Jurgen Schuldt / G-12
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25 años atrás, tres economistas[1] inventaron un experimento de laboratorio en el que participan grupos de dos ‘jugadores’. El instructor-coordinador del juego le entrega a uno de los miembros de la pareja –el ‘proponente’- una suma módica de dinero (digamos, 100 soles) y le dice que debe hacerle una oferta al otro, el ‘recipiente’. Si éste rechaza lo ofrecido, ninguno de los dos se lleva un solo sol, con lo que el dinero regresa a manos del instructor. Desde la publicación del texto mencionado se han hecho cientos de ejercicios –básicamente con estudiantes universitarios- de este ‘Juego del Ultimátum’, basado en la idea del ‘tómalo o déjalo’, sin negociación de por medio. Con lo que se ha convertido así en un ejemplo paradigmático de la boyante subdisciplina de la ciencia económica que se ha dado en denominar ‘Economía Experimental’, en la que se estudia el comportamiento económico humano en base a ciertos principios básicos de la sicología y la teoría microeconómica.
Los resultados a los que se llegó con esos ejercicios sorprendieron a todos, especialmente a los economistas. Porque éstos habrían pronosticado que la oferta sería de 1 sol o una ‘suma mínima’, porque el oferente pensaría que ‘algo es algo’ (mejor que nada) para el recipiente, con lo que el proponente se quedaría con los restantes 99 soles o algo menos. A primera vista, parecería algo perfectamente lógico desde la perspectiva del paradigma dominante en la teoría económica, ya que ambos se comportarían como ‘homo oeconomicus’, esos ‘locos racionales’ (Amartya Sen) que maximizan utilidad sobre la base de decisiones racionales y egoístas. Pero, en los experimentos, los ‘proponentes’ le ofrecían alrededor del 45% de la suma entregada (la moda era del 50%), lo que aceptaban encantados los ‘recipientes’, con lo que ganaban ambos. Solo en los casos en que la oferta era inferior al 20%, los ‘recipientes’ rechazaban la propuesta, por lo que ambos jugadores se quedaban con las manos vacías. Consecuentemente, según los supuestos tradicionales de la teoría economía, se trataba de una típica ‘anomalía’ (como muchas otras encontradas por estos ‘economistas experimentalistas’), que –de acuerdo a ese paradigma- solo podría atribuirse a la ‘irracionalidad’ de los jugadores.
Consecuentemente, los expertos en la materia se comenzaron a preguntar a qué podía atribuirse semejante comportamiento, tan excepcional en un mundo aparentemente tan ‘materialista’. Y, en efecto, con el tiempo surgieron las más diversas hipótesis del porqué el ‘oferente’ ofrecía tanto, sea en juegos anónimos, como aquellos en que los jugadores se encuentran frente a frente. Si bien el debate aún continúa, las hipótesis más plausibles plantean que ello se debería al hecho que el ser humano es menos egoísta de lo que se cree y que en sus ‘funciones objetivo’ y decisiones intervienen también otras variables, entre las que deben considerarse la ‘equidad’ (fairness), las ‘costumbres’ (manners), la caballerosidad, la proximidad, etc., que serían los motivos dominantes o subalternos que llevan a ese tipo de ofertas ‘solidarias’ o ‘justas’ del dinero ‘caído del cielo’. Y, al revés, a los que en esos experimentos se comportaban como lo esperarían los economistas ortodoxos, sus ofertas eran rechazadas: el ‘recipiente’ castigaba al oferente por injusto, antipático, tacaño o lo que fuere; con lo que prefería quedarse sin nada antes que aceptar una cantidad que consideraba mezquina.
Son pocas las aplicaciones prácticas que se pueden hacer del Juego del Ultimátum en su forma pura. Sin embargo, nos parece que se puede aproximar a la experiencia del ‘aporte minero voluntario’, que en diciembre pasado se plasmara en el D.S. 071-2006-EM, significativamente denominado ‘Programa Minero de Solidaridad con el Pueblo’.
Si bien hay una diferencia importante respecto al Juego, que es el hecho que hubo negociación, existen varias similitudes. Una primera es que hay dos ‘jugadores’: los representantes de las empresas mineras como ‘oferentes’ y, aunque pasivamente, las regiones mineras como una suerte de ‘recipientes’, intermediadas éstas por el gobierno.
La segunda y más importante, es que también hay una cantidad de dinero inesperada, que se decidió repartir de manera ‘solidaria’, aparentemente en sustitución de un impuesto a las sobreganancias. En efecto, el año pasado cayó maná del celestial mercado internacional en forma de precios extraordinarios, entendidos como aquellos que rebasaron los precios promedio de mediano plazo; específicamente, los del periodo 1991-2005, asumido oficialmente para determinar los ‘precios de referencia’. Así, estuvieron por encima de ese nivel ‘normal’, el cobre en 136%, el plomo en 162%, la plata en 91%, oro 47%, zinc 45%, etc. Sin embargo, refiriéndonos solo al año pasado, las cantidades cayeron levemente en algunos casos, como el cobre (-0,4%), el zinc (-2,4%) y el oro (-4,8%), habiendo subido los demás en cantidades no muy apreciables, tales como el estaño (3,8%), la plata (8,6%) y el plomo (17%).
Si ponderamos los precios y las cantidades mencionadas, tendríamos que las utilidades –de haber regido los precios ‘normales’- habrían sido el 61% de lo que realmente fueron. Luego, como el gobierno ha dicho, el aporte minero que desembolsarán las 40 empresas este año será de 500 millones de soles, correspondientes al 3,75%[2] de las utilidades netas totales de esas empresas. Debido a lo cual –por simple regla de tres- sus ganancias del año 2006 habrían sido de S/. 13.333 millones. Cifra ésta que sin duda está subvaluada, como nos enteraremos en los próximos días, cuando se den a conocer las utilidades de estas empresas. Lo que significa que las sobreganancias ascenderían a S/. 5.200’ o 49% de las totales.
Ahora bien, conocido el resultado del juego, resulta que los mineros ofrecieron ‘voluntariamente’ esos quinientos millones, es decir, menos del 10% del maná recibido sin esfuerzo alguno. En un Juego de Ultimátum esa cifra habría sido rechazada, ya que una tasa menor al 20% es negada prácticamente por todo recipiente. Si los mineros fueran, de acuerdo a las hipótesis de los expertos, solidarios-equitativos-justos-caballerosos habrían entregado el 45% de las ganancias extraordinarias, es decir, no 500 millones de soles, sino S/. 2.340’, casi cinco veces más de lo que efectivamente habrán de dar.
De manera que este es un resultado anómalo dentro de la anomalía, ya que en estos juegos –si se realizan libre y limpiamente- cualquiera rechazaría esa tasa tan baja de la oferta. Un caso extraño, semejante a éste, se encontró en un experimento realizado con niños del Kindergarten, quienes respondían prácticamente como lo pronosticarían los economistas neoclásicos. Otra experiencia interesante es la que fuera realizada con los machiguengas (Camisea), quienes se contentaron con humildes ofertas del 26% (con una moda del 15%), tasa ciertamente muy superior a la que ofrecieron los mineros. Excepcionalmente se encontraron casos de excesiva solidaridad, contrarios a los reseñados, en que los ofertantes dieron más de la mitad (61% en promedio) del dinero-maná que les entregaron, como es el caso de los pastores sukuma (Tanzania), que también se habría dado entre los comuneros de Lamalera (Indonesia).
Evidentemente, si los representantes de las regiones-provincias-distritos mineros habrían estado presentes en este Juego –frente a frente con los empresarios mineros- habrían conseguido entre el 40 y 50% de las sobreganancias, con lo que los resultados se habrían parecido mucho más a los experimentos de laboratorio. Debe atribuirse al gobierno, que de árbitro se convirtió en agente, el haber llegado a un consenso con una tasa tan baja, para asegurar su propia función objetivo que consiste en asegurar la marcha del país hacia el ‘grado de inversión’ y evitar el vuelo de las gallinas de los huevos de oro.
[1] Werner Güth, Rolf Schmittberger y Bernd Schwarze. “An Experimental Analysis of Ultimatum Bargaining,” en Journal of Economic Behavior and Organization, 1982, vol. 3, no. 4; pp. 367-388.
[2] Agradezco a Cecilia Blume por haberme hecho notar que esta cifra es la correcta, ya que yo había interpretado el D.S. mencionado en el sentido que la tasa sería del 3%.