Inflación y Malestar en Lima

jueves, 20 de diciembre de 2007

Escribe: Jürgen Schuldt

Como es evidente, existe alguna relación entre el proceso de aumento de precios y la situación económica familiar autopercibida por cada uno los cinco estratos socioeconómicos en Lima-Callao (desde el ‘A’, que es el más alto, hasta el ‘E’, que es el más bajo). La cuestión, por tanto, es más bien ¿qué forma adopta esa relación, a quién afecta más la inflación y qué importancia relativa ejerce para influir en el malestar de la población? Para aproximarnos a una respuesta tentativa, realizaremos un ejercicio en el que compararemos los datos de noviembre de este año respecto al mismo mes del año pasado, tanto en lo que se refiere al aumento de precios, como al del estado de bienestar subjetivo de la población.

Para las cifras de inflación sencillamente compararemos el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de Lima entre ambos meses (el promedio fue de 3,49%), desglosando los aumentos de precios anuales de las ocho gruesas categorías de que está compuesto. Esos porcentajes serán multiplicados por el porcentaje de gasto que las familias de cada estrato realizan en esos rubros, según la ENAHO. Con ello obtenemos una aproximación burda a la ‘inflación por estrato’, porque una medición más precisa requeriría tomar en cuenta (ponderándolas) la miríada de componentes de las erogaciones familiares.

Para determinar el ‘malestar relativo’ utilizaremos las respuestas que Ipsos-Apoyo ha obtenido, después de plantearle (lo que realiza mensualmente) a los ciudadanos capitalinos (en noviembre): “¿Cómo está su situación económica familiar con respecto a hace 12 meses?”. Para este efecto, consideraremos que el porcentaje de malestar por estrato es la suma de los que responden a ella señalando que están ‘poco peor’ o ‘mucho peor’ (el promedio para Lima es 33%).

La Tabla que adjuntamos presenta el detalle de los datos de base y los cálculos para llegar a los resultados que buscamos. Y el Gráfico representa la relación existente entre el ‘malestar por estrato’ (a noviembre 2007) y la ‘inflación por estrato’ (entre noviembre del año pasado y el mismo mes del presente).

Observamos ahí con buen grado de precisión lo que ya todos sabemos: que la inflación afecta diferenciadamente a cada estrato y que impacta más a los estratos socioeconómicos bajos que a los altos, especialmente cuando los aumentos de precios del rubro de ‘alimentos y bebidas’ son los que más alzas han mostrado. Recuerde que el estrato ‘A’ gasta un 23% en alimentos, mientras que el ‘E’ eroga 51% para ello. Comparando extremos, nótese que la inflación anual para el estrato ‘A’ fue de 2,6%, mientras que el ‘E’ sufrió una del 3,6%, un punto porcentual más que aquel. Esta diferencia, que parece leve, resulta siendo enorme si tenemos en cuenta los bajos ingresos de los estratos bajos y, más aún, si ellos se encuentran estancados desde hace varios años.

Asimismo es evidente que las diferenciadas tasas de inflación afectan la satisfacción subjetiva relativa del nivel de vida que lleva cada estamento socioeconómico. El gráfico es más que claro en este sentido: a mayor inflación mayor descontento, aunque no sabemos qué tanto influye (porcentual o absolutamente) esta variable sobre la ‘situación económica familiar’ autopercibida.

Estos son temas que tendrán cada vez más relevancia en el país, en la medida en que se observa una clara tendencia a la aceleración de la inflación, a medida que la tremenda expansión de la demanda agregada interna va copando la capacidad productiva instalada. No nos sorprendería que a partir del próximo año el gobierno inicie una política de ajuste, la que por lo demás será tanto más drástica cuanto más nos afecte la inminente recesión norteamericana.


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