Óscar Ugarteche
Instituto de Investigaciones Económicas UNAM
La perspectiva de la mayor economía del mundo es poco brillante. Desde la gran depresión no se registra en Estados Unidos un desarrollo similar: un descenso promedio de diez por ciento en el precio de las viviendas, la paralización de la industria de construcción residencial, y daños aún no conocidos en el sistema financiero no bancario, pero que pueden desencadenar una crisis financiera generalizada.
A mediados del año 2007, la administración republicana del presidente George W. Bush ejecutó una política macroeconómica que buscaba impedir que estallara en Estados Unidos una depresión con delación crónica. Se tomó la decisión de reducir drásticamente la tasa de interés, aumentar el gasto militar y aliviar la carga tributaria. Este patrón de comportamiento es característico de los gobiernos republicanos. Medidas similares fueron adoptadas por Reagan en 1981 y Nixon en 1971.
Tanto en 1971 como en 1981, estas medidas provocaron una fuerte depreciación del dólar, una aumento de la inflación en el mundo y eventualmente un alza de la tasa de interés que busca frenar la inflación. En esta oportunidad puede ocurrir un desarrollo similar aunque puede ser más intenso y requerir, por esta razón, políticas más drásticas de control.
Si bien el gobierno republicano de Bush utilizó el gasto militar para estimular el crecimiento económico, este parece haber tenido poca importancia en la dinámica del ciclo económico. En esta oportunidad, la industria estratégica para el dinamismo económico ha sido el sector construcción residencial. La disminución de las tasas de interés a niveles cercanos a cero y las nuevas políticas de regulación del sector aumentaron sustancialmente el precio de las viviendas y así determinaron la aparición de una burbuja hipotecaria en todo el mundo.
La inyección fiscal mediante la reducción de impuestos y el aumento del gasto militar determinó la aparición de un déficit fiscal sin precedentes. Pero los desequilibrios fueron aún más significativos en el sector externo de la economía: el déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos llegó a ocho por ciento del PBI.
Sin embargo, la dinámica de la economía estadounidense se vio impactada cuando algunos agentes se percataron de que el Producto Bruto Interno (PBI) de construcción estaba en un curso fuertemente descendente y que encima los bancos comerciales, a partir de 1995, habían vendido sus carteras hipotecarias regularmente a fondos de inversión de pensión y de cobertura, en lo que se conoce como la securitización de la industria.
Esto fue acompañado con lo que algunos analistas temían: inversionistas extranjeros de pronto tomaron conciencia de que entre la devaluación del dólar y la caída de la rentabilidad de los fondos de pensiones, de inversión y de cobertura, estaban mejor afuera de las bolsas y lejos del dólar. En ese momento, 14 de octubre del 2007, el ánimo en las bolsas de valores estadounidenses cambió y se inició la caída libre en medio de la cual nos encontramos. Los analistas en la bolsa de Nueva York anticipan que el piso podría ser 10,000 puntos o 40% de pérdida del valor de capitalización desde su punto máximo de 14,162 puntos.
En el camino, algunos bancos deben ser rescatados no por sus préstamos hipotecarios directos sino por los bancos de inversión de su propiedad que compraron hipotecas a bancos comerciales. Este es el caso de Bear Stearns, cuya quiebra ha sacudido la confianza en los fondos de inversión, esto ha llevado a lo que se conoce como una retracción crediticia (credit crunch) donde los bancos comerciales prestan menos de lo que recuperan. Es análogo a lo que le pasó a América Latina entre 1998 y 2001. Solo que en Estados Unidos esto no ocurre.
La apuesta de Bush fue que la inyección del déficit mediante el gasto en Defensa llevaría a una recuperación económica. Lo que no estaba en su baraja era que las multinacionales de la defensa habían hecho ya outsourcing y el déficit fiscal se iba a volver déficit externo de manera inmediata.
Parecería que el andamiaje de la economía exportadora se está cayendo en pedazos. Las ganancias de las multinacionales, madre del concepto de globalización, no resultan en mayor crecimiento en la economía de Estados Unidos ni en mejores índices de bolsa. Estados Unidos parece una economía latinoamericana cualquiera.
La economía global parece haber tenido un viraje importante por varias razones:
Los gobiernos sustituyeron deudas externas por internas entre 1990 y 2007, tras el Brady. Este fue el destino real de las reformas del sector pensiones. El resultado es que hay menos vulnerabilidad frente a variaciones de tasa de interés internacionales.
Los bancos centrales, conscientes de la incertidumbre creada por la desregulación financiera, ante la crisis asiática acumularon reservas en bonos del tesoro estadounidense a niveles históricamente incomparables.
El efecto indeseado de la emigración fruto de los cambios productivos de las últimas décadas en el grueso del mundo han llevado a que las remesas de trabajadores en el exterior sean una fuente importante de ingresos. Esto aumenta las reservas internacionales.
El incremento de reservas internacionales lleva a la posibilidad de dejar que el dólar se devalúe. Es un instrumento de control inflacionario para todos los que no están pegados al dólar. Las excepciones son México, Centroamérica, Ecuador y Venezuela, que están dolarizadas.
Hay más motores que impulsan el crecimiento de la economía global. Lo nuevo global es regional. Europa tiene más del 50% de su comercio intrarregional; Asia igualmente; hay una tendencia crecimiento en América del Sur, incluso para los países con TLC con Estados Unidos; y los africanos de la parte sur de África se están integrando.
El concepto Bahrein en medio oriente acompaña a la iniciativa de Chiang Mai en Asia y a la declaración de Quito en la construcción de una nueva arquitectura financiera regional se suman al concepto europeo de regionalizar su sistema financiero. El aporte del Perú a eso fue la iniciativa de García del Peso Sudamericano, actualmente en construcción. Un futuro desdolarizado emerge como una posibilidad real.
Esta no es solo una crisis de la economía estadounidense sino del orden internacional construido desde 1944 alrededor del dólar estadounidense y de las instituciones, ahora moribundas, de Bretton Woods.
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