José Oscátegui
Prof. Dpto Economía PUCP
Aunque para algunos analistas políticos no habría ninguna alianza entre el APRA y el fujimorismo, una buena parte de ellos ¾incluyendo, por supuesto, a ilustrados caricaturistas¾ se inclina a sostener que la alianza es concreta y visible. Nosotros estamos entre estos últimos. En este artículo trataremos de demostrar lo que todo historiador sabe (y todo agricultor también): que los frutos de hoy son resultado de semillas sembradas en años anteriores. El análisis de la coyuntura sin el respaldo de la historia puede conducir, con frecuencia, a resultados equivocados. I
El APRA radical
El APRA insurge en los años treinta del siglo pasado como movimiento popular, con propuestas radicales plasmadas en el libro El antimperialismo y el APRA (A y A, en adelante), que se constituyó en el libro de cabecera de todo aprista consecuente. En esa época, el APRA tenía también sugerencias de carácter étnico basadas en la experiencia peruana, mexicana, boliviana, centroamericana, etc., de la época y, en su afán de reducir la dependencia de los países de Centro y Sudamérica. Con el concepto de indoamericanismo, Haya de la Torre resaltaba la unicidad de los países al sur del río Grande y su diferencia con la parte sajona de América. En A y A también están presentes sus propuestas de reforma agraria y nacionalización de las tierras e industrias, su tesis de los aspectos bueno y malo del imperialismo, su propuesta de organización corporativa de la sociedad, etc. La izquierda de la época catalogó al APRA como fascista, lo que fue un error, pues aun cuando este partido fuera autoritario y corporativo faltaba en el país, por lo menos, el gran capital de base nacional (el de base internacional ya existía en la explotación minera, casi de tipo enclave). II
El gran cambio
A mediados del siglo XX, en medio de disputas y desacuerdos internos que fueron sofocados en su momento por la figura dominante de Haya de la Torre, el APRA muta hacia las tesis del segundo libro fundamental, 30 años de aprismo. Como consecuencia de este proceso, dejó de ser el partido prohibido e ilegal de sus inicios y se convirtió, paulatinamente, en un partido legal y aceptado por los poderes fácticos, aunque esta aceptación inicialmente fue con reservas. Hasta la década del sesenta el APRA conserva un muy significativo respaldo popular, pero en constante reducción. Es bueno recalcar que no es posible que un partido represente a los sectores populares si no está asentado y no contiene la representación de sectores populares organizados. Ese respaldo expresado en organizaciones como la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP) impulsaba su radicalismo. El nuevo partido Acción Popular, surgido a mediados de los cincuenta, reunía entre otros a muchos seguidores del aprismo descontentos, y en los años sesenta ese partido cuestiona en las urnas la hegemonía popular aprista. El Perú estaba cambiando. La oligarquía agraria se había debilitado y se iba constituyendo en obstáculo al desarrollo del mercado, lo que abrió el espacio para los planteamientos sobre la reforma agraria incluso de partidos opuestos al APRA. Desde comienzos del siglo XX, la economía de mercado en el Perú se desarrollaba lentamente sobre la base de lo poco que dejaba en el país la explotación minera. También, desde inicios de la década del cincuenta, con apoyo público, se desarrollaba una incipiente industria nacional; la migración interna (que se inicia a comienzos del siglo XX, pero se acentúa a mediados de dicha centuria), resultado de la pobreza pertinaz de la sierra, hacía crecer a las ciudades y permitía a los migrantes el acceso, aunque escaso, deficiente y caro, a algunos servicios como la luz, el agua potable, la educación pública, que no existía en sus lugares de origen. La base mestiza, chola, excluida y discriminada del APRA, que inspiró las tesis del indoamericanismo, se trasladaba a las urbes y accedía a algunos servicios urbanos y a la posibilidad de mejorar económicamente en la ciudad. Esta última, sin embargo, fue y sigue siendo un lugar de discusión e intercambio de ideas políticas, por lo que la influencia de corrientes como las de izquierda marxista y no marxista, y otras corrientes liberales impregnó al partido aprista que, integrado a la legalidad y confrontado por su desarrollo de ideas que cuestionaban su ideario original y su acción política, fue perdiendo su disciplina vertical y encontró limitada su capacidad de controlar a sus militantes. Entre los años treinta y sesenta, aquellos que, gracias a la propuesta y movilización hasta entonces radical del APRA, se habían incorporado al Estado y a la creciente economía mercantil, fueron sintiendo que las propuestas originarias apristas del Estado antimperialista, de una mayor intervención del Estado en la economía, de llevar adelante una reforma agraria, entre otras, ya no se encontraban entre sus prioridades. Esto ayudó a la dirigencia aprista de los sesenta, a los nuevos dirigentes de ese entonces y también a los antiguos dirigentes, a evolucionar hacia posiciones políticas que en términos económicos eran liberales sui generis, considerando las circunstancias de la época. La llamada «superconvivencia» expresó esta evolución, que significó también una mayor pérdida de bases en sectores populares organizados. La crítica, en esos años, a estas posiciones no provino principalmente de los marxistas de la época, que poco habían cambiado el tenor de sus críticas desde la aparición del aprismo, sino del partido recientemente fundado Acción Popular e incluso de los militares.
El libro 30 años de aprismo, que se convirtió en el segundo libro fundamental del aprismo después de A y A, fue escrito por Haya en 1954. Este libro es, en toda su extensión, un esfuerzo por demostrar la «vigencia» de las tesis apristas, y que los cambios en la acción política práctica que impulsaba eran pequeñas variaciones que ya estaban contenidas en el primer libro fundamental, el cual habría sido completado por este segundo libro.
III
Las tesis de 30 años de aprismo
Durante los radicales años ochenta, cuando el Perú parecía acercarse al socialismo, los opositores del APRA, desde su posición de izquierda, acusaron a este partido de no ser de izquierda y de incluso haber abandonado sus tesis primigenias. Al interior de este partido se procesó una ruptura: los que abanderaban las posiciones antagónicas levantaban, unos, el primer libro fundamental del aprismo y, los otros, el segundo libro. Se consideraba que el segundo libro encarnaba un giro a la derecha con respecto al primero. Alan García estuvo entre los primeros.
Este segundo libro fue un esfuerzo por explicar el cambio de la política aprista de una política de enfrentamiento con Estados Unidos a una política de cooperación. La tesis sobre el imperialismo es desarrollada en el aspecto que considera que este tiene una «fase inevitable y constructiva [...] como modo económico de la industrialización», pero que, además, había el «imperialismo político, puesto al servicio del económico». Este último era el aspecto malo. Sin embargo, según Haya, ambos aspectos eran separables, el presidente Roosevelt con su política del «Buen Vecino» habría producido tal separación: «[...] cuando la doctrina de la “Buena Vecindad” comenzó a dar sus frutos con la desvinculación del imperialismo político del económico [...]». El imperialismo se convirtió en bueno, totalmente bueno, pues el económico ya era civilizador y bueno, y ahora el político desaparecía con las políticas de Roosevelt. En el primer libro fundamental, el Estado antimperialista tenía como objetivo la organización de un «nuevo sistema de economía, científicamente planeado», un «capitalismo de Estado» encaminado a «dirigir la economía nacional y a controlar o estatizar progresivamente la producción y circulación de la riqueza». En 30 años de aprismo, publicado en 1956, Haya afirma que cuando escribió el primer libro, el A y A, en 1928,: «No pude poner como ejemplo de este control estatal de la economía al New Deal norteamericano».
Es decir, en términos de su acción económica, el Estado antimperialista, el nuevo sistema de economía, el capitalismo de Estado, todo ello quedaba reducido al New Deal de Roosevelt. Con 30 Años de aprismo, el APRA se liberó de la carga conceptual presente en El antimperialismo y el APRA, y empezó a procesar su lenta transformación hacia ser un partido liberal en lo económico.
El APRA fue popular no porque fuera antinorteamericano per se, tampoco porque fuera anticapitalista (nunca manifestó tener esas características), sino porque el discurso original aprista afirmaba la necesidad de acabar con el latifundio y enfrentar, con apoyo y organización popular, al soporte político internacional de los latifundistas y de los que explotaban nuestros recursos naturales (que eran, de lejos, las principales actividades económicas del país). Este soporte internacional era, básicamente, el Estado norteamericano, y sus acciones se conocían como «imperialismo» norteamericano. Además, los apristas por su trabajo político en sindicatos y organizaciones populares, tenían su representación en el partido, y prometían enfrentar a esas fuerzas “imperialistas” que imponían las condiciones de dominación política con ausencia y/o limitación de derechos básicos para trabajadores y clases medias. Durante su época revolucionaria y reformista el APRA estuvo presente en las organizaciones sindicales y populares como la fuerza más importante. Al mismo tiempo, estas organizaciones populares tenían representación orgánica dentro del APRA.
Ante los cambios, la mística de la militancia aprista se fue apagando y el APRA fue perdiendo presencia en las organizaciones populares y estas dentro del partido. Algunos grupos se escindieron del APRA. La época del reformismo y hasta revolucionarismo aprista se estaba cerrando. Julio Cotler analiza este período.
Según Peter Klaren, hacia 1962 el antiaprismo militar había girado 180 grados, y su tradicional temor al radicalismo de este partido había cedido su lugar a la preocupación de que el APRA, convertido en partido conservador, bloqueara las reformas necesarias para el desarrollo. Ese razonamiento habría estado en la base del golpe de Estado de 1962, pero también estuvo en el golpe militar de 1968 liderado por el general Velasco Alvarado. El gobierno militar duró hasta 1980. La actividad política abierta en el país se reinicia recién con la retirada de los militares del gobierno, en 1980. La izquierda crece asombrosamente durante el primer quinquenio de los ochenta, influyendo, como ya mencionamos, en la pugna en el aprismo en torno a los dos libros fundamentales. Desde los sesenta, el APRA ya es uno de los partidos del orden establecido. Pese a ello, los grupos de poder económico y político no podían confiar en un partido que tenía todavía un buen número de representantes de los sectores populares. Estos grupos sentían enorme desconfianza, aunque ya no buscaban proscribirlo como antaño.
En las elecciones presidenciales de 1985, el crecimiento de la izquierda pone a esos grupos en el dilema de tener que escoger entre la izquierda y el APRA, luego de la debacle de Acción Popular. El aprismo prometía entre otras cosas que, basándose en su organización, acabaría con la amenaza de Sendero Luminoso. Por esta y varias razones adicionales, el APRA consigue que Alan García sea elegido presidente. El total fracaso de su gobierno lo convirtió, según la visión de los grupos de poder, en un partido ineficiente pero dentro del orden establecido. En adelante se criticará su ineficiencia pero, aunque se desconfiará de sus sectores populares, no se cuestionará su pertenencia al sistema, y el intento de nacionalización de la banca será visto como una «locura» de García.
IV
El pensamiento de derecha en el Perú. El fujimorismo y el APRA
Es difícil sostener que la derecha en el Perú ha plasmado su ideología en uno o varios textos más o menos orgánicos. No es un exageración sostener que la mayor parte del pensamiento en las Ciencias Sociales ha sido hecho, si no por intelectuales de izquierda, por lo menos por quienes realizaron sus análisis mirando desde esa perspectiva. El pensamiento de la derecha, por ser esta tan excluyente, no ha sido expresado menos aún si se trataba de organizar partidos con la aspiración de ganar elecciones. En general, la derecha expresó sus ideas y actuó abiertamente solo durante los golpes militares. Con la excepción del gobierno militar de Velasco Alvarado, sus ideas han coincidido, siempre, con las de dictadores y golpistas militares, y han levantado siempre los intereses excluyentes del gran capital nacional y extranjero. Los diez años de dictadura fujimorista no fueron una excepción. El fujimorismo no es una ideología original, lo que conocemos como tal no es sino la defensa del mercado sin controles, es lo que se conoce como el «neoliberalismo», y presenta sus propuestas como si regular el gran capital pudiera perjudicar en vez de beneficiar al pequeño y mediano capitalista. En este sentido, el “neoliberalismo” sería la ideología económica del gran capital que, por no ser básicamente nacional, no tiene una propuesta política redistributiva, ni acepta la regulación del mercado. La valoración del mercado y el entendimiento de su necesidad es plenamente aceptado por el pensamiento de izquierda, pero entendiendo que por sí solo el mercado es incapaz de resolver el problema de la desigualdad, que el mercado no se regula a sí mismo, y que esta regulación es indispensable para que funcione una sana economía de mercado. La valoración del mercado no es sinónimo de aceptar y favorecer, incluso desde el Estado, los intereses excluyentes del gran capital en sus versiones nacional y/o extranjero.
Pasado el período fujimorista, durante el gobierno de Alejandro Toledo el APRA restablece sus lazos con el poder económico, y llega a las elecciones del 2006 con la carga de ineficiencia, pero sin sospecha alguna sobre su lealtad al orden establecido. Ya no tiene el respaldo de organizaciones sindicales ni populares importantes, pero tiene un candidato carismático. Las elecciones del 2006 son, en cierta forma, un revivir de las elecciones de 1985 con algunas variantes. A semejanza de entonces, al encontrarse fuera de carrera su candidato de mayor confianza, en la segunda vuelta electoral los grupos de poder económico tienen que escoger entre el APRA y otro partido. Esta vez fue el Partido Nacionalista del Perú. La decisión no fue difícil, más aún cuando sus propios analistas anticipaban un posible desborde popular y, el APRA, nuevamente al igual que en 1985, ofrecía que, por ser el partido más organizado, era el mejor para imponer la pax empresarial peruana.
Nuestro análisis de la elección de García, de las condiciones en que esta se produce y según las cuales el APRA llega esta vez al poder, nos permiten afirmar que, después de cerca de ochenta años, finalmente, el gran capital con base en el Perú y en el extranjero, se ha encontrado con el partido que buscaba, solo que ahora este casi no tiene bases sindicales y populares. Si, para que los planteamientos políticos sean sostenible dentro de un partido, se necesita que dichas propuestas tengan su sustento social, la extendida pérdida del APRA de bases sindicales y populares ha reducido, al extremo de que creemos poder sostener que ya no existe, la presencia de propuestas socialdemócratas sustantivas dentro del APRA. Creo que podemos afirmar que el APRA ya no tiene las bases sociales organizadas que harían posible que ese partido pueda desarrollar propuestas y acción política de carácter “socialdemócrata”.
V
La real politik es frecuentemente definido como la política que se basa en nociones prácticas más que ideológicas. Esto implicaría que quien la ejecuta no pierde ni contradice su propia naturaleza al hacerlo, sino que se mueve solamente en el plano de la resolución de problemas políticos prácticos.
Hemos tratado de mostrar que la evolución del aprismo lo ha convertido en el mejor representante de las clases empresariales en el Perú. Esto ha demorado ochenta años, pero ha llegado. Al haber evolucionado el país hacia una clara economía de mercado con alta concentración del capital, del mercado y del ingreso, el partido aprista se ha convertido en el mejor defensor de este proyecto de economía y sociedad. La campaña del 2006 le sirvió para levantar la bandera del orden y seguridad. Consecuente con tal propósito escogieron su plancha presidencial y, una vez en el gobierno, contrataron y nombraron en cargos públicos a muchos de los más connotados representantes políticos del gran empresariado conservador. El proyecto que ejecuta el APRA no proviene ni siquiera de lo planteado en 30 años de aprismo (que ha devenido en demasiado radical para el APRA actual) y no tiene mucho de socialdemocracia. El APRA se ha convertido en el principal partido conservador del Perú. Tanaka está equivocado, en adelante la verdadera real politik aprista se verá en su relación con los movimientos sociales populares y no en su relación con los representantes políticos del gran empresariado conservador.
El APRA actual tiene la fuerza del respaldo de los poderes económicos que ahora representa y la fuerza del Estado que ahora controla, pero es débil en términos de su enraizamiento popular. No hay base popular importante en la que la población reconozca y valore el trabajo político del APRA, así como tampoco dentro de ese partido se encuentra bases populares organizadas. Además, su ideología original, luego de los cambios expresados en 30 años de aprismo no ha sido desarrollada, aunque parece haber asumido con todo entusiasmo la prédica de los voceros del gran capital asentado en el país. Ambas cosas no se encuentran entre lo que señalaríamos como sus fortalezas.