presentes en la campaña electoral y en particular en las propuestas de los dos principales candidatos a la presidencia de la república. Cada quien poniendo el acento en uno u otro asunto, cada quien tratando de singularizarse respecto a su contrincante[7].

Coincidentemente sin embargo, ha sido el tema del « valor trabajo » el que se ha situado en el centro de la campaña de cada uno de ellos ; escondiéndose detrás de la sombra visible, en segundo plano, como verdadero objeto de sus preocupaciones, el aumento de la productividad del trabajo.

Dos slogans respectivos, como anzuelos electorales, han sintetizado sus propuestas : « trabajar más, para ganar más », por el candidato de derechas ; « dar recibiendo y recibir dando » (« donnant donnant, gagnant gagnant »), por la candidata socialista.

Dos slogans como verdades simples de marketing político, fáciles de creer e imaginar y, empero, ninguna de ellas más cierta o verosímil que la otra. Esto es, para decirlo en pocas palabras : la ilusión de creer que basta con querer trabajar más horas por día y más días por semana para poder hacerlo y mejorar así su salario, su propio poder de compra y sus condiciones de vida ; contra la ilusión de creer que la sociedad actual permite la reciprocidad y la confianza entre las clases sociales, entre los « actores » y « socios » al interior de las empresas, y que al aumentar su propia productividad se recibirá a cambio una debida y merecida recompensa. Dos ilusiones « buenas », « generosas » e « inocentes »…, y no obstante, ninguna de ellas verificada por la experiencia pasada y condenadas de antemano al desengaño…

Pero en el combate entre ilusiones, siempre hay un vencedor : esta vez, la ilusión de la derecha se impuso. O, para decirlo con mayor propiedad –en un periodo de guerra económica y de guerra a secas‑, dicho eslogan obtuvo el consenso mayoritario, gracias al bombardeo sistemático de los instrumentos de poder de los medios y sus editorialistas, cuyo blanco evidente era la conciencia de los electores.

VI

Si es preciso reconocer que la iniciativa de los asuntos planteados ha corrido por cuenta del candidato de derechas, Nicolas Sarkozy, la derechización de las alternativas propuestas y del tono general de la campaña no ha sido de su exclusiva responsabilidad : la candidata del partido socialista, Segolène Royal, ha contribuido a focalizar el debate en torno a aquellos temores recurrentes, de los que se alimenta el pensamiento derechista tradicional : inseguridad urbana, inmigración descontrolada, identidad nacional amenazada, criminalización de los jóvenes, etc. Otro síntoma del deslizamiento hacia la derecha de las preocupaciones electorales ; pero conviene recalcar que la candidata socialista no ha sido sólo una víctima de la coyuntura mental e intelectual…, también ha sido netamente partícipe.

De hecho, por primera vez después de la Segunda Guerra mundial, la derecha política se ha sentido lo suficientemente « desacomplejada » y desinhibida como para abrir la puerta, en una campaña electoral nacional, a las ideas características de la extrema derecha y a retomar incluso buen número de sus consignas –y electores[8]. Y, quién sabe, si para abrirle el acceso en un futuro próximo a determinados puestos de responsabilidad.

VII

La alternativa de las izquierdas « anti-neo-liberales », cuya victoria en el referendum por la constitución europea fue inobjetable ‑imponiendo el voto popular de rechazo de mayo de 2005‑, se diluyó paulatinamente como un espejismo y sus esperanzas se difuminaron, al compás de las ambiciones personales y de partido antepuestas a la exigencia unitaria de las bases militantes.

Y sin embargo, la formación de una red de comités locales para prolongar los efectos de la victoria, la decisión de elaborar un programa anti-liberal de gobierno[9] y la voluntad de proseguir en el terreno mismo de la lucha sindical y social, dejaban augurar la posibilidad de otro destino. Como en otras circunstancias del pasado, ocurrió lo que ocurrió y no lo que pudo ser y no fue.

Tal vez valga la pena recordar lo que el « gran barbudo » de Renania había explicado en el siglo XIX, respecto precisamente a las crisis sociales y políticas en Francia. Analizando la « guerre civile », la « lutte de classes » y el desconcierto provocado en el seno de las « fuerzas vivas » del poder, luego de la acción política insurreccional del pueblo, Karl Marx explicó que poco valía la contestación social y política radical si se hallaba ésta carente de dirección y de proyecto. Y que hasta ese entonces los movimientos populares y las crisis suscitadas se habían resuelto en favor de dicho poder y no habían hecho sino consolidar la organización del Estado y la de sus medios dirigentes y dominantes[10].

Dicho análisis mantiene una perfecta vigencia en el periodo actual[11]. Ante la ausencia de una alternativa política popular, estamos efectivamente en plena « resolución » de la crisis de dominación y reproducción generada en los últimos años, claro está, con las particularidades propias de la « globalización » en curso y las nuevas necesidades del capitalismo francés. Una resolución « desde arriba » y que avanza por etapas.

VIII

Primero, la relegitimación del sistema político y la lucha por el retorno del pueblo a las urnas. Los medios utilizados para dicho cometido han sido numerosos[12] ; incluso la misma participación autónoma y masiva para el referendum de mayo de 2005 ha sido trasvestida y presentada como « ejemplo de civismo »…, precisamente por quienes la rechazaron en su momento, acusándola de todos los males[13], al haber sido precisamente vencidos por ella.

Fruto de esta « campaña dentro de la campaña » ha sido la participación record en las elecciones presidenciales. Los mismos comentaristas, que habían argumentado en su momento sobre la evidentísima y definitiva « crisis de representación de la república », no han tenido ningún ambage ni escrúpulo en afirmar ahora que se trataba de una victoria de las instituciones vigentes, de la democracia francesa y del sistema político. Tout va très bien, Madame la marquise… No es seguro, sin embargo, que el electorado popular comparta la misma euforia[14].

En segundo lugar, la reestructuración de los medios de ejercicio del poder político. Y ello, gracias a la reducción del número y a la concentración de los ministerios ; la creación de holdings estatales de gestion política y financiera perfectamente centralizados –inspirados en los holdings privados‑ ; la unificación de actuación entre el presidente de la república y el primer ministro, con hegemonía del primero y la acentuación del carácter presidencialista del sistema ; la centralización de la autoridad sobre las fuerzas policiales y represivas, poniéndolas a punto para actuar rápidamente, primero contra los inmigrantes y después, quién sabe… etc. No estamos sino describiendo los primeros pasos del nuevo gobierno ; dichas « reformas » van a continuar y extenderse sobre el conjunto de la institución estatal. En tercer lugar, lo más complicado e incierto, la ofensiva masiva y ya anunciada contra el trabajo, el salario y los logros sociales. Es la fase que recién se inicia ahora, prácticamente, luego de la obtención de la mayoría legislativa.

°°°°°

Lo que está en juego es muy grande y en ningún sitio está escrito que la realización del proyecto, aceptada sin embargo por las mayorías electorales, no vaya a ser obstaculizada, o hasta impedida, precisamente por la reacción práctica de aquellas mismas mayorías, confrontadas esta vez a la realidad de su aplicación y a sus consecuencias concretas. Las señales de inquietud ya empezaron a aflorar. Affaire à suivre



[1] Menos holgada que lo esperado, la mayoría de derechas es incluso inferior a la mayoría saliente. Sin embargo, con más de 100 diputados de diferencia respecto al bloque de parlamentarios de izquierdas, el nuevo presidente francés posee un cómodo margen para el cumplimiento y la aplicación de sus promesas electorales. Formalmente, nada se opone a ello.

[2] El candidato oficial de la derecha ha sabido tejer durante su ascensión una red de relaciones profesionales, amistosas y familiares, con los más connotados líderes de dichos sectores. Contrariamente a las tradiciones políticas de la derecha, marcadas por la discreción y el ocultamiento de este tipo de redes, el candidato vencedor ha hecho gala, en público y delante de las cámaras de televisión, de sus contactos « fraternos » con dichos personajes.

[3] Como en los « pioneros » países sometidos a las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, el vocabulario de la enfermedad y de las « medicinas para caballos » también se ha impuesto en las imágenes empleadas por los « nuevos médicos » para explicar el « retraso » francés y sus remedios.

[4] Un acontecimiento singular, que fue tal vez el punto culminante de dicha evolución, lo constituyeron las elecciones presidenciales de 2002. La desafección de los electores, con un porcentaje record de abstención, condujo a una segunda vuelta inédita, entre un candidato de la derecha y otro de la extrema derecha. Tratando de cerrar filas contra éste último, la gran mayoría de los partidos políticos –de izquierdas y de derechas‑ impulsaron la caricaturesca victoria de Jacques Chirac, con uno de esos porcentajes de votación tan estilados en las « democracias » africanas de más del 80%. La « crisis de la política » apareció entonces en toda su evidencia.

[5] Poco antes de la Revolución francesa, el ministro Turgot ya había advertido que el pueblo era peligroso cuando manifestaba su descontento…, pero sobre todo cuando no lo manifestaba y que nadie se enteraba de él hasta el momento de su violenta explosión.

[6] En particular, las escandalosas indemnizaciones de los dirigentes de determinadas empresas, separados de sus consejos de administración y dirección por causa de singular incompetencia…, en momentos precisamente en que dichas empresas despedían masivamente a sus obreros y asalariados.

[7] Cada vez son menos los que dudan respecto al cambio de naturaleza del partido socialista. Su puesta al servicio de los intereses del gran capital, como alternativa « soft » y pacificadora de los conflictos sociales, ya fue experimentada en la últimas décadas del siglo pasado.

[8] El candidato de la derecha ha logrado capitalizar gracias a esta maniobra varios millones de votos, haciendo regresar en muchos casos a antiguos electores de derecha que habían sido seducidos por el discurso extremista de Jean-Marie Le Pen. Por ello, sería un espejismo el creer que la influencia de las ideas de extrema derecha y su potencial político hayan quedado reducidos, al disminuir el voto directo en favor de dicha opción política.

[9] Adoptado un año después, luego de un trabajo intensivo y democrático de los mencionados comités de base, dicho programa quedó como letra muerta –por lo menos temporalmente‑ ante el asalto de la ambición, la mezquindad y la sed de protagonismo de miopes y sectarios proyectos. El programa, llamado « charte anti-libérale », puede ser consultado en la página Web : http://www.collectifdu29mai.org/CHARTE-ANTILIBERALE-VERSION.html.

[10] Marx deducía también que lo necesario era precisamente lo contrario, es decir, la destrucción de dicho poder y de dicho Estado. Lo que inspiró, dicho sea de paso, numerosos movimientos populares y revolucionarios durante el siglo XX.

[11] No estaría demás que quienes piensan haber sobrepasado a Marx, a veces sin haberlo leído, se dejen sorprender por la lucidez y la actualidad de su análisis y lo « redescubran ».

[12] Movilización de artistas e intelectuales en pro del voto masivo, publicidad municipal y prefectoral sobre las virtudes cívicas del voto, llamamiento a los jóvenes hijos de inmigrados a integrarse a la nación y luchar contra la discriminación gracias al voto, inscripción automática de los nuevos electores en los registros electorales, etc.

[13] Recordemos, a título indicativo, que la victoria del No en mayo de 2005 fue objeto de acusaciones tales como « voto extremista de derechas », « voto irracional y arcaico », « voto de racismo y xenofobia », e incluso « voto arrogante y egoísta de país rico ».

[14] La abstención en las elecciones legislativas del mes de junio ha regresado a sus elevados niveles de 2002, bordeando el 40% del registro electoral.

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