Alan Fairlie
El mundo necesita medidas urgentes para enfrentar el aumento de la temperatura mundial, esto implica la reducción de las emisiones de gases invernadero y mitigar sus impactos.
La XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático celebrada en Copenhague, en diciembre de 2009, fue esperada como una de las reuniones claves en las que se lograría acuerdos vinculantes que reemplazarían al actual sistema basado en el Protocolo de Kyoto. Previos a esta reunión se desarrollaron negociaciones importantes entre el 2007 y 2009 en Bali, Bangkok, Accra y Bonn. El objetivo de este ciclo de negociaciones, organizado por la ONU, fue preparar los futuros objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero; discutir las posibles medidas y fondos de mitigación de los efectos del cambio climático y revisar las proyecciones científicas sobre este fenómeno.
Salvo UE, los demás países desarrollados fueron poco claros en plantear cifras concretas de reducción de emisiones. Bajo el mandato de Barack Obama, Estados Unidos decidió esta vez participar en las negociaciones de Copenhague 2009 (EUA se retiró del Protocolo de Kyoto) y manifestó intenciones de reducción de emisiones. Por su parte, China (principal emisor de los países emergentes) ofreció reducir la densidad de sus emisiones. Pero, finalmente no hubo acuerdos concretos. China acusó a Estados Unidos de que sus ofrecimientos de reducción y de apoyo a los países afectados no eran suficientes y por su parte Estados Unidos señaló que China no podía quedar al margen del compromiso obligatorio de reducción, por su condición de segundo país más contaminante.
Así, la Conferencia fracasó porque los principales países involucrados solo ofrecieron promesas débiles para una reducción voluntaria de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Y, promesa de fondos (hasta 100 000 millones al 2020), sin mecanismos específicos. Además, deja abierta la posibilidad de que el Protocolo de Kyoto (que era de carácter jurídicamente vinculante) no tenga continuidad.
Las negociaciones de reducción son para atenuar parte del crecimiento de gases invernadero, pero ya no para mitigar lo ya existente. Se calcula que la temperatura mundial se elevará en por lo menos 2° en el 2020. Por tanto, se requiere aplicar planes de adaptación.
Este fue el segundo tema que se ha discutido en las negociaciones sobre el clima, y tampoco tuvo resultados satisfactorios. Los países del sur son especialmente los más perjudicados con esta situación, debido a sus niveles de pobreza y fragilidad ecosistémica frente a un aumento de la temperatura global. Los fondos prometidos no serán suficientes, y esto tendrá consecuencias lamentables en la vida de los países más vulnerables.
Una nueva oportunidad para llegar a un acuerdo es la Cumbre del Clima de Cancún (COP 16) de noviembre del 2010, pero las señales no son auspiciosas.
El desafío que enfrentan los países es cómo seguir promoviendo el crecimiento económico, a la vez que reducen fuertemente sus emisiones con tal de no perjudicar el medio ambiente.
Al final de lo que se trata es de promover la conservación de la biodiversidad (afectada por el cambio climático), sobre todo en países como el Perú. Se debe crear un sistema que permita el cumplimiento de estándares de sostenibilidad, y entre estas opciones se debe incluir el biocomercio.
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