Benedicto XVI y la economía

jueves, 17 de mayo de 2007

Benedicto XVI y la economía

Escribe Javier M. Iguíñiz Echeverría

Las palabras del Papa Benedicto XVI en la sesión inaugural de la V Conferencia General del episcopado latinoamericano y del Caribe que está teniendo lugar en Aparecida tienen, como es natural, a Jesucristo en el centro de su llamado. Esa centralidad no implica, sino todo lo contrario, que la economía esté ausente. Después de todo, se trata de hablar de “un Dios cercano a los pobres y a los que sufren.” Por ello, “La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres.” Estamos, como se ha dicho tanto en nuestra América Latina, ante una “opción preferencial por los pobres (que) está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza.” Estamos, pues, ante un asunto práctico, pues se mira a la economía por el hecho de que “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana.” En esta breve columna vamos a extractar algunas de sus múltiples expresiones de inserción en la realidad económica.

Sobre la globalización, el Papa reitera un enfoque crítico que es ya una tradición papal, por lo menos desde Paulo VI. Su manera de expresarla es la siguiente: “En el mundo de hoy se da el fenómeno de la globalización como un entramado de relaciones a nivel planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro es valor supremo.”

La visión de la economía actual de los países es también clásica en la Doctrina Social; para adquirir legitimidad debe rendir cuentas respecto del desamparo y la inequidad que producen. Una de las expresiones leídas es la siguiente: “La economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales.”

Retomando la Encíclica Populorum Progressio al celebrarse 40 años de su publicación, el Papa señala que ella “invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes.” En dicha Encíclica se lee que debemos “pasar de la miseria a la posesión de los necesario…”

¿Cómo enfrentar ese reto? La respuesta de Benedicto XVI insiste, como los papas anteriores, en que hay que incluir el reconocimiento de que hay de por medio un problema estructural. Dirá: “es inevitable hablar del problema de las estructuras, sobre todo de las que crean injusticia.” Y a continuación indica que: “En realidad, las estructuras justas son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad.”

Pero ese análisis de la realidad no puede caer en un problema central cual es, el reduccionismo que expulsa de ella a Dios. En su vena intelectual se pregunta: “Qué es la ‘realidad’? ¿Qué es lo real? ¿Son ‘realidad’ sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios.” Es la visión realista de la realidad desde la fe cristiana.

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