Dejemos las mordidas a un costado |
Pedro Francke
Economista de la PUCP
A la familia Vásquez, que vive en un pequeño caserío en Chota, le sorprendería saber que para el Presidente la causa de su pobreza son los "perros del hortelano". Con sus 4 hijos pequeños, la señora Yanedith no tiene idea de su existencia. No entiende la palabra "hortelano", aunque viviendo básicamente de la agricultura bien podría calificar como tal. Su perro, por cierto, nunca deja de comer apenas puede.
Yanedith sabe sí que las lluvias de las últimas semanas han malogrado las pistas y se han llevado el puente. Por eso, no puede vender sus productos en Chiclayo. Su casa ha quedado afectada por las lluvias; se cayó un pedazo de la pared. Electricidad y agua potable no ha tenido nunca. Bien quisiera ella una ayuda oportuna en estos momentos de penuria.
"Los programas sociales son lo máximo"
El presidente García ha resaltado en su último artículo que se gastan 3, 300 millones de soles para ayudar a familias como los Vásquez. Parecería mucho, pero no son sino 70 centavos de sol al día para cada peruano pobre. Poco, muy poco, respecto a necesidades urgentes.
También es poco en relación a las posibilidades: esa suma no alcanza a ser el 1% de lo producido en el Perú. Solo las ganancias extraordinarias de las empresas mineras y petroleras, originadas en haberse sacado la lotería con precios inusualmente altos en el mercado internacional, suman cerca de 30 mil millones de soles, cerca de 10 veces lo que se destina a luchar contra la pobreza. El reclamo por una mayor redistribución está plenamente justificado.
García también dice que los programas sociales del gobierno son eficientes, focalizados y articulados. Ojalá fuera cierto. La realidad es que el vaso de leche, que es el programa que llega a más peruanos, no ha tenido ninguna mejora; a los comedores populares no se les ha dado ninguna atención y Foncodes, que era muy eficiente haciendo pequeñas obras en poblados rurales, prácticamente ha desaparecido.
Sembrando, el programa privado de Pilar Nores, tiene buenas intenciones pero algunas ideas realmente muy atrasadas para mejorar la vida en las comunidades campesinas. No está mal reemplazar el arado de palo por uno de fierro, pero eso genera muy poca mejora en la productividad. Otras experiencias de riego tecnificado y capacitación de campesino a campesino (los "yachachik") probadas por la Federación de Campesinos del Cusco son muy superiores. Del mismo modo, Sembrando construye letrinas dentro de la casa que dejan una insoportable invasión de malos olores, habiendo opciones técnicas mucho mejores. Alan García podría buscar agradar a su esposa de mejores maneras que alabando su programa y poniendo al Estado a su servicio.
Por su parte, la estrategia Crecer habla de articulación de programas con poco avance real, mientras dedica su esfuerzo principal a hacer que Jorge del Castillo encabece mítines por todo el país en una repetición del viejo clientelismo. Para reforzar esa estrategia el gobierno ha cambiado al presidente del programa Juntos, reemplazándolo por un dirigente aprista bien entrenado en Crecer.
Insistir en que todo está perfecto con los programas sociales tiende a perpetuar sus problemas. El Presidente debiera liderar el cambio en vez de concentrarse en hacer propaganda irrealista.
Inversión sin condiciones
En sus artículos, Alan García ha dicho claramente que para él la inversión privada no puede ser criticada.
Para García, criticar que empresas como Casapalca o Diseño y Color despidan a cientos de trabajadores por querer hacer un sindicato, es ser un "perro del hortelano" que no deja a las empresas hacer negocios. Debe ser por eso la lenidad del Ministerio de Trabajo en sancionar esos comportamientos, hoy proscritos por convenios internacionales.
Para García, exigir que las madereras no depreden el bosque amazónico y hagan una explotación sostenible, es ser un "perro del hortelano". Debe ser por eso que quiere eliminar el régimen de concesiones madereras con obligaciones de manejo ambiental.
Para García, impedir que empresas mineras expulsen a campesinos de sus tierras sin ninguna consideración por su propiedad y forma de vida, es ser un "perro del hortelano". Debe ser por eso que quieren declarar de prioridad nacional 20 proyectos mineros, aun antes de conocer sus posibles impactos ambientales y sociales.
El Presidente está equivocado: exigir condiciones sociales y ambientales básicas a la inversión no tiene por qué ahuyentar a nadie, salvo a depredadores que no nos convienen.
La (¿invisible?) pequeña y micro empresa
En los artículos de Alan García solo existen los grandes inversionistas, de decenas o cientos de millones de dólares. Está equivocado: la inversión más importante para la lucha contra la pobreza en el Perú es la de los campesinos que siembran pastos mejorados y juntan un par de vaquitas más, la de los microempresarios que compran una nueva máquina para producir mejores muebles, la de los provincianos que deciden adaptar su casa para convertirla en alojamiento para turistas, la de los transportistas que compran buses nuevos. Esa también es inversión, señor presidente. No son invitados a Palacio pero arriesgan más su seguridad financiera que Mr. Hunt. Ponen más empeño, generan más empleo y reducen más la pobreza que las grandes trasnacionales.
Esa pequeña inversión necesita apoyo. Podría crecer mucho más si tuvieran un crédito más barato que el 40% anual que les cobran ahora, si les facilitaran el acceso y las conexiones con los mercados, si se capacitara a sus trabajadores y se les acercara a los avances tecnológicos.
Política social y discusión democrática
La lucha contra la pobreza requiere un aumento sustancial de recursos destinados al gasto social y de reformas para elevar la calidad de ese gasto. También necesita priorizar el agro, la industria y el turismo para promover el empleo, restituir derechos laborales y promover el aumento de la productividad de las pymes y los pequeños agricultores.
La democracia requiere una discusión seria de los retos y alternativas en la lucha contra la pobreza. El presidente García ha preferido desacreditar a los opositores caricaturizando sus posiciones y llamándolos "perros del hortelano", mientras reprime con más fuerza y brutalidad las protestas callejeras. Fortalecer la democracia requiere más bien un diálogo alturado y la búsqueda de acuerdos, antes que la aniquilación de un supuesto enemigo. Dejemos los ladridos y las mordidas a un costado.
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