Pedro Francke
Nuestro progreso económico depende tanto de la política económica como de la economía mundial y del clima. Lo primero, la política económica, está bajo control del gobierno; es una cuestión de conocimientos y de ideología. Lo segundo, las condiciones internacionales y naturales, son pura suerte.
Ha sido esta suerte la que nos permite explicar porqué el crecimiento económico durante el gobierno de García ha sido mucho mayor que con Toledo. La política económica no ha cambiado sustancialmente. La derechización del Apra ha dado algo más de confianza a los inversionistas, pero al mismo tiempo los conflictos sociales se han agudizado, así que la estabilidad y la confianza no han mejorado.
La naturaleza nos dio, en ambos gobiernos, una fortuna intermedia. Tanto Toledo como García debieron enfrentar terremotos que causaron daños, más físicos que humanos, en una parte del país. En ambos casos, El Niño no nos ha afectado mayormente.
Pero la gran diferencia entre el periodo 2001-2006 y el periodo 2006-2011 ha sido la economía mundial. Alan García ha gobernado con el precio del oro sobre los 1,300 dólares la onza y del cobre sobre los 3,50 dólares la libra, precios elevadísimos, nunca vistos, y eso hace una diferencia sustancial. Los inversionistas mineros y petroleros están como moscas tras la miel. El gobierno aprista, sin ningún esfuerzo de reforma tributaria, ha tenido miles de millones más para gastar.
La crisis internacional afectó este escenario, pero solo por un corto plazo. La herencia de reservas internacionales del gobierno anterior y de los primeros años de la bonanza, permitieron al BCR y al gobierno tener una política contra-cíclica. Fue tardía y no exenta de problemas, pero existió. Por suerte para el gobierno, los precios internacionales de los metales y demás materias primas se recuperaron con rapidez, y la economía volvió a crecer.
Con tamaña suerte, el gobierno aprista y su política económica debiera tener una popularidad mucho mayor. En la región, desde Lula y Bachelet hasta Uribe y Chávez, han gozado de alta popularidad. Alan García no. ¿Por qué?
Una parte se debe directamente a su política neoliberal. Ha crecido el empleo pero los salarios no han crecido nada; mientras el salario mínimo en el Perú se ha reajustado mucho menos que en países vecinos que crecen menos. Las enormes utilidades de las empresas mineras y petroleras pudieran haber servido para una acción social del estado mucho más enérgica.
Otra parte del desgaste presidencial es la corrupción y la falta de política social. No hace falta resaltar los robos y fraudes, uno tras otro. Sí hace falta insistir en que este gobierno no ha tenido ninguna iniciativa que merezca recordarse en términos de política social. Alan García no deja ninguna reforma social implementada.
La suerte permite a Alan García terminar su segundo mandato entre rechiflas pero con algún apoyo popular. Mientras tanto, la necesidad de cambios profundos se mantiene.
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