Salario Mínimo

jueves, 21 de octubre de 2010


Por Enrique Fernández-Maldonado Mujica
Hace un par de semanas la ministra de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE), Manuela García, insistía en postergar el aumento del salario mínimo aduciendo que las conversaciones sobre el tema no habían culminado. Por su parte, el presidente de la CONFIEP, Ricardo Briceño, se mostraba favorable al ajuste, pero proponía un “incremento diferenciado” para las grandes, medianas y pequeñas empresas, y no el aumento general que exigen las centrales sindicales (La República 8/10/10). Días antes el viceministro de Trabajo, Javier Barreda, informaba de un incremento de 27% en los ingresos promedio en Lima Metropolitana, incluidas las microempresas, supuestamente las que mayor dificultad encuentran para asumir el ajuste (La Primera 2/10/10).
Estas opiniones llaman la atención por varias razones. En principio, porque se dan en un contexto en que diversos sectores –incluido el gobierno– celebran el crecimiento económico de este año (estimado en 6% PBI). Al crecer la economía, lo lógico es que aumente el ingreso base. Pero acá el salario mínimo permanece estancado (en S/. 550 desde enero del 2008), muy por debajo del promedio regional (ver cuadro). Situación alarmante si consideramos que –de acuerdo al INEI– el valor mensual de la canasta básica de consumo de los limeños asciende a S/1,292: más del doble del mínimo vital.
Más grave resulta que estas declaraciones pasen por agua tibia el acuerdo del Consejo Nacional del Trabajo (CNT) de aplicar la cláusula “gatillo” (que fija un aumento de S/. 27 en función de la inflación y productividad acumulada). Este doble discurso –del gobierno y del principal gremio empresarial– echa por la borda el ánimo proconcertación que reclaman a sus contrapartes laborales. Con ello no solo petardean un espacio clave para la resolución de conflictos vía el diálogo social. Deslegitiman también la institucionalidad democrática.
Volviendo a los ingresos, si bien en los últimos años el PBI y el empleo formal crecieron –principalmente en la capital y algunas zonas urbanas–, en la práctica este crecimiento no ha venido acompañado de una mejora en la capacidad adquisitiva del sector laboral. Entre diciembre del 2008 y 2007, los sueldos reales (profesionales) en empresas de más de 10 trabajadores se contrajeron en 2.1%, reflejando una perdida en su poder de compra. A su vez, los salarios (obreros) mostraron un virtual estancamiento al crecer sólo en 1.69%. Si comparamos las remuneraciones reales al 2002 (periodo en que la economía inicia su fase de expansión), el poder de compra de los sueldos decreció en 7.09%, mientras que los salarios se mantuvieron estancados al elevarse ligeramente en 1.97%.
Es probable que el gobierno aumente el salario mínimo antes de finalizar su mandato. De ser así, resulta plausible preguntarse por qué tardó tanto en hacerlo. ¿No era este el “año de la consolidación económica y social del país”?

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