Germán Alarco Tosoni
Investigador CENTRUM Católica
La prensa escrita alineada a sus intereses y algunas empresas de consultoría están reiniciando una ofensiva en contra de los impuestos a las sobreganancias mineras. Están moviendo el tema en la dirección de que estos impuestos son dañinos para el país. En algunos casos se nos invita a participar en la discusión, pero los elementos que publican nada tienen que ver con lo señalado. Cabe comentar que a finales de la campaña electoral las dos fuerzas en contienda estaban de acuerdo en aplicar mayores impuestos a la minería. El tratamiento tributario especial a la minería y los hidrocarburos tiene sólidos fundamentos teóricos y numerosas evidencias internacionales.
Erróneamente se quiere cuestionar hasta el origen del término de las sobreganancias, cuando este existe desde la teoría microeconómica convencional. Hay ganancias normales u ordinarias, y por el contrario también ganancias extraordinarias o extranormales. Estas se asocian a las diferentes estructuras de mercado. Son normales cuando estamos en competencia perfecta. Son extraordinarias en el monopolio y oligopolios. En la competencia monopolística son extraordinarias en el corto plazo pero normales en el largo plazo. De forma alternativa, estos sectores primarios tienen sobreganancias cuando la renta económica generada por ellos es alta y se distribuye inequitativamente, olvidando o marginando a la Nación como dueño de estos recursos en el subsuelo.
La minería y los hidrocarburos en el Perú son actividades que generan significativas rentas económicas. Asimismo, su extracción reduce el total de activos del país, ya que se trata de recursos no renovables. Asimismo, la mayor tributación se justifica si sus rentas son elevadas y se promueve importantes ingresos de divisas que podrían generar la enfermedad holandesa (que afecta a los sectores productivos menos competitivos). Este último argumento fue recordado hace poco por un experto en tributos mineros de Ernst & Young.
El aplicar más regalías es a nuestro parecer más sólido que el impuesto a las sobreganancias. Se podría partir de una tasa básica sobre el valor del producto entre 12.5% y 18.5%, similar a la de EE.UU. De ahí se pueden establecer dos tasas crecientes asociadas tanto a la elevación de los precios internacionales como a los volúmenes extraídos para modular los ritmos de extracción y ampliar la vida útil de los yacimientos, cuando sea necesario. En los nuevos proyectos se podría cobrar una regalía básica más baja, hasta que se recupere la inversión con una tasa de retorno establecida, compartiendo riesgos. Luego la regalía sería más significativa (En: La Primera, 17/6/2011).