SERÁ POSIBLE ACABAR CON EL NARCOTRÁFICO EN EL PERÚ?
(Un Ejercicio Aplicado De Teoria Microeconómica Y De Políticas Pro-Mercado)
(Primer borrador de discusión: prohibida su reproducción escrita, electrónica, verbal o musical)
“No a la ‘Coca Cero’, sí al ‘Narcotráfico Cero’”
Evo Morales
I
Como consecuencia de las diversas movilizaciones sociales de las últimas semanas, lideradas por los gremios productores de hoja de coca, ha vuelto a pasar a primer plano de la discusión pública nacional el tema del tráfico ilícito. Una vez más, renace la preocupación gubernamental la cuestión en torno a las formas como se puede y debe enfrentar la grave problemática de la proliferación de los cultivos ilegales de coca. Es decir, de aquella proporción de hoja que se destina –en el país o fuera de él- a la producción de la pasta básica y/o de la cocaína, que viene fortaleciendo amenazadoramente los carteles del narcotráfico y de sus aliados en el Perú, entre las muchas consecuencias negativas bien conocidas que ejerce esta actividad dentro de nuestras fronteras y en los países consumidores.
El enfoque y las interrogantes
Por supuesto que no hay recetas mágicas, ni de las que resolverán el problema de la noche a la mañana. Pero todos sabemos que no han funcionado –aunque no lo quieran reconocer sino unos pocos solitarios analistas y vilipendiados políticos- las políticas hasta ahora adoptadas por nuestros gobiernos. Por lo que el planteamiento de cualquier otra propuesta que contribuya a la discusión y/o al alivio del problema puede ser muy útil, por más utópica o ingenua que parezca a primera vista.
Adoptaremos, respondiendo adrede a los signos de los tiempos, el instrumental económico ortodoxo para diseñar una peculiar propuesta, que puede ser útil plantear siquiera como punto de partida y que consideramos una solución de transición en la larga marcha que habría de culminar en la eliminación de la posibilidad del tráfico de coca para producir sus derivados ilegales.
Obviamente, para comenzar, descartamos de plano la ingenua solución friedmaniana o ‘liberal’, que propone la legalización de la droga, porque terminaría inundando el mercado nacional y mundial, tanto con coca, pasta básica y cocaína (como con heroína), por cierto de muy buena calidad, a la vez que por esa ruta –y esto es lo más grave- se acabaría con las frágiles tierras y el endeble equilibro ecológico –de por sí amenazado- de gran parte de nuestra ceja de selva e importantes segmentos de la selva.
Plantearemos el problema desde dos ámbitos cruciales de la cadena productiva de la cocaína, cada uno de los cuales exige de políticas distintas, pero que se refuerzan entre sí, por lo que deben adoptarse paralelamente. Se trata básicamente de una propuesta dirigida a modificar el esquema monopsónico de la comercialización de la hoja de coca y la forma de enfrentar el tráfico de los precursores químicos. Nos limitaremos aquí a una perspectiva primordialmente microeconómica convencional. Asimismo, solo trataremos la problemática desde una visión estrictamente doméstica, sin considerar sus efectos en los demás países productores de coca o en las regiones consumidoras del mundo. Los demás aspectos y medidas están planteadas con toda claridad y realismo –en oposición a las largamente adoptadas y fracasadas políticas oficiales- en lo que se debería denominar la “Doctrina Cabieses”, con la que coincidimos plenamente, tanto por su erudito diagnóstico como por las políticas integrales que propone, pero que extenderemos aquí únicamente en algunos aspectos aparentemente marginales.
En ese entendido intentaremos responder a dos interrogantes críticas, a partir de las cuales es posible plantear políticas dirigidas al fin que proponemos, las que deben complementarse con las sugerencias más completas de Cabieses, que abarcan todos los campos –político, psicosocial, jurídico y demás- que abarca y en los que se desenvuelve el ‘cluster’ coquero:
- Primera cuestión:¿cómo evitar que la hoja de coca llegue a manos de los traficantes? Paradójicamente, a pesar de que no se prohibirá el cultivo y venta de la hoja de coca, con la respuesta-propuesta que haremos sobre esta cuestión, paulatinamente se evitaría el acceso de los acopiadores a este insumo-base para la fabricación de la droga.
- Y segunda: ¿cómo evitar que los insumos químicos (los denominados ‘precursores’) necesarios para transformarla en pasta básica lleguen a los fincas cocaleras o las zonas de concentración de la hoja seca? Con lo que, obviamente, se pretende evitar que los agricultores se conviertan también -o más de lo que ya están- en procesadores de pasta básica.
En la medida de lo posible, respetando la lógica de los economistas ortodoxos, las propuestas van dirigidas a establecer los incentivos necesarios para encontrar las soluciones -o una aproximación a ellas- a través de mecanismos de mercado, que ahora anima tanto las acciones del presente gobierno y que incluso podrían contribuir a alcanzar el sueño del ‘grado de inversión’
.
II
Del Monopsonio Coquero
En cuanto a la primera interrogante planteada, nuestra sugerencia va dirigida a modificar la actual estructura del mercado, que puede ser caracterizada como un monopsonio a nivel de valle o cuenca (o de oligopsonio a escala regional o nacional). Es decir, se trata de un mercado caracterizado por la existencia de un gran comprador de hoja de coca en cada cuenca, valle o región. Ciertamente en algunos casos se trata de oligopsonios, en que compiten entre sí dos o tres vigorosos compradores. Aquí mantendremos el supuesto del monopsonio simplemente por razones de simplificación analítica. Y ese poderoso comprador único no es otro que el influyente acopiador de las hojas de coca que sirve de intermediario a uno de los carteles del narcotráfico, ya que el comercializador estatal (ENACO) apenas influye en el mercado.
La Propuesta en síntesis
En ese entendido, proponemos enfrentar a ese monopsonio –que actúa en el ‘mercado negro’- con otro productor de igual o similar poder financiero y administrativo, que podría ser ejercido –en otras condiciones- por una profundamente transformada NEO-ENACO (o, para estar en línea con el espíritu liberal del gobierno, ¡entregárselo en concesión a uno o más operadores privados!), que actualmente –a nivel nacional- apenas adquiere 2.800 toneladas métricas de las 8.700 TM que se venden-consumen legalmente y que representan un minúsculo 5,6% de la producción total de hojas, que ascendería a unas 50.000 TM anuales en el estimado más conservador.
Descentralizando la renovada ENACO, estableciendo una miríada de oficinas en las zonas cocaleras y facilitándole una suma similar o superior de dinero a la que manejan los acopiadores del narcotráfico. Con ello este nuevo demandante se incorporaría en mejores condiciones a la competencia en el mercado ilegal, que ya no lo sería tanto. Con ello, apenas se hayan creado las condiciones legales-administrativas-políticas necesarias, el mercado de la hoja de coca se transformaría en un duopsonio, en que se enfrentaría el monopsonio controlado por los narcotraficantes y el monopsonio controlado por la nueva ENACO y los gremios de productores de coca. Naturalmente el precio del kilo de hoja de coca subiría inicialmente, acercándose al que regiría en condiciones de competencia perfecta (ver Anexo II sobre el equilibrio en condiciones de monopsonio, duopsonio y competencia perfecta).
El segundo aspecto esencial de la propuesta es que se liberalizaría el comercio de la hoja de coca, siempre y cuando el productor esté registrado y llegue a un acuerdo para no ampliar el área del cultivo y coopere –a través de su gremio cocalero y demás organizaciones- con NEO-ENACO en el control y denuncia de los cultivos no autorizados. Con lo que naturalmente se terminaría con las erradicaciones voluntarias o ‘programadas’ (es decir, de las forzosamente aplicadas por la policía).
Pero, antes de analizar las demás consecuencias de estos lineamientos generales, detengámonos un momento, ya que esta propuesta -que parece exótica a primera vista- requiere de una explicación más detallada de las acciones que habría que adoptar antes de implementarla. En lo fundamental se trataría de combatir al actual monopsonio con sus propias armas (pero, dentro de la Ley): tanto con el masivo flujo de dinero que manejan y los altos precios que pagan (el quíntuple del mercado ‘oficial’) y las alianzas que se establecerían con las asociaciones ‘institucionalizadas’ de productores de coca. Ciertamente ello requerirá de negociaciones a nivel internacional y la elaboración de las leyes pertinentes, que el Congreso debería dictar en un lapso prudencial (no mayor a los seis meses).
En ese entendido, de lo que se trataría es que ambos compradores entren en ‘competencia’, en la esperanza que –a la larga- NEO-ENACO termine convirtiéndose en el nuevo monopsonio, hasta que se encuentre una solución para las 50.000 o bastante más familias de agricultores dedicadas a esta actividad, sea por la posibilidad de desarrollar cultivos alternativos adecuados, sea por otras actividades productivas que podrán financiarse ellos mismos por las ganancias que acumularían en un periodo de 5 a 10 años, que es lo que duraría el acuerdo en torno a este Programa Temporal de Liberalización Selectiva del cultivo y comercialización (PROTELICUCO). Para ello, deben darse una serie de condiciones para que este segundo competidor (el oficial o el oficialmente reconocido) del nuevo mercado duopsónico pueda competir exitosamente con el actual monopsonista:
El gobierno debe estar convencido que estas políticas tendrán éxito en el mediano plazo y debe poseer la voluntad política necesaria para que la NEO-ENACO (o el concesionario privado) entre al mercado como si fuera un comprador más –tan importante como el monopsonio ilegal actual- de toda hoja de coca que provenga de cultivadores inscritos, tal como se describen más abajo. Lo que, obviamente, exige una Ley específica al respecto, para lo que seguramente se podría conseguir una mayoría absoluta en el Congreso.
NEO-ENACO debe entrar al mercado, no fijando un precio de antemano, sino pagándolo en función a la oferta y la demanda, intentando comprar –a la larga- la oferta completa al precio vigente (pagadero en US$, por lo menos mientras continúe la presión a la baja del tipo de cambio).
- Para lo que NEO-ENACO requiere el dinero necesario para afrontarla, cuyo monto –para que culmine exitosamente su paulatina conversión en monopsonista- debe ascender a un mínimo de US$ 150 millones para comprar toda la producción (si fuese de 50.000 TM y el precio llegara a US$ 3 por kilo), si bien –como es obvio- siempre existirán algunas ‘filtraciones’. Aquella cifra se podría duplicar y hasta cuadruplicar, lo que seguirá siendo un ‘regalo’ frente a los costos que ya tiene y que irán en aumento si adoptamos la actitud de que “A la coca no hay que mirarla de costado” (‘El Comercio’, marzo 22; p. A1).
El dinero mencionado, para que la nueva ENACO tenga éxito, provendría de los países consumidores como EEUU y la UE, que son –teóricamente- los más interesados en que no ingrese la droga a sus territorios. Es fácil demostrar que el dinero que entregarán al gobierno peruano no solo será una suma irrisoria, sino que será muchísimo menor que la que actualmente asignan para controlar las fronteras y para financiar las consecuencias del tráfico de esta droga en su propio territorio (prisiones, juicios, hospitales, asesinatos, muertes por sobredosis, corrupción, inseguridad ciudadana, lavado de dinero, etc.).
En caso contrario, si de la negociación que el gobierno peruano tendría con los gobiernos de los países consumidores de droga del Norte –comenzando con EEUU y la UE- no tuviesen interés con acabar con el flagelo que los aqueja, el financiamiento provendrá del Estado peruano, usando una pequeña fracción de las reservas internacionales netas (RIN) v que están apolillándose en las arcas del Banco Central (la cifra mencionada equivaldría a un 0,7% de las RIN y, más realistamente, a un 1,4% de su Posición de Cambio). Ciertamente, el BCR es independiente y no sería sensato que el gobierno lo presione políticamente para que libere una porción de sus tenencias de divisas, a no ser que el Directorio considere que vale la pena invertir en acciones de EPRICUCO (la empresa particular encargada de acopiar la hoja de coca seca), en caso se otorgue la concesión al sector privado.
- Los que venden la hoja a la NEO- ENACO tienen que estar inscritos en el padrón que ese organismo abrirá para tal efecto y en el que figurará la zona exacta en que se cultiva la hoja, con el nombre del propietario del fundo y el hectareaje plantado. Tarea que requeriría, por lo menos, de un año de trabajo muy intenso. Este grupo de productores de hoja de coca tiene absoluta libertad para cultivar su producto, pero debe vendérselo obligatoriamente a la empresa estatal o, en su caso, a la concesionaria.
Esta tarea de empadronamiento, así como las demás que aquí se sugieren, debe ser coordinada con los gremios y asociaciones provinciales y distritales de productores de hoja de coca, que son los que mejor conocen las condiciones de la producción y comercialización. Además, como ha señalado ‘El Comercio’ (2007b), al tratarse de organizaciones altamente ‘institucionalizadas’ resultaría fácil la coordinación y concertación de actividades conjuntas entre gobierno y productores, tanto para asegurar el registro, como para controlar que no se expandan los cultivos.
Habrán muchas neo-oficinas de ENACO en las zonas cocaleras, tanto para pagarle a los vendedores como para –de ser necesario- venderle a los consumidores tradicionales o industriales de la hoja la cantidad que demanden a precios módicos (por no decir ‘subsidiados’)..
- Aprobación de una Ley que permita expropiar las tierras de quienes estén inscritos y no le vendan el total de la hoja de coca a ENACO. Los cálculos pertinentes se pueden hacer fácilmente según el hectareaje, medido por la propia empresa (en colaboración con las organizaciones de cocaleros, como la CENACOP, la Central Nacional de Agricultores Productores de Coca del Perú) y según la zona en que se encuentren los cultivos, lo que permite determinar su productividad.
Pero, y esto es aún más importante, el gobierno también podrá expropiar –sin compensación alguna- a quienes no estén inscritos, produzcan coca y le vendan la hoja a los intermediarios de los carteles. Aparte de las condenas a cadena perpetua a que se verían sometidos. Las tierras serían redistribuidas a campesinos sin propiedades, a los que se les dará el apoyo necesario para reforestar o para plantar cultivos ‘alternativos’ (los adecuados y no los que se vienen sugiriendo actualmente, como el café, el cacao, la palma aceitera y similares que nos adecuados para la zona) si no quiere perder la tierra recién adquirida.
III
De manera que la NEO-ENACO (o la gran corporación privada: Empresa Privada de Cultivo y Comercialización de Coca, EPRICUCO) entraría en competencia –en superiores condiciones financieras y políticas- con el monopsonio actualmente existente, de valle en valle, de cuenca en cuenca, de región en región. ¿A qué más lleva todo esto, aparte de lo señalado en los párrafos anteriores?
Por el lado positivo:
Permitiría seguir produciendo hoja de coca por unos años a quienes viven de ella actualmente, sin la zozobra actual y sin ver reducido su nivel de vida como sucede ahora por la erradicación ‘voluntaria’ o forzosa. Es decir, se le daría las seguridades del caso a los productores en su actividad productiva y de comercialización de la hoja, en tanto que –siempre que estén inscritos- ya no se erradicarán cultivos y no serán perseguidos por la policía y demás ‘fuerzas del orden’.
Con el dinero acumulado por percibir precios de mercado, poco a poco, a lo largo del lapso de transición -de 5 a 10 años- la oferta de hoja irá en descenso, a medida que se encuentran cultivos o actividades alternativas sensatas a la actualmente desempeñada. A la larga el proceso culminaría cuando la cantidad de coca producida alcance para cubrir las demandas del consumo tradicional y de las industrias farmacéutica, de gasesosas y similares.
La policía ya no tiene que concentrarse en áreas tan extensas para control la proliferación ilegal de cultivos, que de ahí en adelante se centraría únicamente en zonas en que se estaría ampliando la frontera de producción. Con este objetivo en mente, sin embargo, es esencial la colaboración de los gremios y asociaciones provinciales y distritales de productores de coca. Es decir, se debe privilegiar el control social, más que el policíaco-represivo.
Ya no requeriremos de la cooperación internacional ni la de donantes, ya que a los países se les entraegará la cantidad completa de hojas a su precio de mercado, que es –como hemos dicho- un ganga frente a lo que ahora gastan en su lucha contra el narcotráfico y sus secuelas.
Todas las demás ligadas al cultivo: menos presos, menos asesinatos, menos lavado de dinero, menos corrupción, menos drogadictos, menos prostitución, menos penetración de las instituciones y el Estado, menos terrorismo, etc.
Por el lado negativo:
- Inicialmente, sin duda, por la ‘guerra’ que se desataría entre ambos competidores por conseguir la mayor tajada de las compras totales, la cotización de la hoja aumentará en 10 a 30% de la que rige –en las condiciones actuales- en el ‘mercado negro’, dependiendo del incremento de la elasticidad de la oferta a que daría lugar esta nueva competencia. Con lo que la renovada ENACO tendrá que hacer un esfuerzo grande para pagar el precio de mercado (bastante más alto al de competencia monopsónica). A mediano plazo se estabilizaría algo por debajo del precio del ‘mercado negro’, como es característico a todo duopsonio (ver Anexo II). Y, finalmente, a la larga, se estabilizaría el precio, una vez que se haya retirado de la competencia el monopsonista original (es decir, para cuando NEO-ENACO haya eliminado a la competencia con el apoyo de las asociaciones de productores de coca).
Ello incentivará a otros productores a ampliar la frontera de producción, pero se corren el riesgo de ser expropiados en sus únicas propiedades y sustento de su familia y, para cuando se lleve a cabo la reforma judicial, condenados a cadena perpetua.
- Sin duda, inicialmente, habrán -como ahora con la política de erradicaciones- represalias muy drásticas de parte de los narcotraficantes y los acopiadores de la hoja de coca (incluidos los senderistas): asesinato de comuneros que venden la hoja a ENACO, cuyas oficinas y camiones de recojo serían dinamitadas seguramente en muchas oportunidades. Desde un punto de vista práctico éste quizás sea el punto más débil de la propuesta, como lo es también el de la erradicación de la hoja que se aplica actualmente. Pero, por otro lado, sería absolutamente sorprendente que el gobierno se resigne a dejar de enfrentarse al monopsonista coca-acopiador. De otra parte, los propios cocaleros se organizarían –como una forma aggiornada de los ronderos- para fortalecer y defender el derecho que se le da de vender tranquilamente su producción a buenos precios. En ese sentido, el retiro de los competidores se procesará en unos pocos años, siempre que se cuente con la colaboración de los gremios representativos de los productores de hoja, así como de los mismos agricultores.
Se seguirá depredando y polucionando la ceja de selva por el uso intensivo de fertilizantes y pesticidas, en el afán del productor por incrementar la productividad de sus cultivos. Lo que terminaría cuando se encuentren las soluciones adecuadas a sus dificultades económicas.
Un problema que surgirá inmediatamente, será el del amontonamiento de hojas de coca en los almacenes del ‘nuevo’ competidor. ¿Qué hacer con las hojas de coca que adquirirá neo-ENACO? En vez de quemarlas, si el Programa es financiado por los países del Norte, les entregaríamos toda la producción, la que seguramente repartirían entre sus pobladores a precios irrisorios (apenas para cubrir los costos logísticos, de empaque, de transporte y almacenaje). A la larga, esos consumidores demandarán nuestras bolsitas filtrantes, ya que les permitirá diversificar los sabores de sus infusiones, así como darles algo más de la energía que han ido perdiendo crecientemente por el estrés y la monotonía del mundo moderno.
De otra parte, en caso que el gobierno peruano tenga que financiar todo el Programa, se sugiere que -para el primer año de aplicación, que sería el 2008 (cuando se haya culminado el catastro de productores)- que el gobierno peruano le done una bolsa de 200 gramos de hojas de coca –para que degusten el manjar como infusión- a las 250 millones de familias que viven –es un decir- en las zonas urbanas de China (los excelentes sistemas de distribución que existen allá y la buena voluntad de su gobierno transportarían la hoja por el Pacífico y de ahí a las urbes, sin contraprestación alguna). En la esperanza que, a la larga, esos agradecidos consumidores (por más que muchos no aprecien este tipo de obsequios) se conviertan en clientes habituales de té de coca, para variar el sabor y potenciar su desgastada energía por sus extendidas horas de trabajo –oferta que será bienvenida a medida que se convierta en una verdadera ‘economía de mercado’- de sus tradicionales infusiones. Les venderíamos esa misma cantidad en los años siguientes, con lo que el programa se iría autofinanciando paulatinamente. Lo mismo puede hacerse con otros fanáticos de los tés, como la India, Gran Bretaña, Turquía y similares.
Por supuesto que para reducir los costos de transacción -evitando el almacenamiento y las complicaciones de la distribución- podría diseñarse un sistema de producción y venta figurada: al campesino se le paga la suma que recibió el año anterior, sin que produzca nada. Lo ideal, en ese caso, sería que se le exija que reconstituya y reforeste la zona que cultivaban, con lo que contribuirían a sanear el medio ambiente y obtendrían algo más de dinero al momento de la tala de los árboles (o de lo que ahí cultiven).
Incentivos para la captura de insumos
A pesar de los altos precios de la hoja, muchos productores se aventurarán a producir pasta básica, dado el enorme margen de ganancia que ello les procuraría y por más cadenas perpetuas a las que se arriesgarían. Por lo que será necesario atacar el problema de los ‘precursores’ que se utilizan para su producción, como por fin lo ha entendido el presente gobierno. Este es un tema muy complejo ya que son más de dos docenas de insumos los que deberían captarse. Aunque ayudaría y será necesaria, no bastaría la colaboración de los gremios de productores de hoja de coca, por lo que se requiere una medida adicional.
Para ello, la propuesta consiste no solo en aumentar el número de guardias y de puestos de control policial (como ingenuamente propone el gobierno), sino en pagarle en efectivo a los que logren decomisar esos insumos, a razón del 80% de su precio de mercado. Es decir, los miembros de las garitas (sedentarias o nómadas) –en carreteras, trochas, ríos, riachuelos, aeropuertos- que logren ese cometido se repartirían esa cifra, que puede llegar a montos muy apreciables, bastante mayores a los que obtienen por ‘coimisiones’ para dejar pasar los cargamentos. Los miembros de la comisaría, la guarnición de las FFAA o cualquier otra institución podrían aumentar así sus ingresos sustancialmente por encima de sus remuneraciones oficiales. Esta propuesta se podría hacer extensiva a las asociaciones regionales, provinciales y distritales de productores de coca, así como a los gobiernos regionales-provinciales-distritales, cuando alguna de ellas denuncie o capture alguno o varios de los cargamentos de precursores químicos.
Naturalmente esta medida requiere de un financiamiento inicial adicional, aunque a la larga –debido al margen del 20%- se terminaría autofinanciando.
Sintetizando
Como se habrá observado, finalmente prácticamente todo desemboca en un simple cálculo de costo-beneficio, en el que los incentivos juegan un papel central. Y, en la medida en que la producción de droga es una cadena productiva integrada (y de ‘producción conjunta’ en la jerga microeconómica), es necesario cortar los segmentos críticos –a través de mecanismo de mercado- que permitan romper el círculo vicioso e impedir la producción de droga.
En las propuestas actuales, en las que se viene insistiendo desde hace treinta años, como se ha reiterao infinidad de veces, solo se atacan –muy ingenuamente- los extremos más débiles de la cadena: los productores de hoja de coca y los comerciantes minoristas. En lo que aquí postulamos es el ataque de los dos ejes centrales de este ‘cluster’: los grandes acopiadores y los comerciantes de los precursores químicos, así como a los que los nutren y hacen posibles, a saber: los narcotraficantes y los industriales-importadores-contrabandistas, respectivamente.
Por supuesto que todo este proceso requeriría de paciencia, voluntad y, sobre todo, mucho tiempo, por eso de que ‘Andemos despacio que estamos apurados’, que habría dicho –no recuerdo quién- el Quijote, Napoleón o la Madre Teresa.
Naturalmente, aquí hemos presentado una política de drogas-cero casi exclusivamente economicista, por lo que resulta indispensable incorporarla como subconjunto de la ‘Doctrina Cabieses’, que trata los temas interdisciplinaria e intertemáticamente, planteando los aspectos legales, medicinales, de negociación, producción, sociopolíticos y demás que son indesligables entre sí y que forman parte sustantiva de cualquier propuesta integral e integradora.
Por el momento dejamos de lado el caso en que los campesinos realizan ‘producción conjunta’ (hojas de coca y pasta básica), aún cuando la situación también es de monopsonio (el comprador único lo es de pasta).
El mercado mundial de té lícito llega a 3 millones de TM, con lo que nuestras miserables 50.000 TM no le harían mella a los principales productores, cuyas cifras pueden consultarse en un informe de ‘El Comercio’, aparecido en la separata ‘Mi Negocio’ del 22 de marzo 2007, p. 5.