Una Propuesta para Restaurar la Credibilidad del Banco Central **
Jurgen Schuldt
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Solemne y enérgicamente acaba de anunciarlo el Presidente: "Eso sí les garantizo, los rangos de inflación que ha señalado el Banco Central de Reserva, tal vez con una mínima variación, tienen que ser cumplidos (...)”. Por más que nos ofrezca esa garantía, no hay que ser sabio para darse cuenta que no se cumplirá su pronóstico o promesa, la que propiamente es una severa orden dirigida al de por sí preocupado directorio del BCR.
Obviamente, tampoco él cree en lo que ha dicho, pero parece considerar necesario hacer esa declaración, porque con ella contribuiría a calmar esas malévolas expectativas que lo traicionaron en su gobierno anterior. Sin embargo, dada la bajísima aprobación de que goza el mandatario, es poco probable que pueda influir en ellas, por no decir que su emplazamiento pueda agravar el problema. A ello se añade el hecho conocido que, a pesar de que nuestra inflación aún es baja, el leve rebrote inflacionario no sólo viene reviviendo los traumáticos recuerdos de la hiperinflación de fines de los años ochenta, sino que ya está generando una desigual puja distributiva para recuperar ingresos reales, como consecuencia de la espiral inflacionaria que ha comenzado a desatarse tímidamente desde el segundo semestre del año pasado y que tuvo su clímax el pasado mes de febrero. Si la inflación de marzo es de 0,55%, la inflación anual llegaría a 6,2%. De ahí en adelante, sin embargo, seguramente se irá calmando durante los restantes nueve meses del año, en que terminaríamos el año con una tasa de 4% a 5%.
Para comenzar, a inicios del año pasado, el BCR cometió el error de bajar la meta de inflación del 2,5% al 2%, con lo que la banda se redujo en medio punto porcentual en ambos extremos (de 3,4%/1,5% a 3%/1%). Quizá por exceso de optimismo, fue la primera vez que se modificaron los márgenes desde que se inauguró el sistema en 2002. Ese ajuste hacia abajo se produjo justo cuando nos fulminaron varios choques negativos de oferta en el marco de una economía que crecía a todo vapor, en gran medida por la política monetaria exageradamente expansiva.
La consecuencia de esa ambiciosa decisión fue que el BCR no pudiera cumplir su meta en 2007, contribuyendo al desdoro del ente emisor y del paradigma de las metas explícitas de inflación. De ahí que hoy en día aparentemente ningún agente económico se fije en la meta oficial de inflación para tomar decisiones, sea para fijar precios o exigir aumentos de remuneraciones, sea para establecer la tasas de interés o ajustar los alquileres, etc. Lo que resulta siendo muy grave, porque ahora el sistema ya no sirve para guiar las expectativas de inflación. ¿Que harán entonces los agentes para fijar precios y salarios si no poseen la brújula necesaria para hacerlo? Este es el gran peligro que no parece aquilatarse y que estarían enmascarando las autoridades económicas con acrobáticas declaraciones.
Baste hacer un elemental ejercicio numérico para darse cuenta que es un imposible que el presente año culmine con una inflación que se ubique dentro de la nueva banda. En este caso, como el año anterior en que superó el tope (llegando a 3,93% en Lima y a 4,94% a nivel ‘nacional’ o urbano), efectivamente resulta irrealizable alcanzar la meta y muy difícil llegar siquiera al 3%. Por lo que el prestigio costosamente alcanzando por el Banco Central durante la gestión anterior terminará por destruirse completamente, ya que por segundo año consecutivo habría fracasado. De ahí que, a pesar de ser un lego en la materia, me atrevería a plantearle una propuesta para que la ingeniosa política de metas explícitas de inflación pueda salvarse y, con ello, el honor de los directivos del ente emisor. Me limitaré al tema de las ‘bandas de inflación’.
Una primera posibilidad consistiría en ampliar el ‘rango’ de inflación ‘permisible’. La meta se quedaría en 2%, pero se le daría dos puntos de gracia hacia arriba y hacia abajo, de manera que la inflación podría ubicarse entre el cero y el 4% a lo largo de los próximos años. Pero, a nuestro entender, esa faja no es lo suficientemente estrecha para asegurar la dieta necesaria para adoptar medidas eficaces y austeras para atacar las expectativas. Una segunda posibilidad, que es más realista, consistiría en ubicar la meta en un más sensato nivel de 3,5%, coincidente con la ‘inflación internacional’, a la que se le añadiría y restaría un punto porcentual, con lo que el margen podría oscilar entre 2,5% y 4,5%. Aquella meta sería la ‘lógica’, ya que nos parece contraproducente tener una tasa-objetivo que sea inferior a la tendencia mundial de precios, dado que su logro llevaría implícita una mayor tendencia a la de por sí existente sobrevaluación del sol. Además porque se parece a la anterior banda, la que se pudo cumplir del 2002 al 2007 con desviaciones transitorias, lo que permite planificar a futuro, impide potencialmente que los salarios reales caigan y otorga un mayor espacio para afrontar potenciales choques de oferta.
Decidida la opción, el directorio deberá convencer a los agentes económicos que cumplirá su nueva promesa, sí o sí. Esta debería contener además dos elementos. De un lado, deberá informar cuándo estima que la inflación regresará al nivel de la nueva meta. De otra parte, tendrá que comunicar qué medidas concretas adoptará para lograrlo. Sin embargo, parece que estamos lejos de una solución de este tipo a este problema, a juzgar por las últimas declaraciones del presidente del BCR: “Hay límites frente a lo que se puede hacer. Se podría tener una inflación más baja haciendo locuras, pero con un costo muy grande para la economía”. ¿Es incendiario o bombero? Si bien tiene mucha razón que es peligroso jugar con fuego, algo hay que hacer y cambiar la banda no parece ser una necedad, mucho menos si viene reforzada por una comunicación convincente y medidas consistentes que recuperen su liderazgo y credibilidad.
Antes de tomar una decisión respecto a alguna de las alternativas en torno a la nueva meta de inflación, el Directorio debe encontrar el momento preciso para hacerlo. Algunos dirán que debe fijarse lo más pronto posible, digamos que el próximo jueves. Otros dirán que ese instante no debería ser el actual, dada la turbulencia e incertidumbre existentes en torno a una serie de variables que están actuando sobre la inflación, con lo que se generaría, no solo mayor confusión, sino más desprestigio para el BCR. Por lo que podría afirmarse que el día D llegaría en tres o cuatro meses, cuando la inflación mensual se reduzca por debajo del 0,2% mensual (y en uno u otro mes seguramente será negativa), con lo que la tranquilidad volvería a ‘los mercados’, eliminadas prácticamente las expectativas de alta inflación.
Ciertamente, en este caso también, cambiar las ‘reglas de juego’ a medio camino es un asunto muy delicado y puede resultar bastante oneroso, pero ¿será más costosa esa modificación que tener que reconocer a fin de año que se ha vuelto a fallar con el cumplimiento de una inflación que debería estar dentro de la banda anunciada? En cuatro días (o meses) tendremos la respuesta.
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**Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe S.A., Madrid:desdoro
m. Deshonra, desprestigio o mancha para la reputación:el desdoro de un suspenso en su expediente.
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