Decencia y Sensatez

sábado, 4 de junio de 2011


Waldo Mendoza Bellido
Jefe del Departamento de Economía de la PUCP

Nunca tan importante una elección presidencial como la del domingo próximo. Como ciudadano, en el plano de la política, exijo al siguiente gobernante decencia, es decir, respeto por las instituciones, los derechos humanos, la libertad de prensa y una lucha abierta contra la corrupción. En el plano de la economía, demando sensatez, esto es, mantener las políticas que han probado ser eficaces y enfrentar desde el primer día el problema distributivo.

En el terreno de la decencia, la memoria debe ser nuestra aliada. Por dignidad, no podemos replicar, ni sentirnos orgullosos, con lo que pasó en la infame década de los noventa. El argumento de que hay que quedarnos con el “lado bueno” de Fujimori padre es lógicamente inválido. Todos, hasta los tiranos más temibles, tienen su lado bueno.

En el plano de la economía, hay que recordar que en los últimos 10 años nuestra tasa de crecimiento ha doblado a la de América Latina, y que hemos bajado la pobreza en más de 20 puntos. Es el milagro peruano que hay que custodiar, manteniendo el modelo neoliberal y el buen sistema de  políticas macroeconómicas vigentes.

Pero tenemos un gran pendiente. La distribución del ingreso sigue tan desigual como en 1975, cuando Webb y Figueroa nos mostraron que el Perú era uno de los más desiguales en el mundo. El coeficiente de Gini (uno significa absoluta desigualdad y cero igualdad total) está hoy cerca a 0.6, igual que en 1975.

Los correctivos que se hagan no pueden ser, entonces, cosméticos, como lo es la propuesta de inspirar “confianza” para atraer a las inversiones. Si esa fuera la política, bastaría con que se mantenga en el siguiente gobierno a Ismael Benavides como Ministro de Economía, quien aceptaría con gusto el encargo, y los inversionistas estarían felices.

Para mejorar la distribución del ingreso el gobierno debe elevar la presión tributaria, cobrando a los de arriba, para gastarlo bien en los de abajo. La minería es un excelente candidato. La teoría ortodoxa recomienda que la minería debe pagar mucho más impuestos que otros sectores porque explota un recurso no renovable, nuestro capital natural, que desaparece con el fin de la explotación minera, y que hay que reponer.

Con esta mezcla de decencia y un neoliberalismo con inclusión social, el Perú puede tener otra década milagrosa.

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