Nos sumamos a quienes han expresado su solidaridad con los afectados por el terremoto y también a quienes han destacado por diversos medios las masivas muestras de solidaridad hacia ellos. Conforme pasan los días estamos más al tanto de la extensión y dureza de lo sucedido incluyendo, el poco conocido pero heroico y decisivo apoyo que se han brindado los afectados entre sí.
En esta oportunidad deseamos proveer criterios de índole ética para evaluar la asistencia realizada y el largo proceso que se debe poner en marcha. Para ello, nos basaremos en cinco principios de la ayuda humanitaria que recoge Etxeberría en su libro Ética de la ayuda humanitaria (Bilbao: Desclée De Brouwer, 2004) y que recomendamos leer para introducirse en la compleja problemática y los duros dilemas de este tipo de acción. No consideramos que la composición de FONSUR es favorable para ello. Puede conducir fácilmente a la privatización de una planificación autoritaria.
1.- Humanidad y acción benefactora
El principio de todo y el criterio fundamental para evaluar lo hecho y por hacer es la centralidad del apoyo a los seres humanos que han sido víctima del terremoto y la subordinación de todo otro objetivo. El llamado “marketing con causa” es típico de esos intereses. Hacer el bien a las víctimas actuales y potenciales supone satisfacer sus necesidades básicas y, no hay que olvidar, fortalecer sus capacidades. Ello se acomete en tres momentos: la asistencia en el momento inmediato al desastre, la protección de todo tipo de violencia y las acciones de prevención de futuros efectos desastrosos.
Siguendo a MacIntyre, el “bien interno” de la asistencia humanitaria es ayudar a las víctimas, así como el del médico es curar o el del profesor enseñar. Son definidos como “bienes externos” aquellos que también se buscan y que pueden competir y no cooperar con los internos. Los más relevantes son: dinero, prestigio y poder. Corrupción en este marco no es únicamente robar dinero o bienes; es poner por delante los bienes externos a los internos durante la actividad, en este caso, humanitaria.
2.- Neutralidad
La Cruz Roja introdujo el principio de la neutralidad para poder asistir a afectados por situaciones de conflicto armado. Este principio ha sido cuestionado parcialmente debido a que la experiencia asistencial en situaciones bélicas ha servido a veces para favorecer a alguna de las partes y atizar el conflicto. En el caso de desastres naturales, la neutralidad en la ayuda es discutible sobre todo si es que se pretende prevenir futuros desastres y si esto supone una agenda de acción con un mínimo de cambio social que reduzca la vulnerabilidad que los beneficiarios sufrían previamente al desastre. La existencia de responsabilidades políticas ante la desorganización estatal ha sido ampliamente comentada estas semanas y recordarlo es necesario aunque suponga matizar el uso del principio de neutralidad.
3.- Independencia
Las Organizaciones No Gubernamentales y otras instituciones encargadas de asistencia humanitaria tienen el deber de mantener el mayor grado de independencia posible respecto de los poderes político, económico, religioso, militar o mediático, e incluso de los donantes. Poner por delante a la víctima supone defender una perspectiva crítica de lo que se hace; sea para elogiar lo que se hace bien, sea para cuestionar lo que se hace mal. En el momento de la prevención, la independencia es clave para poder apuntar a las causas y no sólo a los síntomas de la vulnerabilidad ante desastres.
4.- Autonomía
La vulnerabilidad material u organizativa de las poblaciones es un factor de dependencia que se hace particularmente palpable y más grave en los desastres. En ese contexto, la ayuda puede utilizarse para consolidar la dependencia personal y colectiva respecto de políticos, empresarios, grupos religiosos, instituciones gremiales u otros que ayudan. La ayuda pues debe servir no simplemente a la supervivencia sino a la autonomía de los afectados. El desinterés en la organización de los afectados es una manera de convertir a los afectados en pasivos receptores y dependientes. Si en el momento inmediato posterior al desastre esta falta de autonomía puede ser inevitable, lo es menos en el de la reconstrucción. Tener trabajo ayuda a esa autonomía, pero la mayor pobreza del trabajador sin casa ni otros activos la aumenta.
5.- Imparcialidad
La imparcialidad es un rasgo de la justicia. En la desorganización estatal durante los primeros días de la emergencia, los problemas de parcialidad han sido hasta cierto punto irremediables. La ausencia de INDECI y de una estrategia pública lo más universal posible ha obligado a las ayudas particulares y, en cuanto tales, parcializadas; sea a los trabajadores de la propia empresa para que no se detenga la producción o la exportación, a los miembros de una parroquia con la que se tenía contacto previo, a los vecinos más inmediatos.
* Profesor Principal del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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